Premio Estatal de Periodismo: la historia jamás contada
Por José Luis Álvarez Hidalgo
Cuando los editores de este semanario me preguntaron el año pasado sobre que iba a escribir para el número especial del anuario 2011, me quedé pensando largo y tendido sobre cuál podría ser el tema indicado que ameritara erigirse como el evento mediático del año a nivel local. Y así me quedé pensando y pensando y no acudió a mi mente el flashazo que iluminara mi cerebro con la imagen del susodicho acontecimiento. Y no escribí nada (el exceso de reflexión conduce a la inacción).
A toro pasado, repentinamente, tuve a bien leer la imprescindible columna de Ramón Martínez de Velazco que publica en el semanario Libertad de Palabra (donde se ocupa acertadamente del tema en cuestión) y se iluminó la faz de la tierra: pude avizorar un hecho que traía atorado entre ceja y ceja y del que no me había ocupado en su momento, ya sea por desidia intelectual o por fatiga emocional, el caso es que no lo hice y creo que es momento de abordarlo dado que su relevancia no es menor.
Se trata de la entrega del Premio Estatal de Periodismo 2011, luego de una larga sequía en dicho rubro, pues desde hace seis años no se había vuelto a realizar dicho certamen por razones bastante oscuras (lo que quiere decir que todos ignoramos el porqué); en aquella última entrega, la correspondiente al año 2005, tuve el honor de ser invitado como jurado en mi calidad de periodista de opinión y columnista y en mi carácter de coordinador de la Licenciatura en Periodismo y Comunicación de la FCPS de la UAQ.
De allí que me sepa parte de la terrible historia de la primera y última entrega del Premio Estatal de Periodismo en forma libre e independiente (nunca digas nunca) y de un gobierno desalmado.
Resulta que al entonces director de la Asociación de Periodistas del Estado de Querétaro (APEQ), Alejandro González, quien entonces prestaba sus servicios al innombrable Diario de Querétaro, conducido en aquellos ayeres por otro innombrable de siniestros lazos con el poder político en turno; les decía que a González se le ocurre organizar un premio de periodismo independiente y soberano, esto es, ajeno a los intereses del poder (¡vaya ocurrencia!), dado que imperaba la malsana costumbre del periodismo queretano de consultar al gobernador en turno sobre cuáles podrían ser los mejores periodistas en su desempeño profesional durante el año a premiar.
Esta odiosa costumbre servilista pretendía Alejandro González erradicar del panorama estatal y dotar de viento nuevo y alas de libertad al ejercicio periodístico en la entidad, empresa arriesgada y temeraria que el presidente de la APEQ afrontó con coraje y valor. Y lo hicimos. Se realizó el certamen, los resultados fueron muy satisfactorios dado que por vez primera los nombres de los periodistas galardonados no estuvieron palomeados por el Ejecutivo estatal y el reconocimiento a la tarea periodística se basó en criterios con un alto sentido de ética y profesionalismo. Fue un hito en la historia del periodismo queretano.
Y así como empezó, así terminó. Fue un sueño que se resquebrajó muy pronto y la odiosa e intransigente realidad volvió a poner las cosas en su sitio: Alejandro desapareció misteriosamente apenas concluyó su período en la APEQ y se dice que se encuentra en el exilio en alguna ciudad norteamericana. No se le ha vuelto a ver por Querétaro nunca más. ¿Qué le sucedió? La respuesta no es difícil de suponer: ni más ni menos que las fuerzas oscuras que dominan el territorio local volvieron a tomar el control y lo expulsaron del paraíso queretano para siempre. Nunca más una APEQ libre e independiente, parece ser la consigna postrera.
Ésta es la historia nunca antes contada. Ésta es la primicia sobre un premio que se otorga en libertad y muere casi al momento mismo de nacer. De allí que este paréntesis haya sido tan largo y que la celebración del nuevo certamen haya sido pospuesta tanto tiempo. ¿Qué tenemos ahora? La misma APEQ de toda la vida, presidida ahora por Facundo Ugalde, un periodista que siempre ha ejercido su labor bajo la sombra del poder y que resulta el dirigente idóneo dada su mansedumbre e incondicional entrega de todo su gremio a las fauces del gobernador en turno.
Se ha realizado la entrega del Premio Estatal de Periodismo 2011 y el resultado es lamentable y vergonzoso. De entrada la conformación del presídium el día de la ceremonia: el hijo a la derecha del padre: el presidente de la APEQ sentado junto al Secretario de Gobierno, Roberto Loyola Vera. ¿Qué diantres hace un funcionario de primer nivel del Ejecutivo estatal coronando la ceremonia cuando se trata de un evento en el que se debería premiar a los periodistas más críticos del régimen? ¡Alabado sea el señor gobernador!
Coincido plenamente con Ramón Martínez de Velazco cuando afirma que el premio otorgado a Edmundo González Llaca es altamente merecido y lo demostró con creces con ese afortunado e impecable discurso que improvisó en la ceremonia, pero que debió haberlo rechazado en un gesto de dignidad y de independencia periodística que él mismo plasma en el contenido de su discurso y que lo dijo con todas sus letras: “Si realmente, como aquí se ha dicho, en Querétaro hay libertad de expresión, ¿porqué no la utilizamos ejerciendo un periodismo crítico y propositivo?” Ésa es la cuestión, entonces, ¿qué necesidad de que González Llaca le haga el caldo gordo al Gobierno del Estado en una ceremonia presidida y autorizada por el mismísimo Secretario General de Gobierno?
2012 estalla como un río caudaloso. Los retos para el periodismo queretano son muchos y no sabemos si el gremio está dispuesto a enfrentarlos y le haga honor a las palabras de González Llaca o va a preferir seguir nadando de a muertito. ¿A quién premiarán ahora?