Opinión

Qué conmemorar

Sólo para nostálgicos…

México en 1847 sufrió la pérdida de más de la mitad de su territorio, fue víctima de injusta guerra por parte de los estadounidenses, padeció la presidencia dictatorial de Antonio López de Santa Anna. El gobierno del presidente Benito Juárez García defendió la república frente al efímero imperio de Maximiliano quien fue capturado y fusilado en 1867. El país en pocos años padeció ataques de la Iglesia, políticos rapaces, luchas internas por el poder, así que el terreno era fértil para que un caudillo de mano fuerte pusiera orden en lo económico, social y principalmente en lo político, ese hombre, en su momento fue Porfirio Díaz Mori.

En su primer periodo de gobierno, de 1877-1880, promovió el desarrollo material. En 1877 aparece la mano del gobierno de Estados Unidos, el presidente Rutherford Birchard Hayes pretendía imponer condiciones para reconocer al gobierno de Porfirio a cambio de que se le otorgase libertad de tránsito para su ejército en la frontera, concesiones ferrocarrileras, pero los representantes mexicanos, Ignacio L. Vallarta José Ma. Mata y Manuel Zamacona lograron el reconocimiento sin ceder a las presiones.

De 1880 a 1884, la presidencia es ejercida por Manuel González, pero el verdadero poder lo tiene Porfirio Díaz, quien como gobernador de Oaxaca ejerce su influencia en las decisiones federales. Díaz controla el Congreso y se permite la reelección presidencial, así que de 1884 a 1910, ejercerá el poder de manera dictatorial. Se desarrolló la industria en el norte del país, principalmente en Monterrey, se otorgaron concesiones a extranjeros para la explotación de minas, se intensificó la industria textil, se comunicó al país a través del ferrocarril pero a costa de los trabajadores y de los campesinos.

En 1910 se presenta a las elecciones el candidato opositor Francisco I. Madero, descendiente de una familia dedicada a la agricultura, él es encarcelado y al salir redacta el Plan de San Luis, convoca al cambio y estalla la Revolución el 20 de noviembre de 1910.

Y ahora, a 113 años del inicio de la Revolución, qué se puede conmemorar. Las tiendas de raya donde estaba hipotecado el jornalero han cambiado por el crédito usurero de las cajas de ahorro, de las tarjetas de crédito, del préstamo de nómina.

Los patrones están protegidos por líderes sindicales que se eternizan en el puesto, hasta que la muerte los separe del cargo, cambiaron el caballo por motocicletas o autos de importación. Políticos que hacen acrobacias al brincar de un puesto a otro, pero siempre viviendo del erario público, han sido diputados locales, federales, gobernadores, senadores, secretarios de Estado, no hay puesto en el que no hayan disfrutado y abusado del poder económico.

Si en Cananea y Río Blanco asesinaron a los obreros que pedían mejoras en sus condiciones de trabajo, ahora por decreto presidencial se desaparecen empresas como Compañía de Luz y Fuerza del Centro y miles de trabajadores a la calle, sí con pensión o liquidación, pero sin empleo, o bien empresas como Mexicana de Aviación donde los trabajadores con todo y Ley Federal del Trabajo están en el limbo, no hay arreglo y ellos sin saber de su futuro. Miles en la economía informal.

En el ejercicio del poder, a la Revolución la hicieron partido, casi registraron como marca la palabra “revolución” como de uso exclusivo. Con distinto nombre el partido oficial, de 1929 al 2000, 71 años estuvo un Presidente “revolucionario”, cada uno de ellos con el sello particular, pero siempre como el Estado paternalista, el de las causas nobles a cambio del voto.

En esos 71 años el pueblo ha padecido la imposición de gobernantes. No olvidar el artículo de disolución social aplicado a los opositores del gobierno, el espionaje de la temida y siniestra Dirección Federal de Seguridad, la represión a los maestros en el D.F., en 1959, la cárcel por “razones políticas” de David Alfaro Siqueiros, Revueltas, Demetrio Vallejo, Valentín Campa, Othón Salazar, masacres como la del 2 de octubre, la agresión a los estudiantes en la Ciudad de México el 10 de junio de 1971, la represión al pueblo de San Salvador Atenco y otras más.

Acciones bárbaras que no le piden nada a las ejercidas en el gobierno de Porfirio Díaz.

Y los nostálgicos nada más ven cómo el 20 de noviembre ha cambiado a “el buen fin”, para que algunos comerciantes se deshagan de saldos. Y la Revolución, bien gracias, descansa en paz.

rangel_salvador@hotmail.com

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