Opinión

El talón de Aquiles de Calzada

Tigres de papel

Por: José Luis Álvarez Hidalgo

Al gobernador José Calzada Rovirosa le llueve sobre mojado. Y es que, a pesar de que algunas encuestas lo ubican con un alto grado de aceptación por parte de la ciudadanía y que, incluso, se le ha considerado como el mejor gobernador a nivel nacional, al interior del estado que gobierna las cosas no le funcionan nada bien. Por lo pronto, tiene cinco grandes piedras en el zapato que le impiden trotar a grandes zancadas en su carrera política y que, pese a su ampliamente reconocida pasión por las pruebas de fondo, ahora incursiona en las carreras con obstáculos… y se ve muy lejos su llegada a la meta.

El fracaso del programa de modernización del transporte público Red Q; la pretendida instalación de la estación del tren rápido en el primer cuadro de la ciudad y el evidente rechazo de las colonias aledañas a semejante despropósito; el grave problema de los desaparecidos en el estado, lo que implica un elevado índice de inseguridad pública; la creciente inmigración y, por lo tanto, la sobrepoblación en Querétaro, que nos coloca al borde de la asfixia urbana; y, la que sería la cereza en el pastel, las caóticas inundaciones en la capital y municipios conurbados a causa de las últimas lluvias y el pésimo estado del drenaje pluvial en la ciudad.

Estos cinco jinetes del apocalipsis de la administración de José Calzada parecen no importar demasiado al primer mandatario estatal, dado que ni siquiera se ocupó de ello -a fondo- en su pasado Quinto Informe de Gobierno, y llegó al grado de omitir totalmente el problema de los desaparecidos en Querétaro, que ya presenta síntomas alarmantes que el gobierno oculta a más no poder. ¿Cuándo hubiésemos imaginado, en la imperturbable paz social porfiriana de Querétaro, la colocación de varios espectaculares en la ciudad exigiendo la aparición -con vida- de un joven queretano desaparecido hace ya algunos años? Absolutamente impensable. De lo que no se quieren dar cuenta nuestras autoridades es que la realidad ya nos alcanzó.

Resulta incomprensible que el aparato oficial de la propaganda gubernamental siga machacando con el insistente mensaje de que el estado de Querétaro es el lugar ideal para vivir, creando una imagen falsa de la realidad local e incentivando a grandes empresarios a invertir en Querétaro y que así se siga creando en el imaginario colectivo la idea de que Querétaro es un oasis maravilloso en el desértico panorama de la realidad nacional. En una ocasión, un taxista que proviene de Chiapas me juró y perjuró que no hay otro estado en México tan agradable y seguro como el nuestro para vivir el resto de nuestros días. Conclusión: la propaganda oficial es muy eficaz.

Por si fuera poco, ahora sostiene en cada mano dos bombas de gran tamaño y que sigue pretendiendo ignorar, en complicidad de los medos locales que no dan información veraz, oportuna y crítica sobre estos hechos. En primer lugar, la creciente molestia de los habitantes de las colonias que van a resultar afectadas por la instalación de la estación del tren eléctrico y que no han sido consultados en lo absoluto, y los oídos sordos de las autoridades que no atienden sus reclamos. Les quieren imponer de modo autoritario un proyecto que sólo va a beneficiar a los inversionistas privados.

La otra bomba de tiempo es el drenaje pluvial en la capital y zonas aledañas. La última tormenta que padecimos el pasado lunes 18 de agosto dio muestras de la incapacidad del gobierno estatal y municipal para resolver un problema muy severo que tiende al alza. Seguramente, estimado lector, usted lo padeció en carne propia, y si no, bastaba con ver las imágenes increíbles publicadas en los diarios locales, que nos llenaron de estupor al ver fotografías que sólo asociábamos con las grandes inundaciones de estados del sureste del país y no con nuestra venerable tranquilidad provinciana. Verdaderas imágenes apocalípticas del desastre provocado por las lluvias: casas totalmente inundadas, gente caminando por las calles con el agua hasta la cintura, automóviles arrastrados por la corriente, calles convertidas en ríos de gran caudal y un largo etcétera.

Lo más penoso del asunto es que la cobertura periodística de este suceso se quedó en las primeras planas y en las páginas de la nota roja, es la tendencia que he bautizado como periodismo epidérmico: sólo se reporta el hecho desde la superficie, es la nota sensacionalista de un desastre, pero no se hace periodismo de investigación; no se realiza una reflexión periodística crítica y propositiva; no se señala a los verdaderos responsables del desastre y sólo se hacen señalamientos vagos de que, ahora sí, las autoridades le van a dar solución -con el ostentoso nombre de “Plan Maestro Pluvial para la Zona Metropolitana”- a un problema que no han querido voltear a ver en años.

En fin, más de lo mismo, pero lo que debería ser verdaderamente preocupante para Calzada, además de estas piedritas en el zapato, es el papel de sumisión y aplauso de la domesticada prensa local (con sus honrosas excepciones); un ejercicio periodístico que nunca le va a permitir crecer como gobernante, en donde la ausencia total de crítica es el signo más alarmante y que a nosotros, como sociedad, nos convierte en pasivos y complacientes observadores de una realidad ficticia que se empieza a derrumbar por su propio peso.

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