Políticos queretanos, políticos convencionales
Por: Daniel Muñoz Vega
Tengo la buena costumbre de desconfiar de los políticos. No puedo confiar en alguien que aspira al poder. Los políticos han hecho de las calles de la ciudad una especie de Facebook urbano donde nos ponen su cara en cada semáforo; como cualquier usuario de las redes sociales, los legisladores queretanos tapizan las avenidas anunciando sus informes con sus fotos y las de sus familias, acompañadas con frases sin sentido, cual si fuera Facebook.
Al priismo le encanta explotar el concepto de la familia. En semanas pasadas pudimos ver a Braulio Guerra jugando Jenga con sus hijos y esposa en varios espectaculares de la ciudad. Política feisbuquera. En otros espacios lo vimos tocando la guitarra, rodeado de bonitas oraciones que hablaban de la unión familiar, de la cultura y de todo lo que los políticos dicen que procuran y por lo que trabajan, que al final de cuentas, al ver la situación política, económica y social de nuestro país, México carece mucho de aquello que se escucha en el discurso.
No confío en los políticos, por lo menos en los políticos convencionales, como los de México; no confío en ellos porque la gran mayoría se ha desprendido de la base social para manejarse dentro de las élites, actúan y trabajan para ellas. El político mexicano es la versión más limitada del ciudadano contemporáneo, precisamente porque han dejado de serlo, sólo se paran en las banquetas para dar una entrevista pero sus recorridos los hacen en camionetas de lujo.
El político tradicional, es aquel que aspira al poder por beneficio propio, el que se para en el ladrillo para verse en el espejo y encantarse, el que perfecciona la corrupción y hasta la legaliza con leyes a modo, el que sale en las primeras planas porque paga por salir en ellas, el que se la vive más en eventos protocolarios que en el trabajo con la gente; los que presumen desmedidamente aquello que hacen, los que hacen de la vanidad el combustible para actuar, los que no tienen mayor talento más que ser políticos, lo que profesionalizaron la política en base a estrategias de comunicación, los que tienen que pagar para que hablen bien de ellos, los endiosados que aspiran subir para salir en mejores revistas de sociales, los que se rinden hipócritamente antes sus gobernados pero se someten ante los poderes fácticos. El político convencional privilegia en el discurso a la familia, pero la ve como moneda de cambio para obtener votos. El político tradicional es el que se hinca y se persigna ante los altares frente a sus gobernados, es el que pretende aparentar en vez de transformar. Es el que ve el actual cargo como escalón para llegar al que sigue.
Querétaro tiene muchos políticos de esos, los de siempre, los que son merolicos de todo y expertos de nada. Los que dicen estar con la gente y no construyen verdaderas políticas públicas (RedQ es el ejemplo). En Querétaro el político tradicional ha intentado modernizar las formas de su propio convencionalismo, más no ha dado paso para transformarse (Calzada es el ejemplo). El político que no se transforma no tiene capacidad para transformar su entorno, más bien simula, administra y en lo que administra reparte. El político tradicional es aquel que en su ejercicio nunca deja de hacer política, el que no trabaja o lo hace poco; es el que llegando al puesto se convierte en relacionista público. El político tradicional da entrevistas a los periodistas tradicionales (Prenda el radio o compre un periódico local); a aquellos comunicadores que hoy critican al PAN porque hoy ganó el PRI, pero que mañana lo harán a la inversa según lo definan sus intereses. El político tradicional es el que dice ayudar y lleva tajada de por medio.
En todo lo anterior radica mi desconfianza en los políticos. Desconfío de ellos porque sus plataformas ideológicas, si es que las podemos llamar así, están sujetadas de intereses económicos. Así vamos de cara al 2015, a seguir tachando boletas para escoger a los mismos de siempre.
Paréntesis. El ambiente político en Querétaro se calentó un poco con la noticia del periódico Reforma que hablaba de “moches” que recibieron varios diputados por bajar recursos a distintos municipios. Entre los diputados mencionados estaba Marcos Aguilar. En Marcos no confío, como no confío en ningún político. Sin embargo, la forma como se manejó la noticia, y la forma como Tonatiuh Salinas se desgarró las vestiduras por una nota periodística de la cual no han mostrado una sola prueba, resulta más una estrategia de desprestigio de cara a las elecciones de 2015. Bien dicen que el buen juez por su propia casa empieza. Los priistas como Tonatiuh Salinas son los menos indicados para hablarnos de moral, porque luego la duplican y se les hace doble. Si quieren sacar de la jugada a Marcos Aguilar presente pruebas, no notas del periódico. Ahora, si Marcos tiene la conciencia tranquila y sabe que es una campaña de desprestigio, los que se tienen que preocupar son los priistas porque de entrada, ya les va ganando.
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