Opinión

El gran desafío

Por: María del Carmen Vicencio Acevedo

metamorfosis-mepa@hotmail.com

PARA DESTACAR: En México tenemos ya varios años de haber sido decepcionados por casi todos los partidos de izquierda, que traicionaron al pueblo… se han mostrado igual de corruptos y voraces que sus adversarios, se han subordinado abyectamente al Gran Capital; que se alían con sus más acérrimos enemigos ideológicos, con tal de conseguir un poco más de poder

 

Falta mucho para el próximo proceso electoral federal, sin embargo, ya se van “destapando”, aquí y allá, algunos aspirantes a candidatos para la presidencia de la República.

Paralelamente se vuelven comunes y “naturales” las manifestaciones de hartazgo y repudio de la ciudadanía a la clase política, por su ineptitud, negligencia, autoritarismo e incapacidad de escuchar o de negociar con quienes opinan diferente; por su corrupción, su voracidad, su veleidad, su subordinación al Gran Capital, y demás.

Por doquier surgen movimientos de protesta, que exigen un cambio radical en las políticas públicas: los maestros, los familiares de los desaparecidos, ejecutados o torturados por el ejército, los jornaleros de San Quintín, los autodefensas de Michoacán, los periodistas, los trabajadores de limpia, los jubilados y pensionados y muchos otros más.

Por doquier se debate sobre cuál será la mejor y más efectiva estrategia para lograr un cambio radical en la forma de hacer política: ¿los movimientos sociales? ¿los nuevos partidos? ¿los candidatos independientes? o una combinación de varias opciones.

Los dramáticos ejemplos de Brasil y Venezuela permiten reconocer el enorme poder de las fuerzas conservadoras, que inhiben el surgimiento y mantenimiento de alternativas sociales fuera del capitalismo. Ya lo dijo Margaret Tatcher: “There is no alternative”.

En este contexto, la responsabilidad de quienes dicen estar comprometidos con el pueblo y su liberación, es especialmente relevante en todos los espacios.

El Cono Sur, como en otros tiempos Cuba, con sus gobiernos y tratados internacionales, críticos al capitalismo, habían despertado buenas expectativas, de que otras formas de gobernar, de convivir, de hacer ciencia y de pensar son posibles, y de que no es en el Norte, en donde habremos de buscarlas, sino en el Sur.

Con el autoritarismo vengativo y caprichoso de Nicolás Maduro, aunado a su incapacidad para mantener la confianza en el proyecto bolivariano; con la debilidad y los errores de Dilma Roussef, frente al embate de los grandes y poderosos capitales, asentados en su país, la esperanza en la alternativa que viene del Sur, parece desmoronarse.

En México tenemos ya varios años de haber sido decepcionados por casi todos los partidos de izquierda, que traicionaron al pueblo, firmaron el Pacto por México, se han mostrado igual de corruptos y voraces que sus adversarios, se han subordinado abyectamente al Gran Capital; que libran violentas luchas en el Congreso nos para defender los intereses de sus representados, sino los suyos propios; que se alían con sus más acérrimos enemigos ideológicos, con tal de conseguir un poco más de poder; que legislan para gozar de impunidad…

En las redes sociales, corren miles de “memes” o videoclips que denuncian las arbitrariedades de nuestra clase gobernante y proclaman diversas desideratas, (serias o impertinentes): reducir los sueldos de los políticos, eliminar plurinominales, disminuir la cantidad de senadores, y muchas otras más. Esos mensajes críticos, aunque insuficientes para transformar efectivamente las reglas del juego político en nuestro país, contribuyen a despertar la conciencia ciudadana. Dar otro paso implicaría generar múltiples foros populares, para discutir cuáles son realmente pertinentes; otro más, sería transformar las propuestas en leyes. Para hacerlas valer, es fundamental construir una  estructura capaz de imponer sanciones concretas, si éstas son transgredidas.

Conseguir esto implica una fuerte organización ciudadana, en la que participen varios millones, de manera articulada, hacia la misma dirección, para ejercer una fuerte presión, por cierto tiempo, ya que quienes detentan el poder, no lo van a ceder, sin esa presión ciudadana.

En medio del caos actual, la esperanza sigue viva y la búsqueda de otros sistemas de gobierno más democráticos, menos abusivos y menos corruptibles, sigue en pie.

Aunque hay muchos movimientos, falta una convocatoria de un sujeto colectivo (no un mesías individual), que goce de reconocimiento y de respeto social, para impulsar su articulación; también hace falta la voluntad política de quienes “se mueven”, para articularse con los diferentes.

Aunque el desafío es grande, perdemos más, si no lo asumimos.

En este proceso, además, hay que mantenerse alerta, frente a convocatorias “brillantes”, que pueden resultar engañosas, pues buscan captar el  enojo popular, para ponerlo al servicio de intereses oscuros de ciertos actores poderosos.

En Brasil y Venezuela, el enojo popular fue capitalizado, por los dueños de grandes capitales.

En México, surgen algunas convocatorias, que pueden ir en la misma línea y a las que habría que analizar con mayor detenimiento. (Continuará).

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