Opinión

Regreso a “1984” o proyección al “2012, Odisea del espacio”, en la reforma de las Normales (Primera parte)

Por María del Carmen Vicencio Acevedo

En mi artículo anterior comentaba la gran complicación en la que se han visto los estados de la República Mexicana que “asumieron” la vorágine implicada en la Reforma Curricular 2011, para la educación Normal. Pongo “asumieron” entre comillas, porque es muy difícil hacerlo realmente, cuando las condiciones de su diseño (en las rodillas) y de su operación (sin recursos, sin cambios estructurales que la sostengan) son tan adversas.

El título de este artículo resulta extraño, por lo que me permito explicarlo:

Antes de que se difundiera oficialmente el nuevo currículo, algunos docentes, más o menos informados, comentaban que les parecía un regreso al Plan de estudios 1984, que enfatizaba la formación teórica, el pensamiento crítico y la investigación. (Estos tres rubros se vieron disminuidos en el Plan 1997, cuya orientación era más bien pragmática).

Con el tiempo, esta referencia se fue descartando, al reconocer que el nuevo currículo es muy distinto al de 1984. Sin embargo, en las disquisiciones colectivas, surgidas en el curso de inducción a la reforma, se estableció de pronto otra relación con ese mismo año: ¡la novela antiutópica de Georges Orwell!

Es curioso, pero varios maestros que participaban, desde contextos distintos, en el análisis curricular, llegaron a la misma conclusión: “Esto se parece al Ministerio de la Verdad, y a la neolengua, en la novela de George Orwell”.

Específicamente se referían, entre otros, al “Documento base”, de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (SEP) y al ensayo de Carlos Marcelo: “Aprender a enseñar para la sociedad del conocimiento” (Revista complutense de educación, Vol. 12, Núm. 2, 2001), uno de los primeros que hay que leer para “sensibilizarse” en favor del nuevo enfoque.

El Ministerio de la Verdad orwelliano, es una institución ficticia del futuro: 1984 (Orwell escribe en 1948), ejercida por un gobierno mundial autoritario que tiene, entre otros, dos propósitos: 1) Corregir la historia, adecuando todos los textos, discursos o narraciones que vayan surgiendo, para hacerlos corresponder fielmente con las declaraciones de quien hoy detente el poder (El Partido). Toda duda, contradicción o diferencia con el discurso oficial será borrada, no sólo de los documentos escritos, sino de la memoria de los ciudadanos, a través de la “policía del pensamiento” (el Big Brother). Cualquier referencia a la historia, que escape de este control se desacreditará como “obsoleta” y “peligrosa”. 2) La otra función del Ministerio de la Verdad es la de reducir el lenguaje verbal a su mínima expresión, eliminando su función intelectiva, y su capacidad de abstracción, basándose en el principio de que lo que no esté en la lengua, no puede ser pensado. (Aquí entrarían también los eufemismos o “las palabras estelares” que menciona el destacado intelectual mexicano, César Carrizales, que suenan hermosas, pero que son huecas o engañosas).

El texto de Carlos Marcelo, entre otros, hace una descripción “realista” y “neutra” del complejo contexto actual (y su “sociedad del conocimiento”), que se mueve vertiginosamente en el despliegue “natural” de la globalización neoliberal. Un despliegue que implica “transformaciones profundas”, no planificadas, que afectan la forma como nos relacionamos y como aprendemos. En este movimiento, los nuevos estudiantes reciben grandes cantidades de información a través de las “TIC” que trascienden con creces lo que pueden recibir en la escuela.

Esto obliga a replantear las funciones tradicionales de ésta. El texto prevé seis escenarios: 1) que los profesores (funcionarios) se queden anclados en el pasado y aferrados a su espacio de seguridad y confort; 2) que desaparezca la escuela pública y la iniciativa privada supla las funciones que antes correspondían al Estado, 3) que las escuelas se vuelvan auténticas comunidades de aprendizaje o 4) surjan centros sociales “autónomos” altamente flexibles; 5) que la escuela desaparezca y el aprendizaje se dé de manera individualizada (tipo Ivan Illich), a través de la red electrónica (con todas sus sofisticaciones) o 6) que (como consecuencia del primer escenario) la escuela se vuelva, para la población, tan poco satisfactoria y el Estado tan incapaz de salvarla, que nadie se quiera dedicar a la docencia, y esta profesión termine por desaparecer.

Implícitamente, el documento lleva a los lectores a concluir la “naturalidad inevitable” de seguir la ruta de “modernidad” fijada por los países desarrollados, hacia la desaparición de la escuela pública. (Lo que se anota arriba como centro “autónomo”, lleva implícita la idea de “autofinanciable”).

La conclusión de todo este panorama se presenta más puntualmente en los documentos oficiales de la DGESPE, que plantean la necesidad de brindar una educación Normal “de excelencia”, impulsada por procesos de certificación, dirigidos al “logro de desempeños, acordes con los estándares internacionales” (omitiendo ¿ladinamente? la historia y riqueza de experiencias educativas en México y Latinoamérica, altamente significativas y de gran calidad, sin tener que subordinarse a tales parámetros).

La DGESPE conmina encarecidamente a los formadores de docentes a “asumir el gran desafío” y la “gran responsabilidad social” que tienen en este tránsito (lo que incluye aprender inglés y computación para estar al tanto de las investigaciones internacionales y, a corto plazo, entregar, individualmente, cada tarea del curso de inducción, a través de una plataforma electrónica, para que puedan recibir su correspondiente certificado, etc.).

La gran cantidad de palabras entrecomilladas en los párrafos anteriores remiten a otras tantas falsedades (de la neolengua orwelliana) que están detrás de estas “descripciones” o “exhortaciones”, que ya he puesto en evidencia en otros artículos y que no repetiré aquí.

Nadie duda de la urgente necesidad de hacer cambios profundos en la educación Normal, por la degradación en la que ha caído en muchos lugares; tampoco de la buena voluntad, del esfuerzo, del trabajo, del profesionalismo que muchos docentes, investigadores, diseñadores curriculares, y demás, están poniendo en las complejas tareas de la reforma, PERO varios de los procesos, las decisiones y los discursos que sostienen ésta, son BULOS (patrañas) más o menos bien armados, aparentemente coherentes y “neutros” que buscan naturalizar los acontecimientos, es decir, hacernos creer que “es natural el rumbo que sigue la economía”, que “es natural la forma como se entiende la modernización educativa”, que las decisiones para implantar esta reforma ahora, “tuvieron que ser así y ni modo”.

Con estas concepciones y prácticas se pretende colar en la mente de los maestros que “adecuarse a la realidad altamente cambiante” significa asumir, sin chistar, las disposiciones oficiales (que a su vez son disposiciones del gran capital).

En realidad, el desastre educativo que tenemos, no sólo en México, sino en el mundo occidental, NO ES NATURAL, ni responsabilidad exclusiva, ni principal de los maestros; es consecuencia de una serie de decisiones conscientes y voluntarias de esa clase voraz que dirige los destinos del mundo occidental, desde el poder económico y político.

Revise el lector el comentario de Lehman Brothers: “Mira, nos hemos encargado del sistema de salud, nos encargamos del sistema carcelario, el próximo gran objetivo es el sistema educativo. Podemos privatizar el sistema educativo y hacer mucho dinero con él”. La misma clase de rapiña la tenemos en México con organizaciones empresariales como “Compromiso con la calidad de la educación”, de la millonaria, Marinela Servitje y “Mexicanos Primero”, dirigido por David Calderón. (Ver: Luis Hernández Navarro, “La fabricación del mito: Educación y empresarios”, La Jornada, 23 noviembre 2010).

No obstante todas estas falacias, y por fortuna, los mismos documentos establecidos por la oficialidad dan pie para impulsar una reestructuración en una perspectiva sociocultural crítica, más acorde con los contextos populares mexicanos y las necesidades de la mayoría de nuestra población.

Los equipos académicos que, en Querétaro, están tratando de dar este giro hacia una reestructuración alternativa, merecen no sólo el reconocimiento de nuestro Estado, sino la satisfacción de las condiciones estructurales, que se requieren para que esta empresa no fracase.

En la próxima entrega continuaré para abordar la referencia a “2012, Odisea del espacio”.

 

metamorfosis-mepa@hotmail.com

 

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