El Tartufo del SUPAUAQ: mal augurio para estos momentos divididos
Por Cristian M. Padilla Vega
Ante la retórica trapecista del secretario general del SUPAUAQ, en torno a su postura obtusa de emitir un desplegado, en el cual se convertía en juez, sin atribución alguna, poniéndose en ridículo no sólo él, sino a nuestro sindicato, que es lo que a mí me interesa, me permito escribir este artículo de opinión, respaldado por más de nueve años de colaboración en este medio como reportero y articulista.
Ángel Balderas Puga, no acaba de entender que esto no es una cuestión personal, su desmesurada vanidad le hace pensar que yo tengo algo de carácter privado para con él, aclaro, para mí lo único trascendente en torno a él, al no ser ni mi conocido, mucho menos amigo o familiar, es que como secretario general no está cumpliendo con una postura imparcial, que le permita ser un digno representante de todos los agremiados.
El lunes 14 de noviembre acudí, junto a dos docentes investigadores de la Facultad de Psicología, lugar donde doy clases en el área básica, así como en la Maestría de Psicología del Trabajo, a un Consejo Consultivo sindical, donde fuimos agredidos verbalmente (nos gritó en repetidas ocasiones) por Ángel Balderas. Esto, por diferir de la determinación de publicar un desplegado donde se señalaba, escuchando sólo a una de las partes, como amenazadora a una directora de Facultad, expresamos que nos parecía fuera de lugar, que los tiempos electorales demostraban otra cosa que una simple defensa laboral, como él alegaba, yo le señalé además, de frente y sin intermediarios, que era risible que nos quisiera hacer pensar que aquello no tenía un carácter político.
También le señalé, que yo no era insensible a las supuestas, cabe mencionar que aún no se comprueba nada, amenazas de que trabajadores “con sus pequeños niños” quedasen sin un sustento económico, tan no lo soy, y esto debe de constar en el acta de aquel día, que yo fui removido de una coordinación, sin razón justificada en la Ley Federal del Trabajo, perdiendo la mitad de mi sueldo, siendo también padre de familia, sólo que a diferencia de él, no quise hacer una comedia patética, que se pudiese utilizar políticamente, como él sí lo hizo, y lo vuelve a hacer en su artículo del Tribuna de Querétaro, número 602.
Atrapado en su propia retórica contradictoria, Balderas me dijo, que estaba equivocado, que él no negaba que todo en nuestro contexto tenía un carácter político, que él mismo era de los que sostenía esa idea. Inmediatamente, continuó con su rebatinga, ante los continuos cuestionamientos de ex delegados sindicales, maestros de otras Facultades en activo y jubilados, de que aquello era meramente laboral y se rasgaba las vestiduras, igualito que el Tartufo de Moliére (diciendo y haciendo otra cosa): “Por Dios te pido, hermano, no te enfurezcas, antes que él sufra por mí el menor rasguño, deseo que se me aplique a mí el más duro de los castigos”. La farsa, también con tintes, del estilo español del Siglo de Oro, “a pedradas y garrotazos”, no funcionó muy bien, pues varios maestros expresaron su decepción con esta manera de actuar y vociferar.
Posteriormente, pareciera que entra en una sobria razón y publica, a nombre del Comité Ejecutivo nuevamente, otro desplegado, en el que reconoce sus excesos. Nosotros lo único que le señalamos, y consta en la citada acta de aquel 14 de noviembre, que estábamos completamente de acuerdo en que defendiera a los agremiados, pero hasta tener las pruebas y los juicios de las autoridades competentes no debía tomar parte, puesto que estaba politizando el asunto.
Pero aquello también fue una pantomima, ahora publicó una carta, dirigida a mi persona, en la que desdeña, al más puro estilo stalinista, a los que diferimos de él, a un servidor y a tres doctores de la Facultad de Psicología nos acerca a la insignificancia de un troll, a sabiendas que tenemos nombre y apellidos, que mis compañeros son académicos de tiempo completo, en el área clínica y del trabajo. Curioso que él se jacta de serlo, después de estar becado por nuestra alma mater por tanto tiempo, y cuya titulación de Doctorado aún no se da.
Finalmente, me acusa de extrañar el viejo sindicalismo blanco, otro trapecismo retórico, se le olvida que como representante de nosotros los docentes, estamos en el derecho de criticar su actuar como nuestro secretario general, en un ejercicio político, cívico y de responsabilidad, como él mismo lo viene haciendo con otros actores políticos, que como él ostentan un poder representativo, guardando las dimensiones adecuadas, a través de sus artículos.
Así, quien añora entonces, a un cuerpo docente o de representados acrítico ante el poder es él, dice un viejo dicho popular: “No es lo mismo ser borracho, que ser cantinero”.
El problema es que la pérdida de credibilidad que ha sufrido Balderas, y que día a día los docentes comentamos con molestia y desencanto, no busca solucionarla en la autocrítica sino traspolando sus culpas a los demás; si su deseo fue venderse es su problema, pero nuestro sindicato no está a la venta.