México y el tiempo
Por: Daniel Muñoz Vega
Las reflexiones de inicio de año sirven para contrastar lo que pretendíamos ser y no fuimos. Ese análisis personal nos ayuda a maquetar el futuro. El tiempo pasa, sin forma aparente, y aquí estamos, siempre igual pero siempre diferentes: una paradoja.
Lo mismo pasa con el entorno, con el contexto; pensamos en lo que sería y no fue. El 31 de diciembre me encontraba en la parte más alta de la Torre Latinoamericana en la Ciudad de México. Desde ahí observaba la mancha urbana. El Zócalo, desde ahí, se ve diminuto. Ahí donde estaba parado estaba Tenochtitlan. Trato de jugar con el tiempo, de imaginar lo que fue, pero parece que el tiempo es el que juega con nosotros. Tenochtitlan fue derrumbada hace 495 años, ahí está, en un holograma del tiempo, pero ya no nos corresponde.
Desde ahí, desde la Latino, alcanzo a ver la Cámara de Diputados un poco más atrás de Palacio Nacional. El tiempo contemporáneo. ¿Qué son 12 años? El lapso de tiempo entre la toma de protesta de Salinas de Gortari y Fox Quezada, tiempo en que el país quiso transformarse. Reventó ciertas cadenas para ponerse otras. Se quitó vendas viejas de los ojos para ponerse nuevas. 1988 y 2000; la oscuridad y la esperanza. Aquel 1º de diciembre de 1988, miles de papelitos decoraban el ambiente mientras Salinas viajaba en un descapotable saludando al pueblo. No había nada que festejar, sin embargo se nos imponía la fiesta.
12 años después nos pensamos como una sociedad empoderada. No hicimos de la democracia una fiesta, hicimos una fiestecita. Sacar al PRI de los Pinos fue la victoria de una sociedad idiota incapaz de entender los nuevos tiempos, aquellos donde mandan las grandes corporaciones. La patria, la democracia y la esperanza, nunca lucieron de forma tan ridícula. El tiempo pasó muy rápido, tan rápido que no nos dimos cuenta que nada había cambiado.
Otros 12 años pasaron desde la histórica toma de protesta en la que un partido diferente al PRI gobernaría al país al 1º. de diciembre de 2012, cuando Peña Nieto comenzó a decirse presidente. México cambia pero parece ser el mismo, más bien, es el mismo. Los tiempo nos hablan del derrumbe del precio del petróleo, de la crisis económica, del imperio del crimen organizado; el discurso dice otra cosa: democracia, libertad, justicia y un sin fin de “bla bla blas”.
El México moderno, el que se inauguró hace casi 30 años con la llegada de Salinas al poder, el país que entró en los menesteres del libre mercado y que pensó en el progreso como porvenir, tendría que tener hoy un destino diferente. ¿Qué hicimos todo este tiempo? El México nuevo, el que se instauró con la aparente llegada de la democracia en el 2000 tendría que estar dando sus primero frutos de un país mucho mejor. No hicimos ni madres. Las ruinas del país fueron soportadas por los andamios de la clase política y económica más voraz.
México y el tiempo. Desde la Torre Latinoamericana imagino el paso del tiempo sobre la gran ciudad. El edificio Nuevo León de Tlatelolco se derrumbó en el sismo de 1985. Estando ahí pienso que alguna vez, gran parte de lo que veo, era un inmenso lago. Trato de buscar los volcanes pero el esmog me impide verlos. Por ahí entraron los españoles para acabar con la gran Tenochtitlan. Sigo el eje Lázaro Cárdenas, ahí abajito, ahí donde luce el Palacio de Bellas Artes, para llegar al edificio de Relaciones Exteriores, ahí donde está la Plaza de las Tres Culturas, donde en 1968 mataron a los estudiantes.El World Trade Center y la Torre Mayor se ven imponentes. El tiempo ha pasado. Es 31 de diciembre y faltan horas para recibir el 2016. México y el tiempo, qué le hem