#TodosSomosHashtag
Por: Jorge Antonio Torres
Hemos visto cómo la sociedad se suma constantemente a las diferentes manifestaciones políticas, desde el aparato electrónico más a la mano. #TodosSomosPolitecnico, #SoySoy132, #TodosSomosAyotzinapa. Todo se podría resumir a una identificación con las problemáticas sociales que nos aquejan y que se suman una a una a esta indignación mayoritaria entre aquellos que tenemos acceso a la red de redes. #TodosSomosHashtag
¿Hasta qué punto esta identificación sirve dentro de las redes y se hace visible en la realidad? Porque, seamos sinceros, los likes en Facebook no van a curar el cáncer o parar la epidemia de ébola en el continente africano. Y digámoslo sinceramente: no van a solucionar los graves problemas sociales. A nuestros “representantes” políticos no les interesan los números de las redes.
Así como a nosotros los ciudadanos nos han dejado de importar las noticias de la prensa impresa y los noticieros del horario estelar, y los hemos sustituido por los canales de YouTube y las noticias virales de la red; a la cúpula de políticos les interesa poco mientras no se raspe desde la red la dorada corona que se colocan cada cierto tiempo sobre sus cabezas (sea cual sea el tamaño de la corona, así como la extensión del territorio a “gobernar”).
Hoy día, en una sociedad en la que una noticia se hace popular y se extiende cual plaga entre los interesados, la identificación con la frustración y la barbarie manifestada en cierta región del país es algo de todos los días. Pero un tanto inútil si no sigue un paso necesario.
Si, así como en su tiempo el movimiento #YoSoy132 aglomeró a muchísima gente en la búsqueda de la “democratización de los medios”, el movimiento social iniciado por la indignación ante la desaparición de los 43 compañeros normalistas de Ayotzinapa podría caer en un limbo político, fruto del arraigo dentro de la sociedad estudiantil. Dicho estancamiento es una cuestión natural al encontrarse en activo los estudiantes, en un estado cíclico de responsabilidades académicas y de interacción social en las clases.
Así, pronto los universitarios entrarán al final del semestre, lo que significa que la participación política se verá reducida e incluso paralizada en las instituciones educativas. Derivado de ello, el movimiento político perderá fuerza y podría caer en el olvido, tal y como el #YoSoy132 fue víctima de este “estire y afloje” político.
Propuesta: Se muestra ciertamente necesario el “tropicalizar” la indignación nacional a cada una de las regiones, con el fin de sacar al movimiento de las aulas y llevarlo a los sectores populares ajenos al ciclo semestral de los estudiantes. En cada una de las regiones del país podremos encontrar casos de grave indignación de parte de la sociedad hacia la clase política local: desde su participación con el crimen organizado, la alta corrupción, la omisión ante los reclamos sociales, el robo respaldado por el gobierno, etcétera, etcétera.
Hablando desde Querétaro, podría decirse que las problemáticas sociales estan relacionadas con la distancia enorme entre las clases sociales (las zonas urbanas en alta marginalidad junto a las zonas residenciales), la compra de los medios de comunicación locales, el desconocimiento de los desaparecidos locales, la violencia creciente y los altos niveles de inseguridad vial hacia los transeúntes por el poco conocimiento de urbanidad por parte de los “gobiernos” locales. Todas estas problemáticas, entre muchas otras, podrían servir para mantener un estado de constante participación social en la construcción de un movimiento amplio que muestre el alto fastidio hacia la “clase política” y sus acciones ajenas al bienestar social de la que juraron ser promotores.
Así como en la década de los 70 los grupos guerrilleros de América Latina promovían el análisis constante de sus acciones en un marco de cordialidad entre sus integrantes, es necesario hacer una autocrítica en las acciones que desde los movimientos se promueven. Así como hacer a un lado las formas ciertamente anquilosadas de los grupos políticos de oposición. Hoy en día, una marcha aglomera pero también distancia con respecto de la sociedad. Las “acciones directas” altamente cargadas de simbolismos sirven sólo a algunos, mientras que desencantan a la mayoría respecto del actuar de los movimientos políticos.
La construcción de los grupos organizados ha llegado al desencanto de las “formas tradicionales” y piden a gritos erradicar el caudillismo y la verticalidad, sustituyéndola, en donde es viable, por el modelo asambleísta para la toma de decisiones importantes. No podemos desechar las vías legales al solicitar respuestas por parte de los “representantes populares” elegidos por la vía electoral; antes bien, promoverlos como complemento a la información continua a la población y a las expresiones populares de hartazgo.
Y por sobre todo, fomentar la participación ciudadana en el marco de la legalidad, donde el ciudadano tiene tantas obligaciones como derechos, y que dentro de esas responsabilidades está el solicitar a sus “representantes” que respondan a las necesidades reales de la sociedad en medida de sus límites de representación, distritales, municipales, estatales y federales.
Además, opino que se debe respetar la libertad de expresión en los medios de comunicación (DEMOCRATIZACIÓN DE LOS MEDIOS), legislarse adecuadamente sobre los derechos indígenas (MARICHIWEU AMERICA LATINA), evitar que los grandes capitales se involucren en nuestras elecciones y con NUESTRO PETRÓLEO, NUESTROS METALES Y NUESTRO GAS (#NOALAREFORMAENERGETICA), dejar de disfrazar el fraude electoral desde los medios (#1DMx), permitir la autogestión y autodefensa de los pueblos, que la democracia llegue al Instituto Politécnico Nacional (#TodosSomosPolitecnico) y encontrar a los compañeros normalistas de #Ayotzinapa CON VIDA (#VivosSelosLlevamosVivosLosQueremos #TodosSomosAyotzinapa). #YOSOY132 #ParticipacionCiudadanaYA
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