Surrealismo electoral
Por: Efraín Mendoza Zaragoza
Con frecuencia, la materia electoral ofrece en México recreaciones del más elaborado surrealismo. Se trata de imágenes reveladoras que nos llamarían a risa si no aludieran a hechos reprochables que comprometen la institucionalidad, atizan el descrédito hacia los poderes formales y abonan a esa esclerosis múltiple que es la desconfianza de la ciudadanía.
Del modo que lo han hecho boxeadores, cómicos o payasos, hace tres años el cantante Benjamín Medrano fue postulado por el PRI a la presidencia municipal de Fresnillo, Zacatecas. Siendo alcalde, un buen día decidió pedir licencia para buscar una diputación federal. La consiguió y hace ocho semanas rindió protesta. Eso nada tiene de particular, pues es parte de la mecánica del trapecio nacional. Lo surrealista es que, a sólo unas semanas de haber asumido la diputación federal, pidió de nuevo licencia ¡para regresarse como alcalde de Fresnillo por los diez meses que restan de administración! Por supuesto, se trata de una operación de cara a la elección de gobernador de Zacatecas, dentro de seis meses. Ah, y ya anunció que en cuanto pasen las elecciones volverá a su curul. No conozco un caso semejante en el pasado. Es insólito.
Y más insólito resulta que el caso ya abrió camino. Sucede que en el municipio mexiquense de Valle de Chalco, dos perredistas pelean por ser reconocidos como alcalde legal. Jesús Sánchez Isidoro pidió licencia para dejar la presidencia municipal y buscar una diputación local, lo que consiguió. Luego de que Sánchez Isidoro rindiera protesta como diputado, el alcalde suplente solicitó ser llamado y el ayuntamiento le dijo que no, que muchas gracias. Consiguió entonces que el Tribunal Electoral del Estado de México ordenara le fuera tomada la protesta como alcalde. El ayuntamiento se ha negado a obedecer ya en dos ocasiones. Para impedir que tome posesión su compañero de partido, que pertenece a una corriente distinta a la suya, Sánchez Isidoro consiguió que el Congreso local le otorgara licencia y de ese modo está de nuevo al frente del ayuntamiento. Kafka aquí sólo tomaría nota y tomaría el primer avión a Praga o, de plano, a Klosterneuburg.
Y, bueno, mientras los ciudadanos contemplan atónitos este divertido juego de la silla, el país es pródigo en cuadros de surrealismo extremo. Los políticos pueden engañar de modo sistemático, servirse de la corrupción institucionalizada, defraudar o abiertamente robar y andar tan campantes, pero no se trate de algún ciudadano, porque ahí sí le cae encima todo el peso del Estado. Como es el caso de la señora Laura Karely Palma, que fue arrestada por la PGR luego de que, en las pasadas elecciones en Chihuahua, no se presentara a cumplir su función como presidenta de casilla. De inmediato se lanzó contra ella la Agencia de Investigación Criminal, fue trasladada al penal de Aquiles Serdán y hoy está siendo juzgada como delincuente.
Sólo para poner el caso en perspectiva, mientras se fugan reos de alta peligrosidad, mientras los cuerpos de seguridad sacan jugo de su alianza con el crimen organizado, mientras se borran las fronteras entre los carteles y los cuarteles, mientras los poderosos conglomerados mercantiles evaden al fisco, esa ciudadana común es metida en la cárcel con eficacia de primer mundo. Esa mujer fue irresponsable, por supuesto, porque al hacerlo impidió que algunos electores pudieran votar, pero si ubicamos este hecho en su dimensión resulta ridículo este desmedido celo cuando el nivel de abstencionismo allá ronda el 70 por ciento.
Un último botón del surrealismo nacional. Todos sabemos ya cómo por segunda vez en 12 años el tribunal electoral federal anuló la elección de gobernador en Colima por intromisión del gobierno del estado en los comicios. Por cierto, nadie se encuentra en la cárcel por algo tan grave como eso, pese a que la repetición de las dos elecciones tendrá un costo acumulado de 55 millones de pesos. Bueno, pues junto con la anulación, el tribunal federal determinó que la nueva elección ya no la organice el instituto electoral local sino el INE. Una decisión absurda, puesto que la anulación nada tiene qué ver con el desempeño de la autoridad electoral local. Simple y sencillamente se aprovechó el viaje para ponerle un clavo más al ataúd del federalismo electoral. Entretenidos con el espanto de Patricia, no ha habido tiempo para ponderar esta escena surrealista.
No sé si Kafka sería notario público en México, si Dalí se habría atrevido a hacer un lienzo con nopales o si Beckett sería tenido por teatrero costumbrista. No sé si André Breton murió con ganas de volver a México o si Radoslav Barzev ya comprendió cómo un país habitado por gente feliz es gobernado por cerdos… No lo sé. Lo que sí sé es que, en su adicción a distorsionarlo todo, los políticos no entienden al país de Remedios Varo, Leonora Carrington. Lo cierto es que han construido su propio planeta bajo la regencia del Cantinflas diplomático y la Corcholata diputada. Es lo que sea, pero México no es un país que pueda presumir de su Estado de Derecho.
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