Homofobia, magia, matrimonio, familia.
Punto y seguido
Por: Ricardo Rivón Lazcano / rivonrl@gmail.com
Sabemos que la jerarquía eclesiástica mexicana está, más que enojada, asustada. La pérdida paulatina de poder e influencia, si bien secular, se manifiesta marcadamente en los últimos lustros, en los años recientes. Sus miedos no provienen directamente de lo perdido en sí, sino de la incertidumbre y la desorientación; en breve, el miedo de no saber qué hacer.
Las concurridas marchas del pasado 10 de septiembre son vistas como éxitos por sus promotores y participantes. Esperan para el próximo sábado 24 refrendarlo. Sin embargo, cabe una hipótesis alternativa: el supuesto éxito de las marchas será revertido por la deliberación pública, sobre todo en redes sociales con un sólido apuntalamiento en la opinión publicada.
Ioan Petru Culianu definió la magia como una ciencia del imaginario. Método, teoría y técnicas exploran ese imaginario con medios propios y pretende manipularlo más o menos según su voluntad.
Fue Giordano Bruno quien desarrolló al máximo dicha ciencia. La magia es un método de control sobre el individuo y los medios de comunicación, basado en el conocimiento profundo de las pulsiones eróticas personales y colectivas. Es fácil suponer –y aceptar- que la magia es el antepasado lejano de la psicología social aplicada, la psicología de masas, la sociología y en menor medida del psicoanálisis.
La magia –esa magia medieval-, va dirigida a la imaginación humana, donde intenta suscitar impresiones persistentes, por lo que es una ciencia para la manipulación de fantasmas. Y fantasmas son las ideas, las creencias, todo eso que se mueve en el imaginario individual y colectivo.
El cristianismo institucionalizado en la Iglesia católica, sabemos, fue la fuerza y el poder hegemónico durante la larga Edad Media occidental. Desarrolló saberes metódicos y técnicas muy bien diseñadas para manipular mentalidades, para controlar las imaginaciones. La magia fue la pieza principal de su gran poder.
La mágica manipulación de las conciencias es tan eficaz que, en ciertos individuos -hombres y mujeres-, profesionales en actividades estrechamente relacionadas con la ciencia, permanecen, en ciertos temas, adormecidos por una especie de irracionalidad, sin que esto signifique que claudiquen a la hora de debatir. Al contrario, están dispuestos a defender hasta el ridículo, falsedades como «La familia y el matrimonio son instituciones naturales», «El matrimonio igualitario daña a la familia o a los niños», «La homosexualidad es enferma, antinatural y dañina».
Nietzsche
-No hay un único modo de experimentar la condición de hijo, como tampoco la hay para la del matrimonio.
-No se puede llamar matrimonio a una relación por el solo hecho de haber sido bendecida la unión por un Dios, si no son dos personas victoriosas de sí mismas y dueñas de sus virtudes.
-Tampoco se trata de elegir mucho porque de todos modos se puede uno estropear la vida para siempre.
-Está aquel que busca a alguien para que le sirva y luego es él el que se convierte en su siervo.
-O tal vez desee un ángel por esposa y aunque sea muy astuto para otra cosa se vuelve ciego cuando se trata de elegir mujer y casi siempre es el instinto animal el que a ambos los guía.
-Es mejor romper un matrimonio que arruinarlo con mentiras. Los mal casados no se saben vengar y son los que hacen pagar a los otros el hecho de no poder ser libres.
-Hay que probar un tiempo breve para ver si son capaces de tener un buen matrimonio, porque es una gran cosa para dos personas poder estar juntos.
Schopenhauer
Luego del matrimonio debemos esperar:
-¡Dispendio, preocupación por los hijos, cabezonería, caprichos, vejez o fealdad al cabo de algunos años, engaños, cornamenta, antojos, ataques de histeria, amantes y el infierno y el diablo!
-La mujercita exquisita se convertirá en un ama de casa mentirosa e ingrata que no dudara en traicionaros un buen día. Y usted, señorita, no crea en la felicidad eterna junto a su príncipe azul: su vida está condenada a oscilar como un péndulo del dolor al aburrimiento.