Un mural en la FCPyS
Por: Fernando Valdelamar
PARA DESTACAR: Para reconstruir nuestra sociedad, es necesario que todos seamos participes del conocimiento de la ciencia y de la cultura; y edificar instituciones para socializar realmente la enseñanza, de manera que todos podamos ser cultos.
Dice José Ortega y Gasset en un fragmento dedicado a meditar sobre el oficio del pintor: “…cuando sus dedos se quedan solos, cuando abandonan el lienzo y el pincel, es como si se quedase sin cerebro y parece tonto. Suele ser cosa triste oír hablar a un pintor de pintura delante de su cuadro. Nos parece que el inteligente es el cuadro y no él”.
Por eso lo más discreto es conceder a ‘el espectador’ el rol de interpretante de un cuadro. Muchas veces resulta más interesante oír lo que otra persona imagina respecto de lo que ve pintado, que cualquier cosa que al autor se le pueda ocurrir acerca del simbolismo impreso a una de sus obras.
Tomando en cuenta la observación que el filósofo español hacía del gremio, compartiré algunas impresiones propias sobre la experiencia de hacer este mural en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales.
La acción principal está allí donde dos parias, dos oprimidos se arrastran hacia un libro, con la actitud del náufrago en busca de algo a qué aferrarse. El conocimiento, el estudio de la ciencia y la cultura –representado por la figura del búho-, es el poder espiritual que los liberta para elevarlos a la condición de personas plenas, capaces de cultivar con su vida la virtud humana.
Ambientada con un paisaje inspirado en la caída de sol espectacular sobre el valle de Querétaro, que tenemos el privilegio de ver muchas tardes en la Facultad, es una alegoría sobre el asunto de la educación, visto –como diría Eduardo Galeano- desde abajo y desde dentro.
Como pintores, aparte de hacer adornos, tenemos una bandera que defender: es la libertad de expresión. En este sentido, intentamos ser continuamente críticos, porque la crítica de los artistas (artífices en nuestro caso) también contribuye a ampliar la perspectiva pública sobre la cuestión social.
Sin duda, apoyamos en la medida de nuestra capacidad a quienes salen a defender el derecho a la educación pública, pero tenemos en cuenta especialmente a ese sector sin poder organizativo que se encuentra sistemáticamente marginado de la enseñanza básica, media superior y negado de facto para una formación superior.
En la UAQ se ha visto mucha a gente rompiéndose la cabeza y la espalda, gente muy inteligente preparándose en todas las carreras, así como hemos visto aparte a muchos autodidactas cultivar sus talentos, solos, con mucho esfuerzo, sin ningún tipo de apoyo institucional.
Sin embargo nuestro país está gobernado por un señor incapaz de mencionar tres libros que haya leído; por gente para la que es inconcebible bajarse el sueldo o recortar el presupuesto militar y policial, y lo que destinan a la cultura y a la educación queda regularmente bajo control de funcionarios filisteos.
Encarnamos ese dicho de que “un pueblo inculto es un pueblo esclavo”. Militarizan para disque contener la delincuencia en lugar de culturizar a la población para erradicarla. Quienes invierten en guerra temen a la cultura porque “cultura es cultivo, construcción. Y cultivo, construcción, son paz. La cultura es la constructora de la gran paz sobre la tierra”.
Para reconstruir nuestra sociedad, es necesario que todos seamos participes del conocimiento de la ciencia y de la cultura; y edificar instituciones para socializar realmente la enseñanza, de manera que todos podamos ser cultos.
Mientras que eso no pase y la economía de mercado continúe dictando hasta los programas educativos, nosotros seguiremos insistiendo pintando murales. Así que, para evitar el mal augurio de parecer tontos, cuando abandonemos temporalmente el lienzo y el pincel, cogeremos textos de Ferre i Guardia, de Illich, de Freire, de Fanon, de Boaventura de Sousa Santos… y pugnaremos con ellos por un enfoque libertario de la pedagogía.