Las mellizas
Por: Omar Árcega
Twitter: @Luz_Azul
Se dice que la sabiduría y el poder tuvieron una aventura amorosa; fruto de esta unión contra natura, nacieron dos niñas mellizas. Aunque compartieron por meses el mismo vientre y tenían algunos rasgos comunes, ambas eran muy distintas: a una se le conoció como la justicia y a la otra como legalidad.
En verdad eran dos hermanas diferentes. La legalidad era corta de vista, carente de empatía, vacía de imaginación y con un movimiento ocular limitado, por lo que sólo podía ver al frente, su caminar era pesado y torpe. Ella era muy parecida a su padre. En cambio, la justicia tenía una vista que envidiaban las águilas, una habilidad para percibir el corazón de los individuos, una imaginación despierta que le permitía encontrar la solución más inesperada a las circunstancias. No cabía duda, había heredado muchas de las virtudes de su madre. Al correr el tiempo, los seres humanos aprendieron a temer a la legalidad y amar a la justicia, pero -paradójicamente- siempre que las encontraban solían confundirlas.
Las consultas
En unos meses, los mexicanos veremos si en la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) habita la justicia o la legalidad. Esto lo percibiremos en la respuesta que den sobre dos consultas populares que se quiere hacer en México: una referida al tema del petróleo y otra al del salario mínimo. Y es que según la ley que rige esta forma plebiscitaria, la SCJN tendrá que decidir si estas propuestas son constitucionales o no. De no serlo, no podrá hacerse este ejercicio ciudadano.
Nuestra Suprema Corte tendrá que decidir esto con base en tres condiciones: 1. Que repercutan en la mayor parte del territorio nacional, 2. Que impacten en una parte significativa de la población, y 3. Que los temas no cuestionen los ámbitos: electoral, forma de gobierno, seguridad nacional, derechos humanos, ingresos y egresos del Estado y organización de las Fuerzas Armadas.
Es una verdadera prueba de fuego para los jueces que componen este tribunal, pues es sabido que las decisiones legales suelen ser influidas por los contextos sociopolíticos, las consideraciones del mal menor e incluso las presiones psicológicas a las que se ven expuestos los magistrados. Y de estas cosas habrá mucho, pues las deliberaciones se darán en el viciado tiempo electoral. Una vez más, la credibilidad de este órgano estará en el ojo del huracán.
El Ejecutivo y los partidos cabildearan con ellos, todos intentarán atraerlos a su causa, seguramente habrá amenazas de castigos o promesas de premios. No sabemos cuál sea la decisión final, especular ahora sería caer en un futurismo estéril.
Pero hay algo que sí sabemos. Las consultas son necesarias y justas. Necesarias pues ambas responden a las inquietudes de amplios sectores de la población. En México, prácticamente uno de cada dos mexicanos que trabaja recibe tres o menos salarios mínimos, y sólo uno de cada 16 trabajadores percibe cinco salarios o más. Si tomamos en cuenta que, según el Observatorio del Salario Justo, una familia de cuatro miembros necesita ocho salarios mínimos para vivir con dignidad, entonces podemos darnos cuenta de que hay un fuerte desequilibrio en los ingresos de la población. Dado este panorama, coincidimos que cuestionar el tabulador de los salarios mínimos es de elemental justicia.
Y por otro lado tenemos las reformas petroleras. Un sector de la población no está, en principio, de acuerdo con ellas; considera que se vulnera parte de la soberanía de México. Personalmente, no comparto esta postura, pero es necesario que su legítima inquietud sea confrontada y sopesada por todos los ciudadanos de este país.
Que se lleven a cabo estas consultas populares nos hará crecer como nación democrática, se abren las oportunidades para que los argumentos a favor y en contra se socialicen, para que la mayor cantidad de mexicanos tenga la oportunidad de conocer las diversas posturas de estos temas. Finalmente, la discusión de los temas públicos siempre enriquece. Pero para que esta confrontación de ideas sea realmente provechosa, se necesita tener un diálogo de altura, y esto implica que tengamos tribunos que discutan con base en razones, ideas, datos, y no con descalificaciones personales.
Pero que todo esto pase dependerá de la decisión del máximo tribunal de la nación, ellos tienen la oportunidad de abrir el espacio para una discusión sobre estos importantes temas, ellos pueden inaugurar una nueva etapa de nuestro camino democrático, estos plebiscitos podrían ser un parteaguas en la historia de México. Nuestros jueces sólo necesitan valor, sensibilidad e imaginación. Pero también pueden quedar paralizados por el miedo, esclerotizados por la letra de la ley y no su espíritu.
La moneda está en el aire. Esperemos que, por el bien de México, se dejen llevar por la justicia, y que no la confundan con su melliza. Que perciban la trascendencia del momento y la historia de ejercicio democrático que pueden llegar a escribir.
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