Opinión

El obispo de la denuncia

Por: Omar Árcega E.

Twitter.com/Luz_Azul

Ser voz de los que no tienen voz, hablar de lo “políticamente incorrecto”, señalar las injusticias aún a costa de arriesgar la propia vida y por si fuera poco, tener muy claras las convicciones religiosas, parece ser una mezcla poco común. Sin embargo, cientos de hombres y mujeres viven de esta manera. Hoy quisiera referirme a uno de ellos, un hombre nacido en el bajío guanajuatense, ganador de premios nacionales e internacionales; pero sobre todo un hombre de fe, que ha hecho de la protección a los más débiles una permanente batalla.

Me refiero al obispo de Saltillo, el dominico Raúl Vera, quien hace unas semanas celebró sus 27 años de ordenación episcopal. El acontecimiento trajo a mi memoria las oportunidades que he tenido de platicar con él en diversas ocasiones y sobre muchos temas. Cada charla me ha dejado conmovido, pues más allá del personaje mediático, está un ser humano con dos sensibilidades muy profundas: la religiosa y el condolerse contra las injusticias.

Raúl Vera nace en Acámbaro hace 70 años. Tuvo la oportunidad de estudiar en la UNAM, de allí se graduará como ingeniero químico en 1968. A él le tocó ver la efervescencia estudiantil de ese año. Fue testigo de primera mano de cómo los jóvenes podían organizarse para elevar la voz. Tras meses de discernimiento, ese mismo año ingresa como postulante a la Orden de Santo Domingo, conocidos como “Dominicios”. Tras estudiar Filosofía, parte a Italia a estudiar teología; en tierras europeas obtendrá una licenciatura en teología con mención honorífica y será ordenado sacerdote por el entonces papa Paulo VI. De regreso a México, se le encomienda la atención de la juventud, esto lo hará a través de diversos cargos: maestro de novicios, capellán de estudiantes en la UNAM. Tras varios años de intenso trabajo social, es nombrado obispo de Ciudad Altamirano (Guerrero).

Allí se fortalecerá su sensibilidad ante el dolor causado por la injusticia social. Y ahí empieza a señalar con vehemencia la falta de igualdad de oportunidades. Tiempo después, acompañará al obispo Samuel Ruíz en Chiapas, para finalmente ser nombrado obispo en Saltillo, donde después de ciertas incomprensiones de sectores ha impreso una nueva dinámica en esa región azotada por el narcotráfico. Hasta aquí tenemos al personaje, pero deseo hablarles de la persona.

La primera vez que conversé con don Raúl Vera fue por teléfono. El tema del momento eran una de las muchas explosiones que sucedían en las minas clandestinas de carbón de Coahuila; en esa ocasión habían muerto mineros y sus familias se encontraban en el desamparo social y económico. Durante la conversación me sorprendió la vehemencia con la que el obispo señalaba nombres de personajes públicos y políticos que habían permitido esa situación. Señalaba cómo se debería actuar, pero lo hizo de manera poco común: se remitió a textos bíblicos. Al escucharlo exponer sus ideas, quedaba claro que citaba la Biblia no como quien la repite de memoria, sino como aquel que la ha reflexionado, saboreado y sentido. Citaba a los profetas y sus denuncias contra las injusticias, de esos textos escritos hace más de dos mil años extraía grandes líneas de acción para el México del siglo XXI. Su voz denotaba la emoción de señalar situaciones de sufrimiento, pero también en medio de ello, la convicción de que el mal no podría triunfar.

En otra ocasión, también vía telefónica, conversamos sobre su acercar a personas de los colectivos lésbico-gays a la Iglesia. Hecho por el cual fue denunciado incluso en Roma; en esa ocasión contestó como lo haría años después el Papa Francisco «Quién soy yo para juzgarlos». Ese día hablamos sobre la inclusión, el sentido de amor y solidaridad que debe habitar en cada cristiano. Ésta es la razón profunda de que la Iglesia debe ser receptiva a los hombres y mujeres de todos los tiempos y sin importar las preferencias sexuales. Visiblemente emocionado, me habló de que se falla en anunciar el mensaje de Cristo, si no se llega a todos los seres humanos de buena voluntad.

Éstas son algunas pinceladas de un hombre que desde su ser religioso ha combatido la injusticia en la tierra que ha pisado. Es un cliché decir que es un hombre polémico. Lo que he percibido es a un ser humano cuya búsqueda de la coherencia entre lo que predica desde el altar y la realidad social de su pueblo lo ha llevado a anunciar el evangelio denunciando el dolor. Imperfecto, por supuesto. Él me lo ha dicho muchas veces. Pero en constante búsqueda y con una convicción: actuar como Cristo hubiera actuado. La Iglesia católica en México necesita más hombres y mujeres como él. Pues debemos reconocer que desde el sentimiento religioso del pueblo mexicano también se puede y debe construir una sociedad de justicia y paz. Personajes como don Samuel Ruíz y don Raúl Vera han puesto el ejemplo.

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