Los casinos y la doble moral panista
Por: Ángel Balderas Puga
El pasado 9 de enero, Reporte Índigo publicó una serie de artículos sobre presuntos sobornos a personajes del primer círculo calderonista con el fin de promover la apertura de casinos. El más connotado, el actual senador panista Roberto Gil Zuarth, fue acusado por la ex esposa de Juan Iván Peña Neder (en su momento coordinador de asesores de la Secretaría de Gobernación) de haber recibido 800 mil dólares en una maleta para que interviniera a favor de la apertura del Casino Royale en nuestra ciudad, justo cuando Gil Zuarth era Secretario Privado de Felipe Calderón.
Al respecto, el senador por nuestro estado y ex presidente municipal Francisco Domínguez Servién, uno de los que aprobaron la reciente y agresiva reforma laboral, declaró que “recibió ofrecimientos económicos” para reabrir un casino, pero que no aceptó (La Jornada, 14/01/2013). Sin embargo, no quiso revelar cantidades y tampoco especificar nombres. El senador quiere que le creamos como dogma divino que no aceptó sobornos. Surge de manera natural la pregunta y ¿por qué en su momento no hizo la denuncia respectiva? Este supuesto intento de soborno nos recuerda la supuesta y risible “amenaza de muerte” contra Felipe Calderón, el que nunca denunció quién, cómo y cuándo lo amenazó.
La derecha y los casinos
Para nadie es un secreto que durante 12 años de Gobierno Federal panista proliferaron las casas de juego.
Cuando el PAN llegó a la Presidencia de la República (la primera vez de manera legítima, la segunda mediante fraude electoral) existían en el país 123 casas de apuestas; al cierre del sexenio foxista ya eran 198, con Felipe Calderón, hasta julio de 2011, el número se había incrementado hasta 790 casinos, legales e ilegales (Proceso, 10/07/2011).
Los panistas incumplieron sus promesas. Primero, Santiago Creel, al tomar posesión como Secretario de Gobernación de Vicente Fox mintió al afirmar “voy a acabar con la caja chica que me acabo de encontrar y revocar permisos de juegos y sorteos”. En cambio, en el cuarto año de su gestión, Creel promovió un nuevo Reglamento de la Ley Federal de Juegos y Sorteos que no canceló ningún permiso, sino que otorgó nuevos permisos y abrió la puerta para que, con una misma autorización, se pudieran establecer varios negocios.
Luego, Felipe Calderón también incumplió su palabra de no otorgar este tipo de autorizaciones y en una medida de extremo cinismo a las 23:58 horas del 30 de noviembre, dos minutos antes de concluir su sexenio, Calderón otorgó, a través de la Secretaría de Gobernación, dos permisos para operar casi cien casinos durante 25 años (Proceso, 16/12/2012). Según Proceso este trámite fue ilegal y se consumó a las 3:16 de la madrugada del 1° de diciembre, cuando ya, formalmente, Peña Nieto era Presidente.
En este contexto ofenden a la inteligencia las declaraciones de Obdulio Ávila, ex subsecretario de Gobierno de la Secretaría de Gobernación al afirmar que dichos permisos habían sido concedidos desde el 15 de agosto de 2012 aunque la información fue publicada hasta el 30 de noviembre (La Jornada, 16/01/2013).
La doble moral
Las derechas mexicanas siempre se han ostentado como católicas. Recordemos al payaso de Vicente Fox que cuando tomó posesión de la Presidencia de la República, de manera hipócrita, el 1° de diciembre del 2000, se presentó en la Basílica de Guadalupe para “orar” y que en el Auditorio Nacional su hija adoptiva le entregó un crucifijo ante el asombro del público.
Sin embargo, la Iglesia católica en países como Estados Unidos, Canadá o Filipinas posee una gran tradición en la lucha contra el juego y los casinos. Sus campañas, con argumentaciones y datos, se han revelado como eficaces y contundentes. Incluso algunos obispos han tenido que lidiar con amenazas de muerte, como el obispo Óscar V. Cruz de Filipinas.
Por ejemplo, en febrero del año pasado el gobernador de Kentucky anunció que quería abrir siete casinos. Los cuatro obispos católicos del estado prepararon un texto conjunto oponiéndose, texto que repartieron a senadores y congresistas locales. En el texto se citó un estudio en el que la Universidad de Kentucky demostraba cuatro años atrás que los más pobres son los que tienen más riesgo de convertirse en jugadores compulsivos y añadían: “con sus luces intermitentes, el flujo libre de bebidas alcohólicas, abiertos toda la noche y la atmósfera general, embriagadora, los casinos tienen más probabilidades que otras opciones de juego para llevar a tomar malas decisiones y pérdidas catastróficas para los clientes, particularmente aquellos propensos a problemas o juego compulsivo” (AP, 21/02/2012).
La misma posición tomaron los obispos católicos de Ohio en 2009, los de Massachusetts en 2011 y los de Louisiana en 1986, 1992 y 1996 (por ejemplo, véase el documento “Statement On Commercial Gambling By Louisiana’s Catholic Bishops en www.laccb.org/bins/site/content/louisiana/docs/Pastoral and Statements/Gambling 1996.pdf).
También los obispos católicos canadienses tomaron fuerte posición contra los casinos desde 1998.
La pregunta surge de manera natural ¿cómo concilian los “católicos” panistas la promoción de los casinos con su supuesta fe católica?
anbapu05@yahoo.com.mx
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