Nosotros no olvidamos; ellos, ¿olvidan o se hacen?
Por: María del Carmen Vicencio Acevedo
metamorfosis-mepa@hotmail.com
El mes pasado, Peña Nieto envió al Congreso una iniciativa de Ley, con carácter “preferencial”, para la protección de niños, niñas y adolescentes.
Ya desde el 2000 había otra ley (¿?) sobre el mismo tema (reformada en abril de 2014). ¿La nueva iniciativa es signo del dinamismo legislativo, de que Peña desconocía la anterior, o de que ésa no sirvió de nada?
En esa del 2000 sorprende la reiteración de disposiciones, que se vienen proclamando para los niños desde hace más de cien años (a partir, por ejemplo, de la “Revolución Copernicana de la Educación”), o bien, desde hace cincuenta, con la Declaración Universal de los Derechos del Niño, como son: a la igualdad, a tener una protección especial para el desarrollo físico y mental, a la no discriminación, a la alimentación sana, a la familia, a la protección contra cualquier forma de abandono, crueldad o explotación, etc.
Si observamos la actual situación de los menores mexicanos, habremos de reconocer que de muy poco han servido tales declaraciones. ¿Por qué, entonces, una nueva ley que repite lo mismo?; ¿será acaso que nuestros gobernantes son muy olvidadizos?; ¿será que tienen pensamiento mágico y creen que con machacar un decreto automáticamente se cumplirá?; ¿padecen disociación mental o incapacidad para establecer relaciones causales?; ¿o pretenden taparle el ojo al macho?
En los últimos años, los menores han sido focalizados por varios infortunios que los vienen afectando profundamente: morir o quedar desfigurados en la guardería ABC; sufrir la pederastia de los sacerdotes, o ser esclavos sexuales de los pudientes; volverse sicarios; padecer hambre; migrar solos a otros países; ponerse obesos; vivir en albergues “Mamá Rosa”; padecer “bullyng”; morir por la Ley Bala; ser expulsados de la secundaria; aguantar embarazos indeseados; sentir necesidad de cortarse la piel, de alcoholizarse o drogarse, cada vez a menor edad, etc.
Las desdichas trascienden hacia los jóvenes que se quedan sin universidad, hacia los normalistas y chavos jugadores de futbol guerrerenses, recientemente “ajusticiados” (heridos, muertos o desaparecidos) por miembros de la Policía; o hacia esos otros que fueron ejecutados por miembros del Ejército en Tlatlaya, sin previo juicio y sin ley de pena de muerte (“casos aislados”, según el secretario de Gobernación).
Para colmo, los reflectores se colocan también ahora sobre los jóvenes del IPN, que deciden manifestarse multitudinariamente, ¡en vísperas del 2 DE OCTUBRE NO SE OLVIDA!, hartos de la mediocre formación que reciben, del autoritarismo y las disposiciones neoliberales, que los reducen a técnicos, sirvientes del Gran Poder, y les impiden trabajar en una perspectiva popular, verdaderamente transformadora del país.
Todo esto hace más que evidente que, en México, las cosas no marchan tan bien como presumen nuestros gobernantes, lo que resulta un serio inconveniente para las negociaciones que se cocinan con los grandes consorcios internacionales, ante las reformas estructurales (que, dicho sea de paso, provocarán una mayor precarización de las condiciones de vida de la población, especialmente de los menores).
Urge dar una buena cara (a los inversores, más que a los ciudadanos). Por eso son tan importantes las labores de maquillaje para inocular la idea de que, aunque tenemos problemas, “para todo hay solución”, y nuestros gobernantes no sólo están dispuestos a escuchar y a aplicar prontamente las medidas necesarias, sino que son “expertos en resolver” (como Osorio Chong frente a los manifestantes del IPN).
La ley del 2000 para la protección de niños, niñas y adolescentes se promulgó cuando Zedillo era presidente, poco después de haber sido señalado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos como responsable de la masacre de Acteal.
Como sabemos, Peña Nieto mismo fue señalado como responsable de la trifulca en Atenco (2006), cuando fueron violados diez derechos humanos y muchas personas fueron lesionadas, torturadas, muertas, encarceladas y violadas. Con esto, bastantes niños quedaron, no sólo físicamente lastimados, sino psicológicamente afectados y sin protección.
El grito del #YoSoy132, de “Atenco no se olvida” no le importó gran cosa a Peña Nieto; ahora presume de querer “proteger a los menores”; a la vez, acepta “blindar” la frontera sur de México para liberar a los EU de esos molestos niños centroamericanos (y mexicanos) que se trepaban a “La Bestia” y que ahora tienen que correr más peligros para atravesar la frontera, o regresar a sus países y morir allá. (Lo que interesa es que no se vean).
Peña Nieto no recuerda nada de todo esto (no hila, o se hace). Su negro historial no importa porque acaba de recibir de la “Fundación (gringa) por un llamado a la conciencia” (nótese el nombre) el “Premio al Estadista Mundial, 2014”.
Otro anuncio que llena de orgullo al presidente es que México participará en operaciones de PAZ de la ONU, para conflictos internacionales.
Aquí, ni la ciudadanía, ni los niños, ni los jóvenes estudiantes importan a quienes gobiernan. Lo único que les interesa es recibir reconocimientos del Gran Capital. (Aunque sí les resultan redituables, para sonreír con ellos en fotos, presumiendo sus míseras dádivas y sus informes).
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