Opinión

Latinoamérica desobediente

Por: Rafael Vázquez Díaz

Por: Ana Lucía Alvelais

De poco han servido las berretas y amenazas de la Gran Bretaña. La otrora orgullosa, polo y centro del mundo civilizado occidental, cuyo predominio marítimo y sus formas refinadas eran envidiadas a lo largo y ancho del globo terráqueo, hoy se encuentra desgastada ante la opinión pública global y rechazada por millones de ciudadanos.

Ni todo el poder, ni todo el dinero ni la poderosa influencia sobre los medios de comunicación, ni los aparatos legales –siempre tan prontos para ser retorcidos a conveniencia– pueden sacar al hombre perseguido tan insistentemente por los Estados Unidos, que se asila en la embajada de Ecuador en el Reino Unido: Julian Assange.

¿Quién iba a decir que un pequeño país iba de apenas 14 millones de habitantes iba a exponer tan brutalmente al bloque EU-UE? ¿Cuándo íbamos a ver a los países conquistados, explotados, humillados, destruidos y reconstruidos desde sus mismas cenizas juzgando a sus aún poderosos vencedores? ¿Quién iba a creer que el detonador inicial iba a ser un solo hombre?

El día jueves 17 durante la sesión permanente de la OEA –organización que Evo Morales señaló recientemente “…nació como un ministerio de colonias de Estados Unidos”– decidió que se iban a convocar a los titulares de ministros exteriores de los países integrantes para tratar el tema sobre Ecuador y Gran Bretaña en el caso Assange.

¿Por qué es tan importante esta votación?

La noción necesitaba encontrar 18 países que secundaran la propuesta. Estados Unidos y Canadá desde el inicio se pronunciaron por la negativa, argumentando que era una situación bilateral en la cual no debía haber intromisión.

Por otra parte Ecuador, Venezuela y otros países –como Argentina, que también fue protagonista al ser tocado el tema de las Islas Malvinas en reiteradas ocasiones– se pronunciaron a favor de convocar a los titulares para hacer un pronunciamiento al respecto. A este bloque se le fue sumando Guatemala, El Salvador, Costa Rica, Colombia, Chile, Brasil, Bolivia, Uruguay, República Dominicana, Perú, Paraguay, Nicaragua, México y Haití.

Sin embargo había un tercer conjunto de países indecisos: el de la Comunidad del Caribe, que usualmente tiene un pronunciamiento en bloque y que por esta vez mostró una autonomía sorprendente. No sólo se mantuvo neutral y se abstuvo de votar, si no que se dividió y San Vicente y las Granadinas, así como Dominica votaron a favor de la resolución.

El histórico intervencionismo –no nada más militar si no económico, político y cultural– no pudo triunfar hoy ante el consejo de la OEA que está teniendo una resolución histórica muy simbólica.

En primer lugar porque tiene mucho de cierto la declaración del Presidente boliviano en junio pasado durante la 42 Asamblea General establecida en el poblado de Tiquipaya: “O la OEA muere al servicio del imperio o renace para servir a los pueblos de América”. No hace falta recordar el papel gris y pasivo de este organismo mientras varios países de Sudamérica tenían regímenes militares violentísimos que dieron como resultado violaciones impunes a los derechos humanos, contrastando con su activismo para prevenir y combatir activamente al socialismo durante el siglo pasado.

En una segunda instancia, las posturas de los países fue dura y firme: La Convención de Viena estipula la inviolabilidad de los consulados, es decir, pone un límite y exige a Gran Bretaña que respete la embajada ecuatoriana. Su posición fue ratificando la soberanía de los países y el énfasis en los acuerdos internacionales.

Finalmente, pero no por ello menos trascendente, Latinoamérica se muestra ante el mundo como el lugar en el que caben todos, especialmente los supuestos criminales políticos cuyo único delito fue la verdad. Aun cuando Estados Unidos lo busca por espionaje, recibir a Assange en Ecuador implica reclamar para sí al hombre que puso en evidencia al poderoso régimen estadounidense así como a sus aliados en la Unión Europea. Incluso países usualmente cercanos a sus intereses –como lo es Colombia y México– votaron esta vez en contra del poderoso vecino del norte.

Sin duda, los valerosos pueblos latinoamericanos, cuyos gobiernos en su mayoría se han orientado hacia la izquierda, han sabido estar a la altura de las circunstancias. Una vez más se le da una lección al mundo: Somos Julian Assange, somos Ecuador… nosotros somos Latinoamérica de pie, unida y digna.

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