El país televisivo del revés
Desde las Pampas
Por: Rafael Vázquez Díaz
El famoso escritor uruguayo, Eduardo Galeano, escribió casi al final del siglo XX una magnífica obra Patas Arriba: La escuela del mundo al revés, un libro en el que, entre crítica y absurdas ironías de fácil percepción, describe el programa educativo del mundo al revés. Si teóricamente en la escuela tradicional se busca exaltar la solidaridad y el compañerismo, en esta particular institución el objetivo es premiar la deshonestidad, el abuso, la facilidad sobre el esfuerzo, el engaño sobre la virtud.
Con fino trazo, Galeano va describiendo la pobreza, violencia y desesperanza latinoamericana. Se eleva al dictador militar, que mediante la desaparición forzada y la tortura, conquista las más altas glorias en el Ejército, los bancos más usureros y abusivos son aquellos que obtienen más éxito, sus acciones suben más en la bolsa y todos desean invertir en ellos, los criminales son los que disienten de la maldad y no aquellos que la solapan.
Sin duda Galeano da en el clavo. En una entrevista para el diario La jornada el día 9 de mayo del 2009 (http://www.jornada.unam.mx/2009/05/09/index.php?section=sociedad&article=040n1soc), incisivo preguntaba al aire: “¿Son culpables los pobladores de Atenco, en México, o los indígenas mapuches de Chile, o los kekchíes de Guatemala, o los campesinos sin tierra de Brasil, acusados todos de terrorismo por defender su derecho a la tierra? Si sagrada es la tierra, aunque la ley no lo diga, ¿no son sagrados, también, quienes la defienden?”
Hoy, más que nunca, con el país desgarrado en su tejido social y la violencia a flor de piel, es importantísimo plantearnos ciertas preguntas que los medios hegemónicos ansían respondernos sin que hagamos el mínimo esfuerzo: ¿Quiénes son los violentos? ¿Quiénes provocan la violencia?
En la pasada toma de protesta del ex candidato presidencial por el PRI a la Presidencia, Enrique Peña Nieto, se desató un episodio digno de las naciones con dictaduras militares más férreas. Un grupo de jóvenes entablaron una batalla campal con elementos de la policía, destrozando las calles, comercios, plazas y vehículos, un episodio lamentable, más aún la pobre cobertura mediática que se le dio, la educación proporcionada por la TV es sin duda, la del país del revés.
De poco valieron tantos años de concentraciones multitudinarias en el Zócalo en las cuales no se rompió un solo vidrio. No importó en absoluto que se contuvieran las protestas del 2006 en campamentos que dieran salida al descontento, los principales periodistas de las televisoras y periódicos dieron rienda suelta a su saña contra todo aquel que se oponga a sus intereses.
Y es que el discurso empleado no se queda en hacer juicios sobre los destrozos y lo delicado de la situación, van un paso más allá y señalan a todos los que disienten como violentos criminales. ¿Quién es el peligro para el país? ¿Los malos gobiernos que mantienen en la miseria a gran parte de la población? ¿Las fuerzas del Estado –corruptas hasta la médula– que propician el clima de inseguridad? ¿Los medios concentrados en unas pocas manos? No, ellos no, ¡Dios nos libre!
En este país al revés, como lo describiría Galeano, los criminales son los que vayan en sentido contrario a lo que las telenovelas y demás parafernalia en la TV nos indican como lo correcto. Es decir, el contraste a lo televisivamente educado.
Es decir, todos los que no están dentro del modelo estético, moral o ético no deben pertenecer a la gran familia mexicana: Las que abortan, los que se pronuncian contra las corridas de toros y demás espectáculos criminales tan redituables, los que viven y demuestran su homosexualidad, los indígenas, los campesinos y demás pueblo raso que no vive de las artesanías y lo folclórico (porque ésos sí son bonitos y necesarios para el turismo), los estudiantes que protestan y luchan por sus derechos, los trabajadores miserables que no agachan la cabeza y entran en duras huelgas que toman meses solucionar.
Pero el agravio va más allá, pareciera ser que también se está contra las mujeres que no son abnegadas, contra los hombres que no son machos, contra los niños inquietos y no bien educaditos, contra los ancianos que no son venerables y mendigan por las esquinas. Es decir, todo lo que es real y cotidiano va en contra del modelo de país que nos quieren imponer… y es que la pobreza no vende y la realidad mexicana tampoco.
El 1° de diciembre, independientemente de quién protagonizara las refriegas afuera del Palacio de San Lázaro, no se cuestionaron los porqués, no hubo un análisis sobre las debatidas elecciones del 2006 y las del año en curso, y las multitudinarias protestas que les vienen restando legitimidad a los titulares del Ejecutivo. Según nos dijeron en la TV los violentos estudiantes se volvieron locos y despertaron con ganas de destrozar el Centro Histórico. Así de simplista fue el análisis.
Sin embargo, en este país del revés, no van a ir a la cárcel las autoridades ineptas que no supieron hacer su trabajo durante las pasadas elecciones, tampoco van a ir todos aquellos que se dedicaron a comprar costales de votos a cambio de favores partidistas y evidentemente no pisarán el reclusorio esos políticos y empresarios acusados de lavado de dinero que invirtieron miles de millones en las campañas. Los que van a pasar de cinco a 30 años en la cárcel son los que aventaron una piedra, una bomba molotov o los que protestaban pacíficamente y su error fue estar en el momento incorrecto en el sitio inadecuado.
¿No es verdaderamente desastroso y desesperante? Lo es cuando los que más mano dura piden son los ciudadanos, esos mismos que aceptan con pasmosa quietud la destrucción de sus derechos laborales, la falta de calidad electoral democrática, aquellos que se encuentran entre la violencia del Estado y la del narcotráfico.
Sin duda la televisión ha hecho un buen trabajo, dibuja como enemigos a los mismos agraviados; ¿cómo lo hacen? Fácil, en el país del revés, es de corrientes protestar, exigir, denunciar… para acabar rápido, los derechos humanos son para los nacos.
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