Saskia Sassen y la globalización informal
Punto y seguido
Por: Ricardo Rivón Lazcano
Un dramático descubrimiento.
Cuando hablamos de globalización estamos ante un proceso más complejo de lo que intuimos al pronunciar el vocablo. El descubrimiento es que cada vez más Estados nacionales están dispuestos a desnacionalizar en parte sus marcos jurídicos e institucionales de modo tal que la empresa extranjera pueda operar en sus territorios como si fuera global. En efecto, los propios estados han creado de manera colectiva una red de espacios desnacionalizados que se insertan en lo más profundo de sus territorios.
Saskia Sassen ha realizado el descubrimiento. Socióloga neerlandesa que habla perfectamente el “argentino”, ha sido galardonada con el premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2013.
Es una mujer de gran prestigio internacional en áreas como la dimensión social, económica y política de la globalización y la sociología urbana. Su trayectoria –siguiendo el perfil de la página oficial del premio– incluye estudios relacionados con la inmigración, las ciudades globales y los cambios en el Estado liberal a consecuencia de las actuales condiciones transnacionales. Una de sus mayores aportaciones científicas ha sido su concepto de ciudad global, actualmente aceptado y utilizado en todo el mundo. Según Sassen, desde las áreas metropolitanas que concentran el poder económico, financiero y de telecomunicaciones, se ejerce el control y la dirección de la economía mundial y en ellas se ubican los principales centros de poder mundial en los que se genera información vital para la toma de decisiones de alto nivel. Asimismo, analiza problemas de estas ciudades como el empobrecimiento de las clases medias y las dificultades de acceso a las telecomunicaciones que determinan desigualdades sociales y segregación social. En otro ámbito, Sassen entiende, frente al planteamiento habitual, que lo global y lo nacional no son conceptos excluyentes y que, a consecuencia de la globalización, territorio, autoridad y derechos no siempre coinciden con los espacios nacionales.
Su más reciente libro, “Territorio, autoridad y derechos: De los ensamblajes medievales a los ensamblajes globales”, editado por la argentina Katz.
Algunas anotaciones.
Para Sassen, la globalización se trata de una etapa de transición e inestabilidad, no todos sus procesos están formalizados ni anclados en procedimientos institucionalizados. Por ejemplo, en los últimos tiempos está surgiendo la necesidad de implementar un marco regulatorio global en el sector financiero para evitar las crisis como la que estalló en el año 2008. Es más, dada la globalización de los mercados electrónicos en dicho sector, un grupo importante de analistas se mostró sorprendido –comenta Sassen– de que tal marco global no existiera desde antes. Lo que existe son apenas algunos elementos, como las recomendaciones de Basilea.
Por lo tanto, para dar cuenta de la globalización económica debemos comprender las particularidades de cada Estado. No podemos dar por sentado, como suele proponerse, que la globalización surte el efecto de homogeneizar los estados. La labor de crear un espacio desnacionalizado y estandarizado dentro de un Estado-nación requiere que éste ponga en marcha una combinación particular de leyes, reglamentos, alianzas políticas y acuerdos extraoficiales. Esas combinaciones varían de un Estado a otro.
Nuestra modernidad global comenzó hace 30 años, cuando dejamos atrás la modernidad del Estado-nación, es decir, la nacionalización del territorio, de las identidades, la justicia, etcétera. Las lógicas dominantes en la actualidad van más allá de las desigualdades y van más allá de la exclusión social. Son lógicas de expulsión.
Sassen se pregunta si los sujetos carentes de poder pueden hacer historia en un mundo en que los actores poderosos tienen permitido legalmente acaparar cada vez más derechos, más riqueza y más poder, mientras las masas de los sujetos en desventaja crecen de manera exponencial, al igual que sus desventajas. La respuesta es que en efecto, los sujetos carentes de poder pueden hacer historia, pero para ver los resultados es necesario emplear temporalidades mucho más extensas que las de los sujetos poderosos y trazar una distinción entre la idea de hacer historia y la idea de adquirir poder. Hacer historia no implica necesariamente obtener poder.
rivonrl@gmail.com
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