Opinión

Esquizofrenia electoral

Por: Marcela Ávila Eggleton

Tras la oleada de análisis —informados, infumables e inexistentes— que nos hemos visto obligados a leer y escuchar a lo largo de las últimas semanas, van algunas reflexiones que, con base en los datos (aún no oficiales) pretenden discurrir —y discutir— tendencias y discontinuidades del pasado proceso electoral.

Lo primero que habría que plantear es si, más allá de la esquizofrenia electoral, es posible identificar alguna tendencia. Si el regreso del PAN —no sólo a la gubernatura sino a ocupar prácticamente todos los cargos de elección popular en el estado— implica un fenómeno de cambio o de continuidad. Si nos atenemos a los resultados de la elección federal de 2012, donde el PRI tuvo el mejor desempeño desde 2000, pareciera que los electores en Querétaro salieron a las urnas a castigar a su tan bien evaluado gobernador y, también, al gobierno federal. Sin embargo, considerando el tipo de elección y revisando el comportamiento electoral a nivel municipal de los últimos años, la respuesta pudiera ser otra. Lo que parecía ser, a todas luces, un cambio en la élite política, puede vislumbrarse, más bien, como un regreso a la continuidad perdida en 2009.

El PAN pasó de tener 3 presidencias municipales en 1997 a 11 en 2015. Su crecimiento empezó a ser constante a partir de 2000, incluso en el proceso electoral de 2009, cuando a pesar de perder la gubernatura, ganó 9 presidencias municipales. Se ha argumentado que los votos obtenidos por el PAN en 2006 no son representativos de su fuerza electoral ya que se compara una elección presidencial —atípica— con una local; sin embargo, dicha elección evidencia la estabilidad del voto en Querétaro.

El PAN ganó 10 presidencias municipales en 2006 —en la que, hasta 2015, había sido su mejor elección— y, en 2009, a pesar de perder la gubernatura, ganó 9, dos de las cuales —Amealco y Jalpan— ha logrado mantener desde entonces. En términos de la elección federal sí hay una pérdida para Acción Nacional en términos de distritos pero no tan radical en términos de votos.

De este modo, se observa que la gran debacle electoral del PAN en Querétaro no se dio en 2009, como lo pareció en su momento con el triunfo del PRI en la gubernatura, sino en 2012, donde se puede especular sobre el efecto que habría tenido la elección presidencial, en especial el efecto “Madrazo” que vivió el PAN al quedar como tercera fuerza.

Lo que muestran estos datos es que, por un lado, el PAN, a pesar de perder la gubernatura, se mantuvo como una fuerza política competitiva, en condiciones de ser un contrapeso del ejecutivo y, por otro, que el elector presenta un componente estratégico en su voto.

Bajo esta lógica, ni el PAN perdió tanto en 2009 ni resulta sorpresivo su triunfo en 2015. El PRI recuperó 8 ayuntamientos de 2009 a 2012, quedándose con 14 (incluido el municipio de Querétaro) de los cuales, en 2015 no logró conservar ninguno. De este modo, la elección de 2012 sería claramente un caso de elección desviante, esto es, una elección en la que se da un cambio no durable en las preferencias de los votantes ya que es la única en la que, desde 2006, el PAN pierde su tendencia de crecimiento; en la que el PRI gana la mayoría de las presidencias municipales y, particularmente, porque no las mantiene en 2015.

Estos datos nos pueden llevar a reflexionar en torno a que la elección atípica no fue 2015, con el triunfo abrumador del PAN sino 2012, con su derrota; que el estado de Querétaro es una entidad que ha conformado una identidad partidaria más cercana al PAN y que ésta está claramente concentrada en los municipios urbanos con baja marginación, donde se ubica la mayor parte de la población.

Así las cosas, si bien los resultados iniciales del proceso electoral 2015 en Querétaro parecían mostrar, más discontinuidades de tendencias claras, lo cierto es que, a la luz de la competencia electoral de la entidad en los últimos años, es posible decir que Querétaro es una entidad con un claro formato bipartidista de competencia, en el que, Acción Nacional, parece, hasta ahora, tener segmentos más sólidos de votantes probables.

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