Respuestas
Por: Oscar Gabriel Zárraga Velázquez*
El realizar preguntas es una de las características más relevantes en los seres humanos, pero más aún el encontrar respuestas a dichas preguntas. Pareciera que la necesidad de una “respuesta” es tan poderosa que puede convertirse en una obligación tanto para quien pregunta como para quien debe responder.
La cuestión en nuestro trabajo como psicólogos es sin duda alguna, y gracias al sentido común, ponernos en el papel del que responde. Llámese madre, institución, paciente, familia o pareja; todos quieren una respuesta a preguntas como: ¿Qué es lo que me pasa?, ¿qué tiene mi hijo?, ¿por qué se siente así?, ¿cómo puedo evitar sentir esto?; son de lo más frecuente en el trabajo que realizamos.
Pero no por ser frecuentes dichas preguntas quiere decir que se va generando un estuche de respuestas, no sucede esto debido a que cada persona tiene una historia y contexto distinto; también hay que decir que cada uno de nosotros responde a dichas preguntas de acuerdo a nuestro compromiso profesional.
¿Y cómo contestamos de forma profesional?, la respuesta es más complicada de lo que parece ya que en la mayoría de los casos es imprescindible que sea el mismo paciente quien obtenga la respuesta que busca, pero en una institución las situaciones y reglas cambian.
En una institución, el trabajo del psicólogo puede verse reducido a un espacio tan estrecho como una oficina; la institución ya tiene claro qué es lo que busca que se haga, ya sean proyectos para fomentar el trabajo en equipo, un curso para estudiantes en riesgo, prevención de accidentes, sexualidad o terapias individuales, la cuestión es dar una respuesta a las necesidades que se plantean. Esto no quiere decir que sea algo que perjudique a la empresa o al psicólogo mismo, pero si es triste ver que hay compañeros de profesión convertidos en personas que responden a lo que el jefe quiere, convirtiéndose en una especie de títeres. Algo así como en las épocas de Brahe y Kepler, en las que se encargaba a los llamados matemáticos que miraran hacia las estrellas ya que estas proporcionaban las respuestas a futuro, así como el signo al que pertenece una persona de acuerdo a la transición del sol por una constelación al momento de nacer y el destino inevitable que le reservaba el mismo.
En mi practica profesional he obtenido experiencias que en verdad me han servido bastante, no solo por el hecho de ponerme frente a un paciente (situación que reinventa y reorganiza tus conceptos como psicólogo), sino porque también he tenido la fortuna de escuchar lo que el público en general y la empresa espera de ti como profesional. Y, ¿qué esperan? R= “respuestas”. Sin embargo, también podemos no contestar, por lo menos no en el sentido de darle lo que el paciente o empresa quiere, sí, debemos atender e intervenir en las demandas que se planteen, pero no por ello hay que sentirse en la obligación de contestar lo que se quiere escuchar.
Esto permite contestar de manera profesional, sin tratar de maquillar o minimizar lo que suceda, incluso, decidiendo no atender a la demanda que se plantee. Pienso que la posición del practicante o prestador de servicio social se ve perturbada porque involucra intereses tanto de la empresa al practicante, como del practicante hacia la empresa; a fin de cuentas, ¿quién no busca hacer sus prácticas en el lugar que, en un futuro no muy lejano, quisiera trabajar?
Hacer lo que te dicen y decir lo que se quiere escuchar es un recurso al que se acude con frecuencia, que te puede convertir en un trabajador eficiente en los parámetros del jefazo, pero no para conseguir lo que desde mi punto de vista es más importante: La construcción y búsqueda (infinita) de la perfección en la formación del psicólogo, más allá del perfil profesional. Y es en este sentido en el que conviene ser como lo fue Kepler, un científico que no hacía u obedecía órdenes carentes de cientificidad, sino que buscaba ir más allá del sentido común; siempre en busca de sus creencias fundamentadas.
*Psicólogo educativo
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