La elefanta Judy
Sólo para nostálgicos…
Por: Salvador Rangel
Las ciudades como las personas cambian, se transforman y las historias cuando se recuerdan dan la impresión que han sido inventadas, que no existieron, únicamente en la memoria o es mentira de quien las narra.
Las historias y leyendas urbanas existen, pero con el trajinar diario y la falta de memoria y tiempo se pierden, quedan llenas de polvo, a nadie le interesan, de tal suerte que se pierden, se olvidan y quien las vivió también se pregunta “¿de verdad existieron o son producto de mi fantasía o de vapores etílicos?”
Es por ello que es conveniente revisar la memoria, como cuando encontramos un cajón y revisamos su contenido y cada objeto nos trae recuerdos y como cuentas de rosario se desgranan los acontecimientos, unos gratos, otros… mejor tratar de olvidar.
La ciudad de México ha cambiado mucho, más bien la han cambiado y con ello los recuerdos han quedado en el olvido, a menos que los pocos que lo vivieron lo tengan en su mente, otros ya se fueron de este mundo.
No todos recuerdan el gobierno (1952-1958) de Adolfo Ruiz Cortines, el que heredó de Miguel Alemán Valdés problemas económicos que derivaron en la devaluación del peso el sábado 17 de abril de 1954, y el dólar que costaba ocho pesos con 50 centavos pasa a 12 pesos con 50 centavos.
El gobierno que otorgó a la mujer el derecho a votar y ser votada, en julio de 1955.
El 15 de abril de 1957 fallece Pedro Infante en un accidente de aviación en Mérida, Yucatán. Y el periódico Ultimas Noticias primera edición vende 513 mil 418 ejemplares y en su segunda edición 207 mil 645, lo que hace récord para la época.
El 8 de febrero de 1956, fallece el arzobispo de México, Luis María Martínez y Rodríguez, hombre que convivía con políticos, ateos, artistas, toreros y querido por el pueblo.
Sexenio en el que un temblor, a las 2:48 de la mañana del 28 de julio de 1957 derribó el Ángel de la Independencia.
El 17 de noviembre de 1958, el Papa Juan XXIII, nombra al primer cardenal mexicano, José Garibi Rivera.
Y dentro de estos recuerdos viene a la memoria el episodio de la elefanta Judy. El 30 de julio de 1958, llegaba en la madrugada, tres de la mañana, a la estación ferroviaria de Buenavista, un tren que transportaba cinco elefantes. Cuatro de ellos el circo Ringling Brothers los vendió por la cantidad de tres mil dólares al zoológico de la ciudad de México. Judy era un regalo.
Y Judy, tal vez presagiando el futuro que le esperaba al estar en cautiverio en un zoológico, lejos de los aplausos y el reconocimiento del público, o tal vez la asustó el silbato del tren, se zafó de sus cadenas y emprendió una extraña aventura, deambular por las calles de la ciudad de México en la madrugada.
Sí, parece como cuento, una elefanta por las calles de la ciudad de México, como si fuera una parroquiana salida de un centro nocturno.
Los domadores trataron de controlarla, pero fue imposible, la elefanta de 30 años de edad salió a las calles de la colonia Santa María la Ribera, transitó por Insurgentes, Naranjo, Sor Juana Inés de la Cruz, Carpio y llegó a la estación de gasolina en la esquina donde está el jardín de Santa María la Ribera, y aquí empieza la “leyenda urbana”, un hombre que salía de una fiesta se dirigía a su domicilio en la calle de Santa María la Ribera, vio a la elefanta y trató de agarrarla por la cola, al fin era producto de su borrachera, pero no, era real, la elefanta lo atrapó con la trompa, lo arrojó al suelo y lo pisó. Ahí quedó el novel cazador de elefantes.
Después la elefanta, ya encarrerada arremetió contra una patrulla cuyos tripulantes trataban de detenerla como si fuera una infractora al Reglamento de Tránsito y ponerse de acuerdo con unos pesos, pues no, la patrulla quedó para la chatarra.
Los domadores hacían intentos por controlarla, la elefanta llegó a la colonia Anáhuac, despertó a moradores de una vecindad y causó estropicios.
Siguió su camino y quedó atrapada en una privada de la colonia Anáhuac, el regente del DF, Ernesto P. Uruchurtu estaba el pendiente de la aventura paquidérmica que vivía la ciudad y al comunicarse con los domadores decidió que la elefanta Judy fuera sacrificada, uno de ellos disparó siete balas calibre 45 (¿tendría permiso para portar armas exclusivas del Ejército?) y un policía, de nombre Adolfo Carrillo, le disparó siete proyectiles con su reglamentaria Star 38.
Y los nostálgicos, recuerdan a la elefanta Judy, cuyo cadáver fue plenamente identificado por las autoridades, pero no robado de la funeraria donde la velaron.
rangel_salvador@hotmail.com
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