Opinión

Las mujeres y sus derechos

Irene Cortés

PARA DESTACAR: Aunque la Constitución reconoce literalmente la igualdad entre el hombre y la mujer y aunque actualmente existen otras normas, leyes, jurisprudencias, manuales, protocolos e instrumentos que condenan los actos de discriminación hacia la mujer, aún persisten en nuestra sociedad las innecesarias prácticas que alejan al contexto de respeto hacia los derechos de todas.

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos se reconocen las garantías de todas las personas. Es el máximo documento en el que se establecen las prerrogativas, facultades y bienes de las mujeres y los hombres.  En el primero de sus artículos se establece que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.

El referirse a todos los seres humanos, no necesariamente debe atribuirse de manera particular al género masculino. Por el contrario, esta generalización no distingue entre preferencias sexuales, género, condición social, religión, etc.

Hablar de los derechos humanos de las mujeres implica remontarse siglos para al menos familiarizarse con las situaciones de desventaja a las que se han enfrentado históricamente. Este tema, también genera polémica social, discrepancias, molestia e incluso odio hacia quienes defienden directamente los derechos de las mujeres que son gravemente violentados.

Al igual que las personas con discapacidad, los homosexuales, las lesbianas, u otros grupos que se vulneran principalmente a través de los prejuicios y tabúes sociales, las mujeres son agredidas, ofendidas, violadas, atropelladas, mientras luchan día a día por lograr una convivencia justa y equitativa. La falta de sensibilidad, la desinformación y la discriminación en sus diferentes modalidades son factores constantes que lastimosamente siguen presentes en las cotidianidades femeninas.

Aunque la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en su artículo 4 reconoce literalmente la igualdad entre el hombre y la mujer y aunque actualmente existen otras normas, leyes, jurisprudencias, manuales, protocolos e instrumentos que condenan los actos de discriminación hacia la mujer, aún persisten en nuestra sociedad las innecesarias prácticas que alejan al contexto de respeto hacia los derechos de todas.

Por ejemplo: ser mujer, indígena, pobre, estar embarazada o tener alguna discapacidad son condiciones que, de forma acumulativa, imponen barreras que parecieran insuperables para las mujeres. Pese a ello, se ha demostrado en más de una ocasión que las mujeres gozan de la misma (o incluso mayor) inteligencia, desarrollo profesional o poder adquisitivo que quienes por tanto tiempo las marginado.

Todas las mujeres, sin salvedades, tienen derecho a la educación, a la salud, a una vida libre de violencia, derecho al trabajo, al desarrollo personal, a la participación política, a un medio ambiente sano, a la información y por supuesto: tienen derechos sexuales y reproductivos.  El ya citado artículo 4 Constitucional, también establece que: “Toda persona tiene derecho a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número y el espaciamiento de sus hijos …”  y a pesar de esto, aún se cosifica ofensivamente a la mujer, se les presiona socialmente para que se conviertan en madres; o por el contrario, en interminables ocasiones se les discrimina directamente al ser cuestionadas, condicionadas o despedidas a todas aquellas se desenvuelven profesionalmente en un área y que deciden iniciar su etapa de maternidad.

Son demasiados, repetitivos, y altamente condenatorios los actos de violencia que se comenten día a día en contra de las mujeres. Muchas, son torturadas, desaparecidas y asesinadas por el simple hecho de su feminidad. Se les juzga por algo tan simple como sus gustos, la forma en la que visten, por sus amistades y convivencias son estigmatizadas duramente. Por otro lado, las insistentes miradas, los obscenos “piropos”, el contacto físico no autorizado, la privación arbitraria de la libertad, son agresiones físicas, es acoso sexual.  Incluso las amenazas, el asecho, las agresiones psicológicas son abusos, es violencia de género, cuyo único e indignante objetivo es mantener la subordinación de la mujer.

La Universidad Autónoma de Querétaro además de ser una institución educativa que promueve el conocimiento, también promueve la cultura, el deporte y el bien social. Actualmente, a través su Programa Universitario de Derechos Humanos, propone crear el propio manual de perspectiva de género que rija el actuar de los miembros de la comunidad universitaria. Esto, ya que la misma Universidad, tiene la obligación de respetar la ideología de todos y cada uno de los que integran a la comunidad universitaria independientemente del género, sexo, edad, raza, religión, estatus social, discapacidad, etc. en razón de crear una cultura de paz y armonía dentro y fuera del recinto universitario.

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