Opinión

Fuentes y la Literatura Revolucionaria Institucional

Por Rubén Cantor Pérez

De acuerdo con Heriberto Yépez, la reciente muerte de Carlos Fuentes marcó el fin de una era para la Literatura Revolucionaria Institucional, corriente que también incluía a Octavio Paz.

Este movimiento, denominado así por el propio Yépez, conjunta a “autores revolucionarios –de estética vanguardista– e institucionales –apoyados por el aparato del Estado–: Vanguardistas Tradicionales”. Ésos que controlaban “La Mafia” cultural en la época priista, donde eran amos y señores de lo que se publicaba, por ejemplo, en el Fondo de Cultura Económica.

En la actualidad La Mafia y la Literatura Revolucionaria Institucional se prolongaron con Héctor Aguilar Camín –con su grupo Nexos– y Enrique Krauze –con su editorial Clío y la revista Letras Libres–. Ambos casi tienen su exclusividad con Televisa, empresa de la que son voceros y defensores férreos, como lo dejó ver claramente Aguilar Camín en su entrevista con Carmen Aristegui (Noticias MVS, véase el fragmento en el siguiente enlace http://youtu.be/eVUfwRRYK24), ahí el escritor, cual niño en berrinche, ataca al periodista Jenaro Villamil y al medio en el que éste labora, Proceso, queriendo dar lecciones de buen periodismo para limpiar la imagen de su casa Televisa, exigiéndole “periodismo de calidad, de credibilidad y de seriedad”, para rematar diciendo: “tu credencialita de Proceso me da exactamente igual (…) no respetas las reglas y no tienes credibilidad suficiente”. El soldado de Azcárraga ha hablado.

Fuentes ya había documentado estas trayectorias. La novela La muerte de Artemio Cruz dibuja la misma ruta que siguen los intelectuales revolucionario institucionales, la que paradójicamente repitió el autor. Todo comienza con un deseo honesto de cambiar al país, de “revolucionarlo”, de borrar los vicios del sistema, sin embargo al final la rueda aplasta al individuo y lo incorpora a su girar. Artemio Cruz muere convertido en un magnate de los medios, una voz influyente que se inclina ahora por los monopolios y que ha sucumbido al poder que antes despreciaba. Octavio Paz nos regaló una muestra interesante de este sucumbir, al ser retratado sonriente con Salinas de Gortari, así como Carlos Fuentes en el 2006, tras las cerradas elecciones, apoyó el que no se recontaran los votos y que se respetara la imposición de Felipe Calderón.

Esa peligrosa relación que entablan los intelectuales con el poder es lo que termina desgastándolos y lo que los coloca en una comodidad tal que su visión crítica se evapora. Ahí están ellos aceptando embajadas y premios que no son de a gratis. Son todos unos Artemios que a veces ni ante la muerte se arrepienten. Por fortuna una de las últimas declaraciones de Carlos Fuentes golpeó a ese dinosaurio tricolor que antes lo cobijaba: “Este señor (Enrique Peña Nieto) tiene derecho a no leerme. Lo que no tiene derecho es a ser Presidente de México a partir de la ignorancia, eso es lo grave.”

Más que recordarlo por sus últimas obras, convendría más la pena recordar esta declaración, que seguro les caló hondo a Aguilar Camín y a Krauze, quienes ojalá realmente llevaran a la práctica su defensa de la credibilidad y de la seriedad.

 

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