Opinión

La imposible continuidad

Por Ricardo Rivón Lazcano


¿Por qué negar la política?

–Cuando una rectora o rector, director o directora de nuestra Universidad han sido reelectos ¿modificaron sus programas de acción radicalmente?, ¿renunciaron a la continuidad de sus propósitos, aun los más exitosos?

 

Cuando transitamos en los últimos 18 años, como institución, de las gestiones del ingeniero Alfredo Zepeda Garrido a la de la maestra Dolores Cabrera Muñoz y luego a la del maestro Raúl Iturralde Olvera, ¿hubo alguna especie de revolución o reforma radical en sus liderazgos?, ¿hubo una renuncia, un borrón y cuenta nueva en torno a la estructura institucional, a la cultura organizacional, a las fortalezas heredadas (que, por lo demás, no son atribuibles sino a toda la comunidad de profesores, estudiantes y trabajadores administrativos)?

 

Nada de eso. El sino distintivo es precisamente la continuidad, entendida ésta en el sentido más positivo, es decir, la que en los hechos da funcionalidad y viabilidad a nuestra Universidad. Una continuidad que permite la autocorrección. Lógica institucional en la que los problemas nunca se resuelven para siempre.

 

La continuidad como una especie de estática perenne, es, o una ilusión, o una idea moldeada para usarse cómodamente al gusto de la retórica o franca demagogia del pensador que la usa.

 

Los períodos rectorales mencionados tienen sus propios distintivos. La rectora Dolores y los dos rectores mencionados tuvieron (el de Raúl Iturralde finaliza en enero de 2012) aciertos y errores, virtudes y debilidades, cada uno respondiendo con entereza a los desafíos que en su momento les planteó el entorno y el juego interno de fuerzas. Cada uno sabe lo que hizo y qué no hizo correctamente, o qué pudo haber hecho mejor. Pero ellos mejor que nadie saben que el margen de actuación caprichosa es sumamente reducido, tanto como el de cada uno de los universitarios en su espacio de actuación.

 

Podríamos decir que lo único real es, justamente, la continuidad, no la fraseológica demagógica, realidad que posibilita el ajuste, la recuperación de lo mejor de nosotros mismos como comunidad y la innovación adaptativa a un mundo cada vez más complejo y desafiante.

 

Mi reflexión no se detiene ahí pero sí se detiene ahí. No es para quedarse en la generalidad de que al sacar la sumatoria todo ha sido bueno –aunque en lo personal creo que el resultado es de suma no nula.

 

Por supuesto que se requiere de una crítica implacable a las gestiones rectorales, al desempeño de las direcciones de facultades y preparatoria, a los órganos formales de deliberación y acuerdo (el Consejo Universitario principalmente), etc., cuyo objetivo sea la mejora del todo.

 

Crítica implacable sin prejuicios maniqueos (torpeza intelectual) o ambiciones o rencores que sólo abonan a la fractura, polarización y retardan (política contaminada) la toma de decisiones inteligentes y benéficas. Nada se detiene ni se conserva intacto eternamente.

 

¿Por qué no un vistazo a Isaiah Berlin?

Transcribo unos fragmentos del ensayo “El juicio político” con la intención de ofrecer un marco reflexivo y, espero, refrescante, en los días que vivimos en estrés.

 

–¿Qué es tener buen juicio en la política? ¿Qué es ser prudente o talentoso en política, ser un genio político, o al menos ser políticamente competente, saber cómo lograr que se hagan las cosas?

 

Quizá un modo de encontrar respuesta sería examinar lo que decimos cuando censuramos o compadecemos a los hombres de Estado porque carecen de esas cualidades. A veces lamentamos que estén enceguecidos por el prejuicio o la pasión, pero ¿ante qué están enceguecidos? Decimos que no entienden la época en que viven, que se oponen a algo llamado “la lógica de los hechos”, que “intentan hacer retroceder el reloj”, que “la historia está contra ellos” que son ignorantes o incapaces de aprender, o que son idealistas, visionarios poco prácticos, utópicos, hipnotizados por el sueño de un pasado fabuloso o de un futuro irrealizable.

 

–Quizá nadie hizo tanto por minar la confianza en una ciencia (confiable) de las relaciones humanas que los grandes tiranos de nuestra época; Lenin, Stalin, Hitler. Si la creencia en las leyes de la historia y del “socialismo científico” sirvió realmente de ayuda a Lenin o a Stalin, no los ayudó tanto como forma de conocimiento sino del mismo modo en que una fe fanática en cualquier dogma puede ser de ayuda a algunos hombres resueltos: justificando actos crueles y eliminando las dudas y los escrúpulos.

 

–¿Se puede enseñar a los hombres de Estado algo llamado ciencia política –la ciencia de las relaciones de los seres humanos entre sí y con su medio ambiente– integrada, igual que otras ciencias, por sistemas de hipótesis verificadas organizadas en leyes, que permitan, mediante experimentos y observaciones adicionales, descubrir otros hechos y verificar nuevas hipótesis?

 

–La cualidad que intento describir es esa comprensión especial de la vida pública… que tienen los hombres de Estado exitosos, bien sean perversos o virtuosos, la que tenían en común Bismarck (destacado ejemplo, en el último siglo, de un político dotado de un notable juicio político) o Talleyrand o Franklin Roosevelt u otros hombres como Cavour o Disraeli, Gladstone o Atatürk con los grandes novelistas psicológicos; algo así de lo que ostensiblemente carecen hombres de genio más teórico, como Newton o Einstein o Russell o aun Freud. Lenin también carecía de ella, a pesar del pesado fardo de teoría que cargó en sus hombros.

 

Y las minucias tuiteras.

  1. No hace falta una pedagogía del tuiter. Ni siquiera saber que nomás tienes 140 caracteres. Aquí si aplica lo de “no te pases”.
  2. Hay un desequilibrio tuitístico entre su lógica interna y su función comunicativa. ¿Cuál es el componente importante?
  3. Pinchis hackers mamones, dense dignidad.
  4. En el sistema comunista genera cualquier otra cosa, menos riqueza. Tabú.
  5. El mercado de los sicarios, el mercado de los torturadores. Ambos profesionales.
  6. La maestra me difama y tú lo reproduces. Un abrazo dondequiera que estés.
  7. La verdad es la verdad, lo demás son chingaderas. ¿Sí o no, compadre?
  8. Ya hicimos todas las preguntas. La respuesta es que no todas tienen respuesta satisfactoria. Y ninguna la respuesta neta de las netas.
  9. No lo olvido, es a propósito por un buen propósito.
  10. Matón puede ser casi cualquiera, hombre o mujer, pero los de oficio y sangre fría escasean.
  11. Nunca una palabra será una cosa. Ni la cosa una cosa.
  12. Siempre que abro las obras completas de José Rubén Romero tengo la impresión que voy a encontrar un fajo de billetes ahí olvidado.
  13. Gamboa Patrón dijo: Fox, ese gran talento.
  14. Y que sin rasgaduras ni estridencias retóricas, renuncien a cualquier puesto directivo que ocupen.
  15. Las revoluciones son períodos breves. Hay quienes son revolucionarios toda la vida. Viven cómodamente, sin privaciones.
  16. Hay que leer, sugeriste y estoy de acuerdo. Hay que leer mucho más que un solo libro, como el mal llamado libro de los libros.
  17. Me gusta pensar que el montonal de pájaros que atiborran los árboles de los jardines, se comunican en medio de la escandalera.

rivonrl@gmail.com            Tuiter @rivonrl

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