Opinión

Fantasmas que matan la democracia

Por Omar Árcega E.

Semanas antes de los comicios del 1° de julio, el candidato presidencial de las izquierdas lanzó frases que revivieron viejos temores, agitaron las aguas con la incertidumbre que generan las dudas. Simplemente dijo que no confiaba en el Instituto Federal Electoral (IFE) ni en los consejeros, después de eso vino toda una avalancha de declaraciones, pero lo más importante es que nos muestra a un México que creíamos superado.

Las reacciones

Esa frase fue procesada de diferentes maneras según los grupos ideológicos. Para sus seguidores más extremos revivió el supuesto fraude electoral del 2006, volvió a calentar odios, inmediatamente salieron a expresar el “peligro” de las elecciones y la parte de la población que aún considera que le fue arrebatada la elección al lopezobardorismo (uno de cada tres) reafirmó su poca confianza en nuestra naciente democracia.

Los seguidores del candidato puntero se indignaron, consideraron, y con razón, que López Obrador estaba preparando las condiciones para no reconocer su eventual derrota, y todos sabemos la tensión social que vivió en esos días el país, algo a lo que a los priistas no les gustaría enfrentarse pues mancharía el aurea que han creado alrededor de su candidato.

Como era de esperarse los más indignados fueron los consejeros del IFE pues se cuestionó su labor, su prestigio personal y profesional se puso en entredicho, pero no sólo eso, con esa declaración quedaban expuestos a las turbas de los más radicales. Llama la atención que algunos de los consejeros fueron propuestos por las fuerzas de izquierda, pues hasta de ellos el mesías tropical dudó.

En blanco y negro

El IFE es una institución que nos ha costado mucho dinero y años consolidar, es la joya de la corona de la democracia en México. Es tal su fortaleza que sobrevivió a los tensos días del 2006, pues del supuesto fraude electrónico el mismo López Obrador terminó deslindándose, de los análisis postelectorales que se hicieron no hubo resultados contundentes que demostraran posibles manipulaciones a gran escala. Lanzar dudas infundadas sobre los órganos electorales sólo los debilita y lo grave es que el árbitro pierde veracidad y sin ésta, renunciamos al país de las instituciones, al imperio de la ley.

El IFE dio a conocer que los partidos políticos han acreditado dos millones de observadores para la elección, a esto sumemos un millón que serán funcionarios electorales. En otras palabras, tres millones de personas verificarán que nuestro voto sea respetado, podremos consultar en tiempo real el computo de las actas, los representantes de los partidos tendrán copia de las actas que se levanten en cada casilla. Las posibilidades de manipulación a gran escala en esta parte del proceso son ínfimas.

Venimos de una tradición donde dudamos de la autoridad, donde las instituciones son vistas con sospecha; como ciudadanos del siglo XXI debemos, sin dejar de ser críticos, abandonar esta mentalidad, sobre todo con organismos que nos ha costado tanto esfuerzo construir.

Sembrar la duda en el IFE o en el TRIFE (Tribunal Federal Electoral) sin tener pruebas confiables y contundentes, es dejar sin legitimidad a aquellos que están capacitados para certificar a los que ganaron o perdieron la elección, esto nos deja en situación de vulnerabilidad, ya que todos alegarán su triunfo, por eso son necesarios los árbitros, para que sobre deseos grupales se imponga el resultado de las urnas.

Donde es posible que haya coacción del voto será fuera de las casillas, los clásicos acarreos de votantes, el ofrecer desde desayunos hasta materiales para la construcción estará a la orden del día, pero ahí el IFE poco puede hacer y si no hay ciudadanos que presenten pruebas a través de los partidos ante la Fepade (Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales), ésta tampoco tiene mucho margen de acción.

La tarea

Aunque la frase suene trillada no deja de ser cierta: el poder está en los ciudadanos. De nosotros depende convencer al vecino, al compadre, comadre o amigo que no se deje sobornar. Que tome lo que le dan, pero que al final ejerza su voto con entera libertad. Si de alguna forma tenemos pruebas de acarreos no dudemos en hacerlas públicas. Todo esto dará una certeza extracasillas que sumada a la certeza intracasillas que nos generan los procedimientos del IFE y los tres millones de mexicanos que participarán, nos debe generar una confianza para los resultados de la noche del 1° de julio. Es irresponsable por estrategia electoral levantar a esos fantasmas de la desconfianza en las instituciones, pues cada vez que ellos se fortalecen, la democracia en México recibe una puñalada y ya conocemos lo que significa vivir sin ella.

twitter.com/Luz_Azul

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