Opinión

La patria desdichada

Por: Julio Figueroa / juliofime@hotmail.com

Este mes no le canto a mi patria desdichada ¿Para qué? Además, aunque escribo hoy jueves 15 de septiembre, medio día pleno de luz, ruido y color, estas letras no verán la luz hasta octubre, otro mes desdichado.

Este mes no grito, festejo ni protesto por México ¿Para qué? Solo me hago un haz de preguntas ¿Qué es México? ¿Quién es México? ¿Qué parte soy yo de México? ¿Qué me ha dado mi país? ¿Qué le he dado yo a mi país y al mundo? ¿Qué he tomado del mundo y se lo he dado a México?

Lo más fácil es mentarle la madre al poder abstracto y de lejos. Al presidente, al gobernador, al alcalde, al líder del partido espurio, a Televisa y a TV Azteca, al imperialismo, a las trasnacionales, al Banco Mundial que nos roba la deuda pública, a la Iglesia que no es de Dios sino… y otras abstracciones reales encarnadas en intereses inconfesables.

Lo realmente difícil es crear otra cosa y no reproducir lo que condenamos de un modo absoluto, y poner otra mojonera en el tiempo.

El 19 de enero de 1985 (un año antes de que muriera), aparecieron en primera plana de ‘Excélsior’ (ya sin Scherer, bien decía Federico Campbell: no todo es Scherer, no todo es ‘Proceso’, no todo es… etc.), estas palabras de Juan Rulfo:

–En estos momentos es imposible ser solidario sin ser crítico. El patriotismo debe interpretarse como la obligación de ver de frente la realidad y decirse: este no es el México que deseamos, pero es el único que tenemos y amamos. México no se ha acabado. Tal vez apenas… empieza… (“Carta de México”, 19-I-85).

En ese mismo año aparecían estas palabras de Octavio Paz en ‘Unomásuno’:

–México no es ni el Estado, ni los partidos, ni una abstracción jurídica: es un pueblo complejo, vario, contradictorio. Una realidad plural, diversa… (7-IX-85).

Voló el tiempo y estamos tal vez donde siempre. Sin encontrarnos unos a otros y no a la entrada, sino en la salida ¿A dónde vamos y de dónde venimos? El viernes 20 de septiembre de 1985, en la Ciudad de México, en Coyoacán, al otro día del temblor de aquel año, recuperé un verso de Octavio para siempre: “El olvidado asombro de estar vivos”, que se enlazó natural con otro: “Para mirar la vida hasta la muerte”, ambos en ‘Piedra de sol’.

Escribo esto de un jalón, tras la relectura de un poema que conocí en esos años 80 de Miguel de la Madrid, años críticos de recortes y guardaespaldas lanzados al desempleo (tal vez la semilla del crimen organizado que hoy padecemos), gracias otra vez a JEP, “Ensayo de cántico en el templo”, del catalán Salvador Espriu (1913-1985), que yo bauticé como “La patria desdichada” ¿No lo conocen? Seguro allí está en la red de luz.

Justo es que yo terminé estas palabras del mes de la patria con el Rulfo de Pacheco:

 

“¿Qué tierra es esta?

¿En dónde estamos?

Tanta y tamaña tierra para nada.

Digan si ven la tierra que merecemos.

Si contra nuestras penas

hay esperanza.”

-Gracias.

 

Poema de cortesía

La patria desdichada

 

Harto estoy de mi vieja tierra,

de mi país cobarde y salvaje.

Cómo quisiera ir hacia el norte.

Dicen que allá la gente es limpia,

noble, culta, feliz, rica, despierta.

En la congregación me desaprobarían mis hermanos.

“Como ave que deja el nido

es el hombre que abandona su pueblo”.

Pero yo, ya lejos, cómo iba a reírme

de la ley y la antigua sabiduría de este mi pueblo yermo.

Pero no cumpliré nunca mi sueño

y aquí voy a quedarme hasta la muerte.

Porque yo también soy cobarde y salvaje

y amo con un dolor desesperado

mi patria pobre, sucia y desdichada.

–Salvador Espriu, catalán (1913-1985).

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