Opinión

Las niñas y los niños víctimas mudas de la violencia

Por José Luis Estrella

La asimilación, el trámite, de la violencia en niñas(os), puede realizarse a muy largo plazo, tanto como para observar los efectos a través de la sucesión generacional, en donde se transmite como una estafeta en el discurso familiar.

La violencia ejercida físicamente en las(os) niñas(os), provoca una reacción inmediata por el dolor, suele ser el llanto, pero no es el único efecto y hay otras formas de violencia, como el sometimiento psicológico y la exposición a actos violentos reales o virtuales (estar presente en un asalto, un homicidio, ver imágenes de violencia, videojuegos, noticieros o películas) cuyo signo observable es un estado de pausa, semejante a lo que sucede con las computadoras cuando se paralizan y el cursor se convierte en un reloj de arena que nos indica que hay algo en proceso. El problema es que ese estado de pausa en las(os) niñas(os) frecuentemente es confundido hasta por los psicólogos, con una reacción de inmunidad a la experiencia violenta, pero lo que ocurre, es que por la compleja respuesta emocional derivada de la violencia, hay serias dificultades para asimilar lo sucedido.

Es una experiencia común a muchas personas hoy en día, por el contacto necesario con las computadoras, que de pronto tras una operación se quede mucho tiempo en ese estado de espera. Cuando ese período de tiempo nos parece más largo de lo habitual, sospechamos que hay una falla, algo ya no es “normal”, las computadoras tienen la ventaja de presentar ese signo visible en el icono del reloj de arena, deteniendo además el funcionamiento completamente mientras está en proceso, siendo evidente para cualquiera, pero en las(os) niñas(os) los indicadores no son siempre tan claros. En las(os) niñas(os) identificamos este estado, sólo si ponemos suficiente atención a ello, siendo el adulto que más conoce al niño, el que podría percatarse de que algo está en proceso.

Si a un niño o niña no se le pone atención cuando está en proceso de asimilar algo, y este proceso es suficientemente importante como para afectar su funcionamiento, simplemente se le puede forzar a seguir, hasta que el signo se haga observar gravemente, como en la aparición de un síntoma.

El peso emocional al estar expuesto a la violencia es muy grande y sus efectos regresan como un búmeran. La única forma de contrarrestar las secuelas eficazmente, sería ayudar a las(os) niñas(os) que son expuestos a actos violentos a procesar sus emociones oportunamente, desde el momento más inmediato a los hechos e intervenir para neutralizar el daño.

Intervenir para disminuir el sufrimiento de quien ha vivido violencia en la infancia, es un acto correctivo, intervenir para cambiar el potencial de esa experiencia como factor de alteración en su desarrollo e impedir que en la adultez llegue a ser un generador de violencia, sería un auténtico acto de prevención.

Una intervención clínica que busque no sólo aminorar el sufrimiento del niño por la violencia, sino prevenir que llegue a ejercer violencia, es un reto clínico para el que no es suficiente la formación general de psicólogo, sea cual sea la orientación teórica. Se requiere formación específica en atención a víctimas de violencia, pero sobre todo de un conocimiento profundo del niño y sus mecanismos psíquicos. Es preciso también tener características de personalidad que incluyan la empatía y la experiencia de la propia capacidad para percibir el sufrimiento de otros, vivenciarlo y poder liberarse de él después, es decir, resiliencia.

Si en nuestra sociedad mexicana la violencia no tiende a disminuir, esto es un signo inequívoco de que no se han tomado suficientes medidas correctivas y menos aún preventivas contra la violencia, sea manifestada en la familia o fuera de ella, en la comisión de delitos violentos.

Es claro que no sólo se trata de que haya intervinientes clínicos aptos para realizar labores correctivas y preventivas de la violencia, sino de desarrollar dispositivos eficaces en las instituciones y que además de las labores mencionadas, se promueva el desarrollo personal de todos sus ciudadanos desde la infancia a través de la educación, y esto es: el adecuado desarrollo académico, deportivo, artístico, etc.

Para analizar el rumbo que llevamos como sociedad es pertinente preguntarnos:

¿Todos los niños que viven violencia familiar reciben la atención clínica que necesitan? ¿En que nivel, correctivo o preventivo?

¿Los responsables de la violencia familiar reciben alguna atención para salir del círculo de violencia o sólo las consecuencias devenidas de procedimientos judiciales penales y familiares?

¿Todos los niños que presencian asaltos, homicidios y demás actos violentos reciben la atención pertinente?

¿Todos los niños reciben la educación necesaria para desarrollarse en plenitud? O, a estas alturas, ¿se sigue pensando que hay niños que no sirven para la escuela, y no que hay escuelas que no sirven para los niños?

¿Hay espacios y programas deportivos y artísticos para todos?

¿No estaremos adoptando un rumbo social en el que todo “se vende por separado”?

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