La superproducción peñista
Por: Daniel Muñoz Vega
En la superproducción gubernamental peñista se ha reconstruido un país en año y dos meses. Los malos de antes son los buenos de ahora, sabremos al final de la película que seguían siendo igual de malos, quizá son peores. La historia ya nos la sabemos. El actual sexenio es una nueva versión de la tragicomedia salinista, aquella donde el protagonista, un hombre perverso, se pudre en el poder, crea 24 supermillonarios y deja al pueblo hundido en la pobreza. Una obra donde el mal triunfa porque no hay un bien que se anteponga. La versión actual trae consigo nuevos efectos especiales. El presupuesto es altísimo y las ganancias serán exorbitantes. Imagínense, la renta petrolera estará de por medio.
En la producción de este drama del México neopriista, se enaltece al cinismo como la forma única de operar. Una obra filosófica donde la corrupción es el eje central del actuar del modelo de hombre de poder. La película contrasta a una clase política alejada y custodiada por el poder militar con un pueblo desorganizado, distraído, pobre y pisoteado. Fuertes son las imágenes de héroes anónimos que buscan la reivindicación de su pueblo a los que la maquinaria del Estado les pasa por encima.
El actual guión trae consigo una serie de reformas estructurales. Impactante será cuando los actores que protagonizan a esos poderes mantengan el control del país a pesar de la serie de reformas. Las leyes secundarias de las reformas se aliarán con el lado oscuro de la fuerza. Ya lo pudimos ver en el caso de la reforma educativa, donde se sigue teniendo el control político del magisterio a través de sus evaluaciones a los maestros sin evaluar al sistema completo. Esas escenas donde se ve que los niños asisten a escuelas sin baños y que toman clases en medio de la tierra sin que nadie haga nada son muy fuertes… ¡Superproducción al estilo priista!
En la película veremos a los ejércitos del comandante Slim y al tirano galáctico Azcárraga pelear por el planeta de la telecomunicación. Las reformas aprobadas en materia de telecomunicaciones servirán de poco, estos dos canallas quieren la mayor tajada del pastel. Ya hemos visto muchos episodios en los que el gobierno se convierte en un mero testigo de una pelea entre gigantes.
La película contiene diálogos huecos, quizá los hizo un guionista de Televisa. El actor principal no es muy convincente en lo que dice, de hecho, hasta se le olvidan los diálogos; pero en el film podemos ver a una masa de personas que asisten a vitorearlo a cambio de un tamal y un atole. Hay otras escenas donde la clase política se reúne con extrema parafernalia; la última fue la grabada el 5 de febrero en nuestra ciudad, para festejar la conmemoración de nuestra Carta Magna. Los políticos saben que son despreciados y sitian la ciudad. Saben que las reformas hechas a la constitución son invenciones huecas para reivindicar al Estado, entienden el funcionamiento global de la economía y saben que esas reformas: educativa, laboral, energética, financiera, fiscal y en telecomunicaciones, son hechas en beneficio de los poderes fácticos pero las anuncian como un motor para el fortalecimiento del país que se acaban de inventar.
En esta película uno puede reír, llorar o ponerse iracundo de escena en escena. Trae consigo una dosis de humor negro que después resulta insultante. Algo muy parecido al Salinato. Muchos dicen que cuando acabe el sexenio se habrá completado una trilogía funesta para el país: «La nueva era,» protagonizada por Salinas, Zedillo y un puñado de neoliberales que tratan de llevar a México al primer mundo con apertura económica pero que terminan de pudrir al sistema político mexicano; «La esperanza fallida», aquella donde un grupo de conservadores comandados por Fox toma las riendas del país y que, estando en el poder, se dan cuenta que no van hacer nada y mejor se dedican a robar y a simular, la obra termina con una batalla sangrienta entre corporaciones policiacas y narcotraficantes.
Y está la última, la que se filma ahora: “El priismo contraataca”, donde los hijos de los neoliberales de la primer película regresan en forma de mirreyes, una especie de político junior en potencia, que vienen con la misión de robarse lo que sus maestros y padres políticos del pasado no pudieron; para ello, simulan reformitas, nos hacen creer que hacen, pero por mientras acaban con todo. Dicen que acabará como la primera, la protagonizada por Salinas.
En el mundo surrealista de la política mexicana abundan la corrupción, el saqueo, la inseguridad, el hambre, la codicia, la mentira… Los políticos de este mundo son personajes oscuros que sólo podrán caer cuando el mexicano despierte, tiene que haber un desconocimiento masivo para aquellos que empobrecen al pueblo para arrancar (como diría la canción de Molotov) el problema de raíz. Despertar primero uno para después despertar al de a lado. Que venga una cuarta película, donde los mexicanos reivindiquemos la dignidad.
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