Opinión

Latinoamericanos, nos guste o no

Por: Rafael Vázquez

Cuando René, el famoso intérprete boricua del grupo Calle 13 cantó un tema con los mexicanísimos Tigres del Norte rapeó: “…todo lo comparto con mis hermanos; soy la pesadilla del sueño americano, soy América, soy lo que dejaron, todas las sobras de lo que se robaron, una fábrica de humo, mano de obra campesina para tu consumo…”, estallando una ovación entre los asistentes a dicho concierto.

Para cualquier ciudadano en América es fácil sentir cierta simpatía hacia dicha frase o si no, al menos comprenderla aun sin tener conocimientos históricos o políticos al respecto: ¿A qué se debe? ¿Cómo se estructura nuestro pensamiento a través de los miles de kilómetros de una región aparentemente desorganizada, incomunicada y poco “desarrollada”? ¿Podemos hablar de un pensamiento latinoamericano? ¿Qué lazos culturales pueden unir a un mapuche en la región del Bio Bio con los wixárikas de Jalisco y Nayarit? ¿Podemos hablar de una sintonía cultural aun cuando ni el mismo idioma es el mismo?

Evidentemente el tema no es sencillo, sin embargo, podemos puntualizar algunas claves que nos ayuden a comprender (nos) mejor a esta región, cuya humilde industria cultural parece que palidece frente a la influencia de la potencia del norte.

Para comprender mejor la historia común que rodea a la región tendríamos que señalar que la historia no comienza, como lo ha planteado occidente, con las rutas comerciales planteadas por la misma historia del comercio. El vasto mundo desconocido de Asia fue recién “descubierto”, por la “Ruta de la seda”, denominada así por el geógrafo Alemán Ferdinand Freiherr von Richthofen, aun cuando dicha ruta era usada desde el paleolítico (aproximadamente 7000 años). Para Europa y para la historia “universal”, el comercio sigue pautas marcadas únicamente por las potencias económicas.

En América pasa algo similar, pareciera que la civilización fue traída en tres barcos de inmigrantes, y aunque las relaciones comerciales prosperaban durante la época prehispánica (no solamente entre diversos grupos indígenas de norte y Sudamérica, sino incluso se sabe de contactos con Asia y occidente antes de Colón), no sólo fue el intercambio económico el que existió y fue conquistado; también los lazos invisibles entre las comunidades, su fusión y coexistencia armónica con la naturaleza, y posteriormente la misma presión bajo la cual formaron su cultura mestiza, la ideología judeo/cristiana, el pillaje constante del administrador europeo y la explotación de siglos contribuyó a formar una cultura diversa, pero homogénea dentro de sus formas de producción y en sus dinámicas políticas compartidas.

Pueblos con tierras ricas, con vastos recursos, plagados de intervencionismos políticos y de pueblos considerados incapaces de gobernarse por sí mismos. Otros saberes y otras formas de organizarse tratadas de enterrarse bajo los esquemas de orden y progreso, y de forma poética, emergiendo siempre de su tumba; como el centro histórico de la Ciudad de México, que está germinando de nueva cuenta entre el lodo y los recuerdos para salir del letargo en el que los habían sepultado, ya que los edificios coloniales —sumamente pesados para un terreno cenagoso— se derrumban por su propio peso.

Pero los lazos de cooperación, de humana solidaridad, son frecuentes entre los pueblos acostumbrados a ser despojados de las bonanzas y a compartir las carencias. Así es como mientras aumenta el racismo yanqui, el número de latinos en los Estados Unidos crece a ritmos descontrolados. Este fenómeno no sólo ocurre en el norte, entre los mismos países Latinoamericanos, arrastrados por la falta de oportunidades y enriqueciendo los lazos que estrechan la región, también se ve mucha movilidad. Buenos Aires es un hervidero de peruanos, colombianos, chilenos y bolivianos que van a buscar cambiar sus estrellas y nuevos rumbos; de la misma manera, Brasil se enriquece con una migración y relaciones compartidas con los argentinos, o incluso mano de obra calificada de mexicanos; ¿qué decir de Centroamérica y sus ríos de inmigrantes que cruzan, se establecen y comparten su cultura con México? Hoy en día, los pueblos se mueven, se funden, comparten.

Se suele decir que México funciona como un “cinturón cultural” bajo el cual el modelo estadounidense de consumo y competencia se va diluyendo, y si bien el país comparte rasgos de su vecino del norte, queda clara la raíz cultural a la que se debe. Y aunque nos despojaron del mote de “Americanos” (palabra expropiada por los EUA para poder expropiar las tierras, los pueblos y los recursos de todo un continente), hoy en día el prefijo latino nos da una identidad que nos construye y separa del occidente norteño que pretende poseer el derecho a la determinación.

Pero como dicen los Tigres del Norte: “Soy la sangre del indio, soy latino, soy mestizo, somos de todos colores y de todos los oficios… y aunque le duela al vecino: Somos más americanos, que todititos los gringos”.

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