Filosofía popular: letreros de camión
Por Edmundo González Llaca
Éste es el artículo que más tiempo me ha tomado escribir. Siguiendo una tradición brillantemente ya abordada por Raúl Prieto, durante varios años he recopilado los letreros pintados en la defensa de los camiones o al interior de los autobuses, síntesis de humorismo y filosofía; sin duda muchos de ellos dicen más que un editorial. He respetado puntualmente la ortografía y la sintaxis.
Es un paranoico o da un buen consejo: “No me sigas que voy perdido”.
En una camioneta pintada de rojo: “Colorada pero no de vergüenza”.
En un camión que llevaba arena, una aclaración tal vez innecesaria: “Materialista pero no dialéctico”.
No falta el filósofo calvinista: “Si ves que progreso es porque trabajo. No me envidies, ponte a trabajar”.
La educación como medio de ascenso social sigue teniendo su reconocimiento: “Todo por no estudiar”.
Pero más realista en una sociedad competitiva: “Todo por no estudiar en la Ibero”.
En un camión de los cuarenta, un consuelo: “Viejo. . . pero no de todas”.
Determinante: «Si no se anima para qué se arrima».
Advertencia o presunción: “¡Cuidado! Paradas continuas”.
Un financiero: “Subo y no soy dólar, bajo, y no soy peso”.
En un camión viejísimo de carga, la coartada a la imposibilidad: “Los valientes no corremos”.
Una promoción personal y una falta de ortografía en una camioneta con alfalfa: “No ay amor más sincero que el de un ranchero”.
Una denuncia que enorgullece: “Ese fue mamá…”
Sin palabras: “Sólo en las curvas y en los hoyos me detengo”.
El posesivo, con el que por supuesto estoy de acuerdo: “Si no regreso, te vas de monja”.
Con una autoestima desbordada: “Nada más me ves y tiemblas”.
¿Será un homo ludens o eroticus?: “Jugamos. . .”
Algo muy normal en la sociedad de consumo: “Por seguir tus pasos acabé mis pesos”.
El albur no falta: “Si voy despacio tócame la corneta”.
Varias interpretaciones: “Aunque sea para frijoles. . . pero saco”.
La envidia preocupa especialmente: “En domingo voy a misa y entre semana los envidiosos me dan risa”; “Sólo para la muerte no hay envidia”.
Lacónico chofer de un camión de mudanza: “Esto urge”.
Una pregunta sugerente: “¿No habrá modo?”.
Con un desencanto y profundidad que podría firmar Nietszche: “Cansado de seguir la línea”.
En un camión destartalado y sin pintar: “Es más triste andar a pie”.
Por supuesto que los problemas económicos también se resienten en los letreros de camión: “Ay Dios quítame de pobre que lo feo con dinero pasa”.
El Sancho es en el lenguaje popular el amante de la esposa. Curiosamente, en algunos sectores humildes de la población, el personaje provoca una combinación de irritabilidad y humorismo: “El Sancho es como el diablo…No se ve pero sí existe”.
No sabemos si la afirmación de la identidad incluye la ostentación de la mala ortografía: “Asy soy y qué”.
Una súplica conmovedora en una destartalada camioneta de carga: “Déjenme tomar resuello”.
Una verdad brutal: “Dios perdona…el tiempo no”.
La lógica de Descartes se queda chica: “Si las mujeres fueran buenas… Dios tendría una”.
Una irónica invitación: “Aproveche, gratis, todo pagado. Visite las Islas Marías”.
No aclara si sus excesos los realiza en tierra o abajo del agua: “Dios me ayuda, pero yo abuzo”.
Ligón o simplemente amistoso: “Hola. ¿Qué tal?”.
Entre los materialistas también se dan los ingenuos: “Era la primera vez”.
No faltan los soberbios: “¿Quién eres tú sin mí?”; “Soy como el Chicléts Adams, me mascan pero no me pasan”.
Calderón de la Barca estaría de acuerdo: “Para mí la vida es un sueño”.
Los albureros son imprescindibles: “Muébete que me voy”; “El de adelante es mi viejo”; “Por cuanto me lo das $. . .”
Hay gusto por el juego de palabras con otros textos y nombres: “Peligro. ¡Parrandas continuas!”. “La nave del jodido”.
La presunción de la fecundidad: “Por si no vuelvo, lo bautizas”; “Al mal paso darle Gerber”; “Más vale prevenir que bautizar”.
Bilioso o sincero, este camión de mudanza: “¡Otro coraje!”
Se recuerdan los refranes rancheros: “El que temprano se moja tiene tiempo de secarse”.
Para bien o para mal: “En caliente ni se siente”.
En el rudo ambiente de los choferes se dan también los sugerentes: “Y no es todo. . .”; “Interpreta mi silencio”; “Espérate a que amanesca”.
Se reconoce la inclinación a la violencia: “La tuya”; «No le busques”.
En el interior de un autobús urbano, el texto de un hombre indudablemente veloz: “Suben señoritas, bajan señoras”.
Hay profundas inclinaciones filosóficas: “¿Cuál sufrir?”; “Piensa bien y vivirás mejor”;
“Tu camino y el mío”; “Vive y deja… rodar”; “Todo por nada”; “Dejar de luchar es empezar a morir”; “Voy y bengo”; “Es inútil llorar”; “Tenga usted más juicio que prisa”; “Sólo para morir no hay envidia”. En la caseta de un camión de Pemex: “Mi cárcel”.
Existe un profundo misticismo: “Nada sin Dios”; “Si Dios conmigo… ¿Quién contra mí?”; “Si hablaron mal de Cristo qué no dirán de mí”.
Conocimiento bíblico que no anula el humor: “Sedoma. . . y De Gorra”; “Te dí compañera y no…sirve”; “A Dios le debo la vida y a mi suegra la comida”.
Los problemas del corazón no tienen profesión ni oficio aborrecido: “Me voy pensando en ti”; “Si por amor te fuiste. . . por celos volverás”; “Prefiero vivir en el temor de perderte. . . que en el dolor de nunca haberte tenido”.
Descaro o gala de sinceridad: “Voy a una transa”.
Tal vez un aviso a los acreedores: “No es herencia, me la fiaron”.
En el interior de un autobús urbano en la ciudad de Tijuana: “Ni el diamante más hermoso vale más que su vida. Recórrase para atrás porque el chofer tiene SIDA”.
Cuando leemos este derroche de imaginación y humorismo, bien podemos estar tranquilos. Tenemos en el talento y agudeza de nuestro pueblo, un patrimonio invaluable que sin duda nos hará salir adelante de cualquier crisis.
Espero sus comentarios y letreros de camión en www.dialogoqueretano.com.mx donde también encontrarán mejores artículos que éste.