Opinión

El tren que descarriló

Por: Salvador Rangel

En el gobierno del presidente Porfirio Díaz Mori, se privilegió la construcción del ferrocarril; en 1876, la red contaba con sólo 638 kilómetros de vías; en 1910 eran 19,280.

La red ferroviaria cubría todo el país; paradójicamente, en esas vías se transportaron los revolucionarios que hicieron que Díaz abandonara el país, a finales de mayo de 1911.

A partir de la revolución, la construcción de vías y expansión de los ferrocarriles fue letra muerta, los convirtieron en una pesada carga al presupuesto, el sindicato fue un gran obstáculo para mejorar la red y a sus trabajadores.

El 23 de abril de 1937, Lázaro Cárdenas, por acuerdo presidencial, expropia los ferrocarriles y el gobierno es el único propietario del sistema.

El sindicato se “oficializó” y los líderes se eternizaron en el cargo, hubo intentos para retirarlos; el 13 de abril de 1959, el líder opositor Demetrio Vallejo, Valentín Campa y 64 coacusados fueron recluidos en la cárcel de Lecumberri, previamente estuvieron confinados 18 días en el campo militar uno. Se les fincaron los delitos de ataques a las vías generales de comunicación, motín y disolución social.

En el gobierno de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976), se pretendió la construcción del Tren Bala México-Querétaro, se invirtió en el rediseño de las vías, se instalaron rieles elásticos, los clásicos durmientes de madera fueron sustituidos por los de concreto hidráulico. México se incorporaría a los trenes rápidos, seguros, eficientes y con horario puntual, casi casi la envidia de los ingleses.

En 1980, en el gobierno de José López Portillo, se adquirieron 30 locomotoras eléctricas por medio de un préstamo de 800 millones de dólares del Banco Mundial, y según promesas, el tren funcionaría a partir de 1982, el trayecto sería de dos horas. Todo era felicidad, después se supo que las locomotoras no servían, que la empresa había maquinado un fraude. Todo quedó en promesas, algunos periodistas investigaron y nada les respondieron, todo quedó en… silencio.

El sistema ferroviario seguía subsidiado, el servicio de pasaje era deficiente, la carga era objeto de robos, no llegaba a tiempo. Y lejos de reestructurarlo, en el gobierno del presidente Ernesto Zedillo, se vendió a empresas extranjeras y el servicio de pasajeros desaparece, únicamente quedó el de carga.

Y ahora, en el gobierno de Enrique Peña Nieto, de nueva cuenta se anunció con bombo y platillo la construcción de un Tren de Alta Velocidad, de primer mundo. La Secretaría de Comunicaciones y Transportes emitió la convocatoria para su construcción, varias empresas no participaron debido a que consideraron que el tiempo para presentar licitaciones era corto, y ganó una empresa china ligada a una mexicana, y vino un conflicto de intereses; la citada empresa es propietaria de la llamada casa blanca que compró la esposa del presidente Peña. El resultado no se hizo esperar, por decisión presidencial, se anuló la licitación hasta nuevo aviso.

Y el nuevo aviso llegó: se pospone por tiempo indefinido la construcción del Tren de Alta Velocidad México-Querétaro; la razón, no hay dinero, los precios del petróleo en el mundo han afectado a la mezcla mexicana, que estaba considera para su venta en 70 dólares y que ahora se cotiza en 40; el dólar se vende, en promedio, en $15.00. En una palabra, el horno no está para bollos.

Pero no nada más se pospuso la construcción del tren México-Querétaro, se canceló definitivamente el tren transpeninsular Quinta Roo-Yucatán, también se ajustaron los presupuesto de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, del Trabajo y Previsión Social, Educación y las paraestatales PEMEX y Comisión Federal de Electricidad. Con estos boquetes presupuestales, adiós a la creación de empleos y a la infraestructura de comunicación.

Y los nostálgicos añoran los ferrocarriles de pasajeros, han quedado en la historia y sólo Dios sabe cuándo habrá servicio. Por el momento…nada más promesas.

rangel_salvador@hotmail.com

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