Para después de las elecciones
Por: Efraín Mendoza
Fue en 1977 la primera campaña electoral de que tengo memoria. En mi basurero personal conservo el cuaderno que me tocó en el reparto que hizo un candidato en las escuelas. Esa elección (en Guerrero) incluyó, por supuesto, denuestos a alto volumen y movilizaciones callejeras. Con diferente grado de interés, de entonces a la fecha he seguido 14 procesos electorales y por ello hoy no podría darle razón a los que dicen que nada ha cambiado y menos aún a los que dicen que hay que tirar el agua sucia con todo y niño.
Como un fantasma flota hoy en el ambiente la pregunta: ¿votar, no votar o anular? Mi respuesta, por supuesto, es votar. Porque, digo con Woldenberg, “hay que fortalecer esa rutina que tiene un enorme significado civilizatorio”. La maquinaria electoral tiene lo mismo engranes desgastados como inútiles y costosos. Es cierto que la política muestra lo peor de nosotros pero también la política es terreno de construcción de futuro. Hay que rescatar la política de las manos de los políticos.
Como pocas veces, en este momento palpo hoy un impresionante hartazgo. Entre los jóvenes percibo un ánimo desolado. Se sienten fuera del camino y se preguntan qué caminos hay fuera del camino. Tras la elección de este domingo habrá que pensar en serio en una transformación del sistema de representación nacional. Concibo la democracia en un sentido amplio, que incluye el acceso al poder y su ejercicio (presupuesto incluido, es decir, que no se reduce al ámbito electoral). ¿Cómo empujar los cambios necesarios sin revoluciones ni dictaduras?, pregunta el escritor Julio Figueroa. Si, como cree el señor Zeta, “hemos entrado en un mundo posdemocrático” donde “la forma es la de la democracia, pero las decisiones las toman otros”, pienso que, al margen de los partidos, un segmento de la ciudadanía ha estado deliberando en estos días sobre las profundas reformas que habría que empujar para dotar de legitimidad al sistema político mexicano.
Dejo aquí once puntos de la reforma que, en un ejercicio de imaginación, estimo necesarias para empoderar a los ciudadanos por encima de los partidos políticos.
1. Con independencia de su ubicación en el reparto de la riqueza y del conocimiento, corresponde a los mexicanos mayores de 16 años elegir democráticamente a sus gobernantes.
2. Igual que los miembros de los otros poderes y gobiernos locales, los jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial, serán electos por el voto popular.
3. Se contabilizarán, y tendrán efectos legales, los votos depositados a favor de partidos y asociaciones políticas, organizaciones gremiales y candidatos independientes, así como los depositados a favor de candidatos no registrados, y los votos nulos.
4. Se suprime el financiamiento público a los partidos políticos. Los candidatos colocarán en sus sacos y corbatas la marca que los financia para que los ciudadanos conozcan a qué intereses sirven.
5. El mandato de los gobernantes electos podrá ser revocado.
6. El ejercicio de gobierno se hará a partir del plebiscito, el referéndum, la iniciativa ciudadana y la consulta popular.
7. Cada año se auditará el ejercicio de gobierno con relación a la plataforma electoral presentada para la elección.
8. El presupuesto de los distintos órdenes de gobierno será fijado anualmente por los órganos legislativos mediante un esquema que concilie las prioridades contenidas en las plataformas electorales que hayan sido favorecidas por el voto popular y una consulta ciudadana.
9. Se adoptará un tabulador general de sueldos para todos los servidores públicos. El tope del sueldo asignado al titular del Poder Ejecutivo Federal será equivalente a mil salarios mínimos. Se suprimen sobresueldos, gastos de representación y ayudas personales.
10. Se suprimen los regímenes fiscales especiales.
11. Se crea el Ombudsman de los Medios de Comunicación para garantizar que los contenidos se rijan de conformidad con los criterios fijados por el artículo 3 de la actual Constitución. Los medios de comunicación de propiedad pública adoptarán un enfoque de empoderamiento de la ciudadanía.
Y 12, una especie de artículo transitorio único: Si en la elección presidencial de 2018 la suma de los ciudadanos que se hayan abstenido de votar, los votos nulos y los emitidos por candidatos no registrados, resulta superior a los votos depositados a favor de los partidos políticos, se convocará a un nuevo constituyente para que diseñe estructuras políticas dotadas de legitimidad. En tanto, se nombrará un gobierno provisional.
En este ejercicio de imaginación aquí está mi aportación. Por cierto, si hiciera falta a los ciudadanos más fundamento para querer transformar a su país, baste recordar que todavía no ha sido derogado el artículo 39 de la actual Constitución, uno de los más breves, bellos y concisos de nuestra carta máxima, que dice sin titubeos: “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.
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