Opinión

¿Hay vida antes de la muerte?

Por Edmundo González Llaca

Mis pérfidas intenciones eran escribir sobre otro tema, pero un lector me pide que siga abordando la cuestión del amor. Lo hace con vehemencia y amenaza, incluso, en caso de que no cumpla su petición, con no volver a leerme. Yo que soy muy facilito con gusto le respondo.

¿Qué nos dicen los primeros pensadores respecto al amor? Platón es el primero en tratar de identificar las características de este sentimiento. Cuando el genial griego enfrentaba dificultades para transmitir un pensamiento recurría a alegorías. Relatos en los que las ideas tomaban cuerpo en los seres humanos, en el tiempo y en el espacio; pues para los griegos la palabra “idea” tenía la misma raíz que la palabra “ver”. Una de las más hermosas alegorías es la del amor.

 

Según esto, una mujer llamada Inventiva, tuvo un hijo al que bautizó como Expedito y que, como ella, no era inmortal. El día que nació Expedito se festejaba a Venus Afrodita, diosa de la belleza –aunque claro, “no hay Afrodita sin Eros”– la que para celebrarlo organizó un festín. Expedito tuvo el honor de que lo invitaran. Deslumbrado por la divina asamblea –o deprimido por el nombrecito que le habían puesto– bebió más de la cuenta, salió al jardín y en una glorieta se quedó a dormir la mona.

Atraída por los olores de los manjares del divino y humano reventón, acudió al lugar una mendiga llamada Apurada, a la que por supuesto los guardias le negaron la entrada. Apurada no se acobardó y utilizó ingeniosas estratagemas hasta que logró pasar al jardín. Lo primero que se encontró fue a Expedito, y se impresionó a tal punto de su belleza, que se olvidó de los apuros gastronómicos, motivo de su presencia en la fiesta, y se acostó con él y le dio un muy humano arrimón, aprovechando el estado semi-inconsciente del Expedito. De esta unión nació el amor.

Las interpretaciones a Platón son diversas. Pero vale subrayar que el amor nace en el jardín de los dioses, bajo el signo de Afrodita, diosa de la belleza, pero es engendrado por dos seres que no son inmortales, es decir, no pertenecen a la estirpe de los “satisfechos”. Tiene la belleza, el embrujo, la suerte de su padre. Pero también es sufriente, adolorido, imaginativo y valeroso; tiene que mendigar como su madre. Lo podemos encontrar sucio, con los pies desnudos durmiendo bajo el umbral de una puerta, pero es mágico e irresistible. Está a la mitad del camino entre la opulencia y la carencia, entre la sabiduría y la ignorancia, entre lo mortal y lo inmortal. Es el umbral para alcanzar “la vida ascendente”. Cabe decir que en ninguna de las interpretaciones se afirma que es necesario estar borracho como Expedito para poder enamorarse.

Lo cierto es que el amor es una cuestión histórica, un impulso cultural, sometido a una dialéctica social, a una realidad económica. Eso que vagamente llamamos “sistema”, contribuye determinantemente a la formación de un tipo de relaciones personales. Quien lo dude que compare el amor que practicaban los musulmanes en el siglo X con el que se acostumbra hoy en día, en un país convertido en una inmensa narco-fosa.

Hace 10 siglos, en la Córdoba musulmana, los enamorados se fatigaban de puros suspiros, se regalaban pañuelos, mechones de pelo, mondadientes mordisqueados, se mandaban cartas por medio de palomas mensajeras, las que escribían –sin el más mínimo temor al SIDA– mezclando la tinta con lágrimas o con saliva. Relaciones plagadas de alcahuetes, custodios, espías, chismosos. Afectos peligrosos en los que se podía morir por esa abstracción llamada amor, o por esa concreción llamada daga, de un padre o aristócrata celoso.

Era un amor que invitaba a la fantasía, a la actividad creadora, y que utilizaba a la represión como fórmula para intensificar el placer. Pero, sobre todo, el amor era sinónimo de arrebato, desvarío, fuerza ciega, sin razón, sin control. Qué mejor testimonio de este amor, que el poeta de la época Ibn Hazm de Córdoba.

“Es el amor una dolencia rebelde, cuya medicina está en sí misma, si sabemos tratarla; pero es una dolencia deliciosa y un mal apetecible, al extremo de que quien se ve libre de él reniega de su salud y el que lo padece no quiere sanar. Torna bello a ojos del hombre aquello que antes aborrecía, y le allana lo que antes le parecía difícil, hasta el punto de trastornar el carácter innato y la naturaleza congénita. Por el amor, los tacaños se hacen desprendidos; los huraños desfruncen el ceño, los cobardes se envalentonan; los ásperos se vuelven sensibles; los ignorantes se pulen; los viejos se la dan de jóvenes; los ascetas rompen sus votos, y los castos se tornan insolutos.”

Hoy por hoy, no hay duda, el tributo del “progreso” se ha cargado sobre el amor. ¿A quién invita la competencia despiadada, la gran urbe, la exaltación del éxito, la división del trabajo, la mecanización, el desempleo, la publicidad, la sobreproducción industrial? En primer lugar a un lenguaje directo y descarnado: “Creo que podemos hacerla. Tú a mí me pasas”. “Yo, cuando te veo, torn mion (turn me on)”.

En segundo lugar, a peticiones de relaciones amorosas que semejan solicitudes de empleo, y que aparecen en las secciones de “corazones solitarios” de las revistas o en los “avisos de ocasión” de los periódicos: “Busco novio con título profesional”; “que tenga posición desahogada”; “que me otorgue estabilidad económica”; “que no me haga perder el tiempo”. Entre las más idealistas: “No me importa que sea pobre, pero que tenga trabajo fijo”.

Creo que si se cotiza en el ISSSTE o en el Seguro Social las oportunidades de amar aumentan.

Realmente la actual convivencia no auspicia el amor, a pesar de lo que afirmen los comerciantes. En una estructura económica que exalta la acumulación y el individualismo, ¿puede alguien tener el deseo de compartir su dinero? ¿En una sociedad en la que existe toda gama de libertades, existe alguien que quiera someterse a los gustos e imperativos del otro? ¿Ahora cuando hay una gran diversificación libidinal, sin los problemas de antaño del romance, habrá algún masoquista que se reduzca a una pareja? ¿Si lo valorado por la gente es lo seguro, existirán voluntarios para lanzarse al precipicio de incertidumbres que es el amor?

El problema existencial permanece: sólo amando puede haber vida antes de la muerte.

Espero sus comentarios en www.dialogoqueretano.com.mx donde también encontrarán mejores artículos que éste.

Jicotes

Guerra Sucia

No hay duda, el Presidente Calderón está utilizando como arma de campaña la denuncia de corrupción contra los gobernadores priistas, sean actuales o pasados. Al de Veracruz lo denunciaron por trasladar millones de pesos en un maletín, en esta época de bancos e Internet; a Moreira, ex de Coahuila, de falsificar documentos y endeudar a su estado; hay tres acusaciones de ligas con el narcotráfico de tres ex gobernadores de Tamaulipas. No es admisible que la única defensa de los priistas sea gritar a los cuatro vientos de que se trata de una guerra sucia. Obviamente se trata de una guerra, pero eso no les quita la presunta culpabilidad, sólo sabremos si es sucia si prueban su inocencia. Mientras tanto… (Publicado el 16/Feb/12)

Lo “oscurito”

No hay investigación que se haga sobre el avance democrático en los estados de la República en la que Querétaro no esté clasificado dentro de los estados más atrasados. En otras palabras, la transparencia, el acceso a la información, la rendición de cuentas y la participación ciudadana son carencias de la vida política. En la última investigación realizada por Fundar y Artículo 19 sobre gastos de contenido propagandístico, se repite lo mismo: en Querétaro hay opacidad, desinformación y falta de control. Lo “oscurito” nos inclina a pensar en lo peor: trácala, dispendio y corrupción.

 

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