Schopenhauer, Dennett y de Wall
Punto y seguido
Por: Ricardo Rivón Lazcano
Uno
Epígrafes
1) En la juventud, la vida se nos presenta como un futuro ilimitado; en la ancianidad como un pasado muy breve. A medida que nos adentramos en el mar, los objetos de la costa se vuelven cada vez más pequeños y difíciles de reconocer y distinguir; lo mismo nos ocurre con los años del pasado y todos sus acontecimientos y actividades.
2) Debemos ser indulgentes con todos los desatinos, defectos y vicios humanos teniendo en cuenta que lo que tenemos ante nuestros ojos son nuestros propios desatinos, defectos y vicios.
3) Puedo soportar la idea de que, dentro de poco tiempo, los gusanos habrán comido mi cuerpo, pero la idea de que los profesores de filosofía mordisqueen mi filosofía me da escalofríos.
Dos
Uno de los problemas de Daniel Dennett, dice, es que es un filósofo: “cuando voy a una fiesta y me preguntan en qué trabajo, y digo soy profesor, sus miradas se ausentan; cuando voy a un coctel de académicos y hay un montón de profesores, me preguntan en qué área estoy y respondo filosofía, sus miradas se ausentan; cuando voy a una fiesta de filósofos y me preguntan qué investigo y digo la conciencia, sus miradas no se ausentan, sus labios se tuercen en un gruñido. Recibo bufidos de sorna, carcajadas y gruñidos porque piensan que eso es imposible, que no puedes explicar la conciencia.”
El mero atrevimiento de alguien pensando que puede explicar la conciencia es, para los filósofos conocidos por Dennett, simplemente impensable.
La conciencia humana es el último de los grandes misterios y un misterio es un fenómeno para el cual no hemos hallado todavía una manera de pensar.
Con la conciencia, dice Dennett, seguimos sumidos en la más profunda de las confusiones. La conciencia se caracteriza por ser el único tema que todavía puede dejar mudos y turbados a los más sofisticados pensadores. Y como ya ocurrió en su momento con los demás misterios, hay muchos que insisten –y esperan– que nunca llegará la desmitificación de la conciencia.
Tres
De Frans de Waal ya comenté aquí su libro El mono que llevamos dentro. Encontré, en la misma colección de Tusquets, un nuevo título: La edad de la empatía: lecciones de la naturaleza para una sociedad más justa y solidaria.
La empatía es mucho más vieja que el ser humano.
Cautelosamente, de Waal aclara que en todo debate sobre la sociedad y el gobierno se hacen grandes suposiciones acerca de la naturaleza humana, que se presentan como si se derivaran directamente de la biología. Pero casi nunca es así.
Los amantes de la competencia abierta, por ejemplo, invocan a menudo la evolución. La palabra se deslizaba incluso en el infame discurso sobre la codicia pronunciado por Gordon
Gekko, el despiadado directivo interpretado por Michael Douglas en la película de 1987 Wall Street:
“La cuestión, señoras y señores, es que la codicia –a falta de una palabra mejor– es buena. La codicia es lo correcto. Funciona. Aclara, penetra y captura la esencia del espíritu evolutivo.”
Y pregunta de Waal ¿El espíritu evolutivo? ¿Por qué las suposiciones acerca de nuestra biología siempre tienen connotaciones negativas?
En las ciencias sociales, la naturaleza humana está tipificada por el viejo proverbio hobbesiano Homo homini lupus (el hombre es un lobo para el hombre), una sentencia cuestionable sobre nuestra propia especie, basada en suposiciones falsas sobre otra especie. Así pues, un biólogo que explora la interacción entre sociedad y naturaleza humana no está haciendo nada nuevo. La única diferencia es que, en vez de intentar justificar un marco ideológico particular, el biólogo tiene un interés real en la naturaleza humana y su origen. ¿Se reduce el espíritu evolutivo a la codicia, como pretendía Gekko, o hay algo más?
Los estudiosos del derecho, la economía y la política –nosotros los sociólogos también– carecen de herramientas para contemplar su propia sociedad con objetividad. ¿Con qué van a compararla? Raramente consultan, si es que lo hacen alguna vez, el vasto conocimiento del comportamiento humano acumulado por la antropología, la psicología, la biología o la neurología… Nuestra especie tiene una cara social y una cara egoísta.
rivonrl@gmail.com
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