Opinión

“Siredusas” en el inicio de clases

Por: María del Carmen Vicencio Acevedo

Aunque la literatura se compone de ficciones, posee el poder epistémico de desentrañar realidades (como la subjetividad humana) a las que difícilmente tienen acceso las ciencias.

Por eso, un buen psicoanálisis de los mitos, aunque se entiendan éstos como “falsos”, permite develar algunas motivaciones profundas, que explican el hacer humano. De alguna forma, en nuestras relaciones con los demás (en especial las más conflictivas), surgen imaginarios que nos transforman, de individuos comunes, a héroes o heroínas, luchando contra monstruos tiranos. Bruno Bettelheim (Psicoanálisis de los cuentos de hadas) pondera la importancia de la narrativa fantástica en la infancia, para la sana formación de la psique, pues, con ella, los niños conjuran temores y desarrollan la convicción de que no están desvalidos ni solos en el mundo. Pese a todas las calamidades humanas, “el bien (y el héroe, aunque sea pequeño) siempre triunfa” (si, y sólo si, se esfuerza en la lucha por enfrentar los demonios).

En la vida adulta, el lenguaje circula inevitablemente impregnado de metáforas que remiten a mitos arcaicos. La Medusa o las sirenas son algunos ejemplos. Las “siredusas”, palabra y referencia surgidas del cruzamiento de ambas rarezas (en un juego de creación literaria en los Libros del rincón), resultan aún más poderosas que cada una por separado. Son gorgonas de bello rostro, voz seductora (y a la vez amenazante), que hipnotizan a los incautos que se acercan, convirtiendo en piedra su corazón, su cerebro y sentido común, para hundirlos en las profundidades del “Hades”, en la muerte de la conciencia y del espíritu.

Gorgonas similares se esconden hoy en los entresijos de los discursos y decretos oficiales, derivados de la implantación de las reformas curriculares para la educación básica y normal (2011), que se generalizan con el inicio de este ciclo escolar. Decretos de Estado (que se imponen en estos subsistemas educativos) plagados de inconsistencias, contradicciones y de absurdas pretensiones de “excelencia”, pero que, al parecer, tienen la virtud de engatusar, seducir o generar terror en muchos tomadores de decisiones, funcionarios políticos y educativos, maestros, estudiantes y padres de familia (otrora seres pensantes), hasta hacerlos ciegos, sordos y mudos, frente a las imágenes y gritos del pueblo llano que, desde la realidad externa, les advierten sobre las catastróficas consecuencias que se avecinan.

La magia seductora de las “siredusas” vuelve invisibles a los excluidos de la cultura, señalados por los programas escolares como “incompetentes”. Como dicen los Niños de la Escuela de Barbiana en su “Carta a una profesora”, al analizar una gráfica piramidal que muestra cómo aumenta la exclusión, conforme avanzan los grados escolares: “Desde la primaria hasta arriba, parece cortada (la gráfica) con golpes de hacha (en México: la matrícula pasa de 25,666,451 en educación básica, a 4,187,528 en la media y 2,981,313, en la superior, INEGI, 2011); a cada golpe una criatura que queda fuera y que tendrá que trabajar, antes de poder ser un igual”. Niños y jóvenes con rostro y nombre propio que nunca pudieron entrar a la escuela o que fueron expulsados, porque “no dieron el ancho” y cuya historia es recogida también por Rosaura Galeana en La infancia desertora (Ed. SNTE), o por La Jornada en “Sociedad y justicia” (30 agosto de 2012).

Así, Evelia (una de los casi cuatro millones y medio de chicos que, según INEGI, no va a la escuela), explica: “Fui un mes a la secundaria, pero mejor ya no regresé. Todos los de mi salón me dijeron que yo, para qué iba, si soy una india”.

Desde el preescolar hasta el nivel superior, maestros, estudiantes y padres de familia viven la amenaza de la exclusión y la angustia de ser señalados como “prescindibles”. Por eso, sobre todo los mayores, asumen sumisa o resignadamente los dictados oficiales, que contradicen el latido de su sensatez, el lenguaje de su cuerpo y las exigencias de su ser social, hasta que la sensación de laberinto sin salida se torna insoportable. Entonces, su necesidad humana de congruencia opera a la inversa de su conciencia, en un movimiento que justifica ante sí mismos y ante los demás (a través de discursos malabares), su propia incompetencia y corrupción, pero, sobre todo su participación activa en la exclusión de los otros, con tal de salvar el propio pellejo.

No sólo están en apuros esos cuatro millones y medio que no van a la escuela. Alrededor de 20 millones caminan sobre la cuerda floja y difícilmente lograrán acceder a la educación media; mucho menos a la superior. Con ello, toda la sociedad mexicana peligra.

Dizque “por eso”, las reformas educativas pretenden ahora controlar todos y cada uno de los movimientos de estudiantes y maestros, clasificando su desempeño (en los hechos, su persona) en “destacado”, “satisfactorio”, “suficiente” e “insuficiente”, con apoyo de tutorías, y sofisticadas tablas de cotejo y “rúbricas”, cuya síntesis se expresará en la nueva boleta de calificaciones, que ahora ¡también se llevará en el nivel preescolar! En los hechos, esto sólo aumenta la exclusión, la corrupción, la simulación y la violencia.

Quienes logran permanecer en la escuela son sometidos a fuertes presiones, para acercarse a los estudiantes de Shangai, Finlandia, Corea del Sur o Japón, con resultados de excelencia en los exámenes PISA. Los verbos jugar, pasear, ir con la novia, ayudar en casa, conversar con los amigos, leer cuentos o cuidar a los abuelos… dejarán de conjugarse. Ya no podremos “perder el tiempo” en acciones gozosas o compasivas.

Las “siredusas” no permiten ver, a quienes creen a pie juntillas en esas reformas, que la cultura y condiciones de vida de los chinos, coreanos o finlandeses no tienen nada que ver con las nuestras, ni tampoco permiten reconocer los altos índices de “bullying” y suicidio infantil que esas naciones tienen a cambio. ¿A las bajas calificaciones se agregará la infelicidad?

Además de todo eso, las “siderusas” de la educación contemporánea impiden que nos preguntemos ¿a dónde vamos con esto? o ¿cuál es el sentido de la vida humana, del estudio y de lo que estamos haciendo en la escuela?

Metamorfosis-mepa@hotmail.com

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