Opinión

Final de partida 2011

Por José Luis Álvarez Hidalgo

El tiempo, el tiempo… ¿por qué siempre se atraviesa en nuestro camino?

JLAH

Pequeña plenitud perdida en el vacío…

Samuel Beckett

Los textos aludidos con anterioridad, a modo de epígrafe para este artículo, muestran la sensación apabullante que suele invadirme al final de un ciclo. El título de esta entrega corresponde a una obra teatral escrita por el dramaturgo Samuel Beckett y es la que propicia esta breve reflexión: estamos llegando al final desde que decidimos irnos, emprender la partida. ¿Irnos hacia dónde? ¿Llegar al final de qué? No sé dónde estamos y tampoco sé qué hacemos aquí. Esta sensación de vaciedad es la que me embarga a fin de año y basta para ello voltear a nuestro alrededor y descubrir que nada ha cambiado, que todo sigue igual y que las fuerzas oscuras que nos oprimen se han robustecido con el paso del tiempo y nada parece alejarlas de nuestra presencia. Nos ensombrecen cada vez más.

Las fuerzas oscuras a las que me refiero líneas atrás no son parte de una vana invención, no son fantasmagóricas, abstractas o un recurso metafórico, no; son reales, poderosamente reales y la amenaza que ejercen es de verdad, concreta, certera. Podríamos citarlas como los tres jinetes del apocalipsis contemporáneo y ya están aquí.

El primero de éstos es la criminalidad desquiciada que nos invade por doquier, el baño de sangre en que estamos inmersos y que parece no tener fin. Nos dice la psicóloga Gabriela Fénix que la palabra que más escuchamos todos los días es asesinato. Las noticias que nos aturden desde los medios de comunicación hablan de un asesinato tras otro, de 50 mil muertos, muerte, crimen, asesinato, más muerte, hasta la locura.

Estas palabras perforan la conciencia y se quedan ancladas en nuestra conciencia y taladran más y más. De allí que nos vistamos con el ropaje de la aparente indiferencia y busquemos desahogar esta afectación a través del empleo sistemático de dispositivos de comunicación avanzada para evadirnos y comunicarnos de otra manera: a través de la nadería comunicacional del Facebook y del Twitter, ídolos cibernéticos de la posmodernidad, y que nos facilita la creencia de que no está pasando nada y de que todos estamos bien y que todavía nos queda la esperanza de la prometida felicidad.

El demonio del consumismo va aparejado con lo anterior, dado que para ejercer la ciber-comunicación son necesarios aparatos de alta tecnología que se venden caros y se venden como pan caliente, atolondran incesantemente la mente de los niños, jóvenes y adultos, y provocan un desquiciamiento global comunicacional que se vuelve el cáncer de la modernidad.

Los niños están atrapados en esta intrincada red y no sólo no quieren escapar de ella, quieren ser envueltos totalmente en ese manto cibernético y sumirse hasta el fondo en ese alucinante mundo que ya fue previsto por los hermanos Wachowski en su película Matrix.

El tercer jinete de este apocalipsis posmoderno es el más temible de todos: los medios de comunicación masiva y, muy en especial, la televisión. Ya lo dijo el periodista Javier Solórzano en un seminario en la UAM-Xochimilco: México es un país televisivo; y también coincido con las sentencias flamígeras de un analista de medios como lo es Jenaro Villamil: Televisa tiene todo el poder y quiere tener aún más. En una palabra, Televisa tiene la culpa de todos nuestros males como sociedad (esto lo digo yo). También coincido con el columnista Jorge Moch cuando escribió en uno de sus artículos que el pueblo de México tiene la televisión que se merece y que la responsabilidad que tenemos como audiencia, como receptores de los mensajes televisivos, es muy grande y en eso somos bastante irresponsables.

Basta hacer un mínimo sondeo para dar cuenta que en nuestro país sólo vemos televisión basura (la que hace Tv Azteca y Televisa, por supuesto) y que muy pocos apreciamos y consumimos la comunicación alternativa a través de la televisión educativa y la radio cultural y nada, sólo nos gusta tragar mierda.

La cereza que corona el pastel es dar cuenta, a través de la investigación de Jacobo Pichardo, en este mismo medio, que la prensa local dedica el 99.3 de sus notas a lo que la Coordinación Social de Gobierno del Estado denomina “información positiva”; esto quiere decir que casi todas las noticias de las que informan los medios locales: radio, televisión y prensa escrita, son notas que destacan y elogian las tareas de gobierno en todos los ámbitos. Es decir, que en Querétaro tenemos un gobernador perfecto. ¡Aleluya!

Éste es el fin de partida, se nos acaba el año y vemos, no sin tristeza, que estos tres jinetes galopan como caballos de hacienda en el territorio mexicano de la impunidad y la indolencia. Sólo nos queda el coraje de seguir luchando a la contra hasta el fin.

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