Opinión

Envenenado a la democracia

Por: Omar Arcega E.

twitter. com/Luz_Azul

En 1988 cuando Manuel Clouthier «El Maquío», era candidato a la presidencia de la República, desde las oficinas centrales del PRI, se elaboraba periódicamente un escrito con formato de artículo de opinión donde se denostaba a los candidatos opositores, este era distribuido entre los periódicos locales del interior del país, estos cobraban están inserciones como publicidad y de la más cara. Cuando este panfleto llegó por primera vez al estado de Sinaloa, el director del único medio escrito dudó en publicarlo, se comunicó lo más rápido que pudo con el “Maquío”, via telefónica le leyó el “comunicado”, al terminar su lectura del otro lado se escuchó la sonora carcajada del candidato panista y le dijo: «Tu publícalo, pero cóbraselos al doble que ese dinero no les vendrá mal». Cuando un panista le preguntó a Clouthier el porqué de esta decisión, el Maquío contestó: «A mi todo mundo me conoce y nadie se va a creer lo que dicen, al contrario cuando la gente lea el panfleto, los van a señalar como mentirosos y eso les va a pegar más a ellos que a mí».

Algo parecido a esto estamos viviendo en el estado de Querétaro desde casi el inicio del proceso electoral. Como parte de las estrategias de campaña, el partido tricolor ha impulsado  una campaña negativa contra los candidatos panistas, especialmente contra Pancho Domínguez. Esta abarca tres niveles: el mundo virtual, las calles y los medios electrónicos. Esta lógica se ha recrudecido en las dos últimas semanas. El discreto quitar lonas de candidatos panistas ha sido dejado a un lado, ahora se hace de forma masiva y burda; del borrar bardas situadas estratégicamente con publicidad pasamos modificar los mensajes denostando a los contendientes. De los señalamientos en medios locales se ha pasado a llevar el tema a las instancias nacionales.

La intensidad de los ataques va en escalada. Y seguramente vendrán proyectiles más fuertes. Con respecto a la ciudadanía yo percibo tres  posibles escenarios.

El primero es que esta campaña negativa aumente el desprestigio no de un candidato, sino de toda la clase política, lo cual se puede convertir en un factor para que la gente no acuda a votar el 7 de junio, y es que cuando dedicas tiempo a decir por quien no votar, pierdes la oportunidad de mostrar tus propuestas y promesas de campaña. A esto sumemos amplios sectores que tienen la percepción de que los partidos «se atacan y no ofrecen nada», entonces tenemos el caldo casi perfecto para la abstención. En una elección así gana el partido que tiene más voto duro y capacidad de movilizarlo. Si esto sucede habrá ganado la apatía ciudadana y esto sería muy grave,  pues un país se nutre de la fortaleza cívica de sus habitantes.

El segundo escenario es más positivo, aunque un poco menos probable, ante el hastío, porque un partido gaste tanto tiempo atacando en lugar de generar propuestas, pudiera ser que los ciudadanos salieran masivamente a votar contra el partido que encabeza la campaña negativa con la finalidad de trasmitirle el mensaje de que los votantes del siglo XXI, están cansados de este tipo de estrategias. Esto nos hablaría que ciertos sectores de la sociedad hayan interiorizado la importancia de su voto y el peso que pueden tener.

Hay una tercera posibilidad, muy vinculada a la anterior, que se le conoce como el «síndrome de la víctima» en el cual la gente se vuelca hacia el partido que considera atacado y hostigado, entonces entre más duros son los ataques, más votos recibe. Este es el escenario que vislumbraba Clouthier en su campaña en el relato con el que inició este artículo.

Más allá de estos escenarios nos deberíamos plantear ¿Qué tipo de elecciones queremos? Al parecer está en el ánimo social privilegiar más la propuesta que el ataque. Pensar que las campañas negativas podrán ser borradas es una ilusión, pues incluso cumplen ciertas funciones necesarias para la definición del voto. Su importancia crece cuando en las elecciones  pesan más los atributos de los candidatos que al partido por el cual son postulados. Su problema es el abuso que se hace de ellas. Y es que es más fácil decirle a la gente por quien no votar que argumentarle las razones de votar por un candidato.

Es importante trasmitir a los partidos que como ciudadanos deseamos campañas de alta calidad, es decir donde se nos muestren las ideas con las cuales buscan alcanzar un mayor bienestar social.  Hacerles ver solo con propuestas les daremos nuestro voto. Esto contribuirá a hacer que este país sea un poco más democrático. Digámosle no a las campañas negativas, pues con ello, el verdadero perdedor es la sociedad.

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