La noche. Juan Rulfo
Julio Figueroa
–La noche está llena de pecados ¿Y qué es la vida, sino un costal lleno de pecados? / ¿No oyes cómo rechina la tierra? / Es la vibración de esta tierra vieja que vuelca su oscuridad. / Casi se oyen los goznes de la tierra que giran enmohecidos.
Todo Rulfo y los murmullos de su Pedro Páramo están ahí en los delirios de Susana San Juan.
Revisito sus libros en el mes de su muerte (7 de enero de 1986) y en el año de su centenario (nació el 16 de mayo de 1917).
Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno nació en Apulco, Jalisco, fue registrado en Sayula y vivió en San Gabriel, y luego en Guadalajara y en México, donde falleció.
Por casualidad, el primero de enero de 1986, un pequeño grupo de amigos, con mi hermano de andanzas Juanelo, llegamos a San Gabriel ya oscuras, al doblar hacia el otro lado de un letrero que señalaba el rumbo a Comala.
Entramos al pueblo afantasmado y no había ni un alma ni un burro en las calles. De pronto salimos a la plaza y nos topamos con un enjambre de gente que se arremolinaba en torno al canasto de pan caliente que iba llegando. Compramos y comimos pan. No recuerdo más.
El miércoles 8 de enero de ese mismo año, tras el fin de las vacaciones, regresé a mi trabajo en la Biblioteca Central de la UNAM. Al salir del metro Copilco lo primero que vi fue el puesto de periódicos y la portada de ‘La Jornada’: “Murió Juan Rulfo”, con su foto. Entonces escribí mi pequeño viaje a San Gabriel.
“Jura”, Constantino Cavafis:
–Jura con frecuencia empezar una nueva vida; pero… cuando llega la noche, con sus consejos, tentaciones y promesas… cuando viene la noche, con sus instintos, deseando, buscando… accede entonces a su acostumbrado placer.
Un año antes de su muerte apareció en la primera plana de ‘Excélsior’ esta “Carta de México” de Juan Rulfo:
–Iniciar con esta “Carta de México” los comienzos de 1985 es una tarea dolorosa. Durante siglo y medio pocos países de América han sido tan maltratados por la prensa internacional como el nuestro. Uno quisiera hablar únicamente de lo positivo y dejarle las cosas negativas a quienes sólo ven nuestras desgracias.
Pero en estos momentos es imposible ser solidario sin ser crítico. El patriotismo debe interpretarse como la obligación de ver de frente la realidad y decirse: Este no es el México que deseamos, pero es el único que tenemos y amamos…
(‘Excélsior’, 19 de enero de 1985).
–La noche es un costal de pecados… y de virtudes, todo se mezcla con todo, un abrazo, palabrero, me dice una linda pecadora.