La reforma laboral “moderna” busca condiciones laborales de hace más de 100 años
Por: Ángel Balderas Puga
Los pocos panegiristas de la reforma laboral regresiva que impulsan PRI, PAN y el Verde “Ecologista” siguen mintiendo de manera impune usando gran parte de los medios para propagar las “bondades” de la ilegítima reforma.
Tratan, principalmente, de engañar a los jóvenes señalando que con la reforma tendrán empleo, pero no señalan que se trata de condenarlos a un empleo precario de manera permanente, lo que evidentemente le destruirá la vida a millones de esos jóvenes que usan como pretexto.
Al respecto se sugiere la lectura del artículo “Ocho mentiras del plan laboral de Calderón” del abogado laboralista Arturo Alcalde Justiniani (La Jornada, 22/09/2012).
Pésimas condiciones laborales
La reforma laboral prianista además de promover inestabilidad laboral, salarios y la eliminación de prestaciones, también promueve pésimas condiciones laborales.
Una de las principales, es que con los contratos por hora con pago basado en el mísero salario mínimo (artículo 83), se obliga a una persona a trabajar más de ocho horas diarias para poder sobrevivir (en condiciones de extrema precariedad) y se promueve la jornada laboral discontinua.
En enero de 2009, en Tribuna de Querétaro 478 (“La semana laboral de 65 horas, la locura neoliberal y la aritmética elemental”) publiqué un análisis con respecto al tiempo invertido por un trabajador: ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, una hora de transporte al trabajo (ida y vuelta, cálculo bastante conservador), dos horas para alimentarse (incluido el tiempo de preparación de los alimentos) y una hora para la higiene, 20 horas en total, por lo que quedarían sólo cuatro horas diarias para las demás actividades que necesita el ser humano (recreación, estudio, convivir con la familia, deporte, cultura, etcétera), claro que si el tiempo invertido en llegar al trabajo es mayor, entonces quedaría aún menos tiempo para otras actividades.
No es exagerado señalar que la reforma laboral propuesta atenta íntegramente contra la vida de las personas. Además de la falta de servicios médicos, se abren las puertas para regresar a jornadas laborales obligatorias de más de ocho diarias sin pago de horas extras o al trabajo en jornadas discontinuas con las consecuencias nefastas que tiene esto para la integración y la convivencia familiar.
Por ejemplo, en nuestra ciudad empleados de un gran supermercado deben estar presentes en la mañana temprano antes que abra la tienda para descargar camiones con mercancía, luego deben regresar poco después de mediodía y luego se les hace trabajar hasta tarde en la noche. Unas tres horas en la mañana, dos horas a media tarde y tres horas en la noche. Es natural que con este tipo de jornadas discontinuas sea prácticamente imposible dedicarse a otra cosa, se tiene que estar disponible, para ese tipo de trabajos, 18 horas aunque sólo se trabajen ocho. Éste es el principal problema de las jornadas discontinuas y los contratos por hora. Además, naturalmente, de los bajos salarios. Este tipo de trabajadores tienen además el problema del transporte para regresar a su casa pues terminan su jornada laboral tan tarde que ya no hay transporte público y su salario no es como para andar pagando taxis todos los días.
Por otro lado, el artículo 56 bis introduce la llamada ampliación de tareas (que también podrá aplicarse en los contratos temporales, a prueba o de capacitación inicial), llamada en la reforma laboral priista de marzo de 2011 “polivalencia”. La realidad es que se trata de un mecanismo que permite al patrón poner a hacer al trabajador tareas para las que no fue contratado. En teoría esta ampliación de tareas debería ser negociada entre el trabajador y el patrón, en la práctica no se está en igualdad de condiciones y se terminará por obligar al trabajador a desempeñar tareas para las que, quizá, no esté capacitado. Al mismo tiempo permitirá intensificar las prácticas de acoso laboral.
Salarios caídos
Con el artículo 48 se penaliza doblemente al trabajador, en el caso de despido injustificado, pues se limita el pago de salarios caídos a un solo año a pesar que en México un juicio de este tipo dura entre cuatro y cinco años, en promedio.
Medidas como ésta favorecerán el despido pues lo abaratan (y mucho). No es culpa del trabajador que los juicios duren tanto sino del sistema jurídico. En otros países, como España o República Dominicana, los juicios laborales no pueden durar más de un año y si duran más, justamente, se penaliza al juez, el que puede ser despedido si hay reincidencia. Pero esto no lo copiaron nuestros legisladores, por pereza o por perversidad.
Una reforma laboral que abarata el despido, como la que impulsan PRI y PAN, lo único que puede traer es, justamente, el aumento del desempleo. En España, luego de la reforma laboral del gobierno derechista de Mariano Rajoy, más de 800 mil personas se han quedado sin empleo y se prevé que el próximo año la tendencia sea similar a pesar que, al igual que en México, se prometió a los españoles que luego de la reforma se incrementarían los puestos de trabajo.
anbapu05@yahoo.com.mx
{loadposition FBComm}