Marx 2.0, o cómo replantear el marxismo en la nueva economía de la información

Por Víctor López Jaramillo
Preludio
Hoy día, Karl Marx hubiera escrito en su estado de Facebook: “pareciera que todo lo sólido se desvaneciera en el aire”; y a su amigo Friedrich Engels le hubiera gustado dicho estado.
Estamos en el umbral de una nueva sociedad, con nuevas condiciones históricas y literalmente ante un nuevo mundo, por lo que debemos replantearnos la forma de estudiar a este nuevo mundo.
En el Google del siglo XIX
En el siglo XIX, la sociedad experimentó una transformación. “Todo lo sólido parecía desvanecerse en el aire”, explicó Karl Marx entonces para ilustrar tal transformación.
Entonces, el equivalente del Google de la época era la biblioteca del Museo Británico, que tenía volúmenes que compendiaban todo el saber de la humanidad, al menos en materia económica.
Y trabajando en una mesa de esa biblioteca, analizando datos y releyendo a los pensadores clásicos (la tesis doctoral de Marx fue sobre las diferencias filosóficas entre los griegos Demócrito y Epicuro), Marx intentaba encontrar una teoría que pudiera explicar cómo funcionaba ese nuevo mundo industrial, en donde nuevas clases sociales se disputaban el poder y nuevas formas de relación se gestaban.
Tras escribir con su mecenas Engels la obra El manifiesto del Partido Comunista, y tras años de arduo trabajo en la biblioteca del Museo Británico, Marx concibe su obra máxima en donde sintetiza una explicación del mundo y que es publicada en su primera versión en 1867, aunque después haría pequeñas modificaciones: El Capital. Una crítica a la Economía Política.
¿Y por qué una crítica? ¿Y por qué a la Economía Política? ¿Qué es la Economía Política? ¿Siguen siendo válidos los postulados de dicha crítica siglo y medio después de haber sido hechos?
¿En qué camino se conocieron la Economía y la Política?
Hacia 1848, Inglaterra era el único país plenamente industrializado. Le seguían de cerca Estados Unidos y Alemania. De acuerdo con Eric Hobsbawm, se produjeron cambios que aunque en el aspecto económico fueran pequeños, en el social eran áreas fundamentales: el demográfico, el de las comunicaciones y el aumento del comercio y la migración.
En el aspecto de las comunicaciones destaca la infraestructura, donde el ferrocarril apenas estaba en pañales pero la creación de caminos fortaleció los intercambios regionales.
Hacia 1840, afirma Hobsbawm, se presentan ya “los problemas característicos del industrialismo: –el nuevo proletariado, los horrores de una vertiginosa emigración del campo a la ciudad, etc.– eran objeto de serias discusiones en Europa occidental y constituían la pesadilla de todos los gobernantes y economistas. (Hobsbawn, 178: 1962)
“Éste era el paisaje de la Europa recién industrializada.
“El paisaje industrial parecía una serie de lagos salpicados de islas. Si tomamos el país, en general, como el lago, las islas representan ciudades industriales, complejos rurales (como las redes de aldeas artesanas tan frecuentes en la Alemania central y en las montañas de Bohemia) o zonas industriales: ciudades textiles como Mulhouse. Lille, o Ruán en Francia, Elberfeld-Barmen (la patria chica de la piadosa familia algodonera de Friedrich Engels) o Kefrels en Prusia y las del sur de Bélgica o Sajonia. Si tomamos la amplia masa de artesanos independientes, aldeanos, que preparan sus productos durante el invierno, y trabajadores a domicilio o fuera, como un lago, las islas representan las hilanderías, fábricas, minas y talleres de fundición de diferentes tamaños.” (Hobswam, 180:1962)
Éste era el nuevo escenario, los científicos sociales tenían que explicar su funcionamiento.
A brand new world
¿Y 150 años después como es el nuevo paisaje en este nuevo mundo?
En primera, la evolución de la técnica y el desarrollo de maquinaria aplicada a la producción industrial transformaron en paisaje de la vieja Europa que jubiló a sus castillos para estrenar sus fábricas.
Hoy, con una nueva tecnología entre iguales, Europa y EU jubilan fábricas y estrenan una nueva producción basada en información y colaboración.
Estamos en los albores de una nueva sociedad, en donde la economía de la información y el conocimiento suponen cerca del 50 por ciento del empleo y la renta en países desarrollados, afirman Terceiro y Matías en su obra Digitalismo.
Pero es Castells quien mejor describe este nuevo escenario:
“En las dos últimas décadas, ha surgido una nueva economía a escala mundial. La denomino informacional y global para identificar sus rasgos fundamentales y distintivos, y para destacar que están entrelazados. Es informacional porque la productividad y la competitividad de las unidades o agentes de esta economía (ya sean empresas, regiones o naciones) depende fundamentalmente de su capacidad para generar, procesar y aplicar con eficacia la información basada en el conocimiento. Es global porque la producción, el consumo y la circulación, así como sus componentes (capital, mano de obra, materias primas, gestión, información, tecnología, mercados) están organizados a escala global, bien de forma directa, bien mediante una red de vínculos entre los agentes económicos. Es informacional y global porque, en las nuevas condiciones históricas, la productividad se genera y la competitividad se ejerce por medio de una red global de interacción. Y ha surgido en el último cuarto del siglo XX porque la revolución de la tecnología de la información proporciona la base material indispensable para esa nueva economía.” (Castells, 93:1999)
Esta nueva economía informacional está enmarcada dentro del sistema capitalista de producción, sin embargo, advierte Castells que “el paso del industrialismo al informacionalismo no es el equivalente histórico de la transición de las economías agrícolas a las industriales, y no puede equipararse al surgimiento de la economía de servicios”. (Ibíd., 119)
De acuerdo con el periodista Thomas Friedman, hay 10 factores a destacar en esta nueva economía o tierra plana, como él la llama. Entre ellas destacamos la caída del Muro de Berlín, la salida de Netscape a la bolsa, el crecimiento de las aplicaciones informáticas para el flujo del trabajo, el software de código abierto, el outsourcing , el offshoring –traslado de fábricas para abaratar costos–, entre otros.
Son de destacar, porque estos factores surgieron en menos de 25 años y son parte de esta transformación informacional de la sociedad y la economía. 25 años que transformaron al mundo e hicieron que pareciera que todo lo sólido se desvanecía en el aire, o como dice el propio Friedman, hechos que sucedieran mientras dormíamos.
Tecnófobos vs tecnófilos
Es evidente que ante la nueva estructura social es necesario desarrollar nuevas teorías para estudiarla o adaptar a las teorías clásicas.
Sin embargo, hasta ahora el debate se ha concentrado, muchas veces, en santificar o satanizar a las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC).
El mayor esfuerzo teórico proviene de Manuel Castells en su obra La era de la información, sin embargo, otros autores (Friedman, Tapscott y Williams) se quedan en el mero elemento descriptivo y hablan siempre en un tono optimista de las TIC.
Por otro lado, del lado crítico o de la izquierda tecnofóbica, como la llaman algunos autores, abunda una descalificación a priori de las TIC y hacen un análisis reduccionista de ella comparando a las TIC como nuevas máquinas de vapor, sin tomar en cuenta las nuevas condiciones históricas ni lo planteado por Castells de que el paso a la nueva era informacional no era equivalente al paso de la sociedad agrícola a la industrial.
Una de las críticas provienen de la Economía Política de la Comunicación y Cultura, pero más que enfocarse en satanizarla, lo que a esta teoría le preocupa es como las TIC transformarán y seguirán moldeando la desigualdad social en el sistema capitalista.
En su obra Fantasías electrónicas, Vincent Mosco hace una crítica del desarrollo de las TIC pero desde el punto de vista de quién es el dueño de esas TIC y qué mensaje ideológico reproducen.
El texto escrito en 1986 nunca previó que el propio usuario se volvería productor de contenidos (o prosumidor) en la red de información, sin embargo, podemos rescatar lo siguiente:
“En consecuencia, no se trata de preguntarse si esta tecnología será buena o mala para la sociedad. Antes bien, lo que reconoce este libro es que quienes controlan la producción y el uso de la tecnología de la información tratarán de modelarla de forma que sea buena para algunos y destructiva para otros. Más concretamente, algunos ganarán dinero, tendrán más control sobre sus vidas, y simplemente, sabrán más como resultado de utilizar el videotexto y la tecnología de la información. Por otro lado, para algunos, la revolución en las comunicaciones significará trabajos degradantes durante horas ante terminales operadoras controladas por video, o ningún trabajo en absoluto. Para los que no puedan gastar lo que cuesta pagar la información o comprar privacidad, los nuevos servicios de las tecnologías de la información significarán simplemente una pérdida de control sobre los recursos y decisiones que afectan sus vías.” (Mosco, 22: 1986)
El propio Mosco reconoce que mucho del debate sobre las TIC se reduce a la dicotomía base/superestructura y una tendencia a explicar todo de manera determinista sin tomar en cuenta los factores culturales que las TIC transforman.
“Esta división que se mantiene y el debate, con frecuencia acalorado, acerca de la primacía del aspecto económico o el ideológico, renovado en el trabajo de Althusser, ha impedido una comprensión de todo lo social. Concretamente, ha conducido a un desprecio general hacia cuestiones de que los adelantos en información han hecho cada vez más dignos de consideración (Mosco, 34: 1986)
¿Si Marx nunca tuvo un iPhone, sigue vigente esta teoría?
En primer término sí. Pero con adaptaciones.
En efecto, Marx nunca usó un iPhone, ni googleó a Adam Smith ni tuvo a Engels como amigo en Facebook, pero siguiendo los principios elementales de su teoría, pueden ayudarnos a comprender en parte el mundo moderno.
Como planteamos líneas arriba, la propuesta marxista nace en un mundo en plena transformación, donde parecía que lo sólido desaparecía en el aire. Nuevamente, hoy vivimos una transformación, una nueva revolución industrial pretenden llamarla, en donde todo se disuelve en lo digital, o bien si usamos el término de Zygmunt Bauman, vivimos en una sociedad líquida.
Simplificando un poco el término de Economía Política y tomando la definición concreta de Vincent Mosco, podríamos definirla como:
“El estudio de las relaciones sociales, particularmente las relaciones de poder, que mutuamente constituyen la producción, distribución y consumo de recursos, incluidos los recursos de comunicación”. (Mosco, 59: 2006)
Ojo, aquí ya incluimos a la comunicación, que en los términos originales de la teoría nunca se plantearon. Los medios de comunicación entonces no jugaban un papel relevante ni en la producción, ni distribución ni consumo de productos.
Hoy día, los medios (o industrias culturales) y las TIC juegan el papel de ser un eslabón más en la cadena de producción. O bien, pueden ser la misma cadena de producción.
Ciertamente, los principales teóricos de la nueva era de la información incluyen elementos marxistas en su análisis, como Castells o Terceiro, hace falta una revitalización (o que sea recargada en término informáticos), y crear nuevos conceptos que cuando fue creada no existían.
Así como se habla de plusvalía digital, también podríamos hablar de proletarios digitales y burgueses digitales o hegemonía digital.
La teoría marxista nunca estuvo acabada, Marx murió antes de completar su gran obra El capital, sin embargo, sus herederos intelectuales se dieron a la tarea de reinterpretarla y adecuarla a las nuevas circunstancias, como lo hizo Gramsci en su momento.
En este breve ensayo se dio pie a la discusión y pertinencia de la teoría marxista en la sociedad contemporánea y se evidencia que hace falta mucho por discutir.
Ahora, en esta nueva sociedad, hace falta un Marx 2.0 que proponga una teoría holística de la sociedad digital y que deje de ser un simple pie de página en las nuevas obras.
Bibliografía
–Castells, Manuel (1999). La era de la información. Vol. I. Siglo XXI. México.
Friedman, Thomas (2006). La tierra es plana. Breve historia del mundo globalizado. MR. Editores, Madrid.
–Hobswawm, Eric (1997). La era de la Revolución 1789-1848. Crítica. Barcelona.
–Mosco, Vincent (2006). La Economía Política de la Comunicación: una actualización diez años después. CIC Cuadernos de Información y Comunicación. Vol. 11.
–Mosco, Vincent (1986). Fantasías electrónicas. Crítica de las tecnologías de la información. Paidós. Barcelona.
–Terceiro, José (2000). Digitalismo. Taurus. España.
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