Liderazgos en campaña
Por Omar Árcega E.
La campaña por la Presidencia de la República nos está mostrando tres maneras del origen del liderazgo político, cada una corresponde a cada uno de los candidatos y es en esta encarnación del poder que, hacen donde podemos ver sus debilidades y fortalezas.
El cuantitativo
La primera de estas formas corresponde a Enrique Peña Nieto, hombre muy efectivo para seguir guiones pero no para improvisar, en las apariciones públicas siempre suelta porcentajes cuidadosamente seleccionados por su equipo de campaña, sus afirmaciones van acompañas del dato preciso. En una sociedad que deifica lo numérico, donde la declaración acompañada por cifras se convierte en prácticamente incuestionable, esta forma de liderazgo engarza perfectamente. Lo que habla se cubre de un halo de contundencia, el cual se refuerza con la expresión de su rostro y el tono de su voz. Si a esto sumamos una muy producida imagen y el exorbitante gasto que en difusión personal lleva realizando desde hace seis años entonces entendemos por qué lleva una delantera tan apabullante en las encuestas. Este personaje no tiene un carisma propio, pero la retahíla de números e indicadores que suelta deja la sensación de que tiene idea de lo que habla, de que conoce no sólo el qué sino también el porqué de las cosas. No es un liderazgo basado en el conocimiento profundo, sino en la matematización, unas veces acertada y otras veces simplona, de la realidad.
El mesías
Por otro lado tenemos el ya multicitado liderazgo mesiánico de Andrés Manuel López Obrador, quien encarna a la perfección el pensamiento judeo-cristiano de un individuo que personifica la sapiencia y la sabiduría, es por ello que él y sólo él puede llevar la luz, iluminar caminos. Este tipo de liderazgos deben recurrir a las reconstrucciones históricas para mostrar, por un lado, que son una reencarnación de los grandes héroes que les antecedieron y por otro, explicar cómo ellos son los personajes que ese momento de la historia necesita. Como una forma de maquillar rasgos autoritarios invocan la voluntad del “pueblo”, se dicen acompañantes y garantes de ésta. Se olvidan de que el “pueblo” no es una figura plana y estática, una sociedad la componen muy variados grupos sociales, visiones del mundo e ideologías. Por lo tanto su discurso está condenado a quedar atrapado en la demagogia, seguramente sus intenciones sean relativamente buenas, pero el tipo de liderazgo que encarnan siempre corre el riesgo de generar un poder absoluto y de todos es sabido que éste corrompe absolutamente.
Las buenas ideas
El tercer liderazgo que observamos es el de las ideas bien sopesadas, fruto de la experiencia y observación de la realidad. Aquí se sitúa a Josefina Vázquez Mota, antes de que tú, lector, dejes de seguir leyendo, permíteme darte las razones de esta aparentemente descabellada afirmación. Si se revisan con cuidado sus propuestas, éstas surgen de la experiencia de gobierno y de su paso por la Cámara de Diputados, traen la visión de quien hace las leyes y de quien las ejecuta. Su idea de un gabinete integrado por las diversas fuerzas políticas apela al sentido común de generar incentivos para que las reformas que México necesita no se queden entrampadas en el Congreso y al mismo tiempo obliga a reales acuerdos entre los actores políticos. La pregunta que surge es: ¿Por qué su campaña no logra impactar en el grupo de votantes de los indecisos? Pues porque no bastan las buenas ideas, hay que saber comunicarlas, traducirlas en naranjas y limones para que amplios sectores de la población las entiendan, las hagan suyas. La mala comunicación de Chepina surge de dos fuentes: 1) La desorganización del equipo de campaña y 2) De la falta de habilidad de la candidata para mostrar sus ideas. La primera poco a poco empieza a desaparecer, sin embargo la segunda parece estar incrustada en la misma personalidad de Vázquez Mota. A preguntas muy concretas contesta con amplios rodeos que en lugar de clarificar el entendimiento de sus oyentes lo enturbia, algunas veces los aburre y esto termina generando rechazo. Un buen comunicador sabe cuándo dar rodeos y cuándo contestar sin titubeos y con precisión, algo que parece no percibir la candidata panista, ¿esto menoscaba la habilidad de gobernar? Ciertamente la dificulta pero no la hace imposible.
De la campaña al poder
Hasta el momento la campaña nos ha mostrado que un excelente comunicador puede darle vueltas a pocas ideas, a algunos datos y nos deslumbra; que buenas ideas pero sin saber expresarlas es tan pernicioso como no tenerlas y que reelaborar la historia para situarse como el pivote no es tan mala táctica. Lo grave es que quién estará acompañado por estos rasgos de su liderazgo y desde ahí se tomarán las decisiones más importantes del país.
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