Un nuevo periódico cultural
Punto y seguido
Por: Ricardo Rivón Lazcano
El periodismo cultural en México presenta un panorama desolador; se ha subordinado al espectáculo que aspira a cubrirlo todo con su cabaret televisado, y cuyos efectos resultan desastrosos para el desarrollo democrático del país.
Para Víctor Roura, el periodismo cultural —hay que agregar, la cultura misma— ha sido arrinconado por las frivolidades de los criterios empresariales, porque en estos tiempos la directriz editorial define, asimismo, la tasa de ganancia: los pesos valen más que los caracteres y contenidos. Todo ello agravado por el sectarismo de cierta intelectualidad.
Sin esclusas ni excusas de cotos o grupos, Roura propone suspirar objetivos y exhalar un periodismo cultural más humano, crítico y socialmente responsable.
De Largo Aliento es el nombre del periódico que cubre esas expectativas y es dirigido por el decano de esa fuente informativa en México, el maestro Víctor Roura.
El primer número se presentó en la Feria del libro de Minería, el reciente primer día de marzo.
Artes plásticas, cine, danza, literatura, música, poesía, teatro.
Dice Roura en “La empresa no te debe nada”: “Los periodistas suelen no contar lo que les ocurre al interior de su vida laboral, porque temen cerrarse las puertas, o ganarse involuntariamente enemigos, o pisar no queriendo campos minados, o eliminarse —no sé— de alguna posibilidad (inesperada, azarosa, impensada, intencionada, perseguida, anhelada, rastreada, coyuntural) financiera. Porque muchos periodistas, acaso los más, ganan más fuera de su circuito profesional que estando inmersos en él, lo cual ya es visto, o apreciado, como una natural fórmula de complementar el salario.”
Carlos Herrera de la Fuente hace un interesante repaso de la vida y obra de Octavio Paz; el 31 de marzo se cumple el centenario de su nacimiento. Escribe:
“A pesar de la tentación edificante o ideológica que se logra colar en algunos poemas (por ejemplo, en ciertos pasajes de “Nocturno de San Ildefonso”: “No nos faltó entereza: nos faltó humildad. / Lo que quisimos no lo quisimos con inocencia”, o en “Aunque es de noche”: “Dialéctica, sangriento solipsismo / que inventó el enemigo de sí mismo”), los versos de Paz conservan casi siempre un lirismo que ilumina el lenguaje y que, en sus mejores momentos, se vuelve reconocimiento de la condición humana más allá de un espacio y de un tiempo concretos: “Soy hombre: duro poco / y es enorme la noche”.
David Magaña Figueroa (Me la hiciste, we, me debes una, we) cuenta su experiencia en la fiesta de cumpleaños de la sobrina de Karime, su novia:
“El prietito en el arroz, o, mejor, la caca en el kibbeh, corrió a cargo de Sharif, sobrino de mi novia. Comenzaba a saborear mi cerveza cuando ya estaba el adolescente sentado a mi lado contándome sus hazañas: “Ya te platicó Kari, we, que me han expulsado de más de quince colegios. Sí, we, no hay maestro que me soporte, we, nomás estoy pensando qué hacerles, we. Los maestros son lacra, we. Oye, we, ¿te andas bombeando a mi tía? ¿A poco no está muy buena, we?, me cae que si no fuera familia, we, pumpumpumpum”.
En “Simas y cimas del rock mexicano”, el biólogo, dibujante, poeta, ensayista, mariachi y roquero Federico Arana dice que hay, sí, buenas piezas en el inabarcable repertorio musical del país.
En “El outfit del antropólogo” Eduardo Monteverde nos convence de que “Para tener un lugar en la sociedad hay que tener prestancia, porte, elegancia y desfachatez, decía Oscar Wilde, y lo cumple a cabalidad Indiana Jones. Su vestuario es hoy un atributo muy socorrido en los científicos sociales: sombrero fedora, chaqueta bomber, botas chippewa, camisa y pantalones khaki. Este porte va con una mirada inquisitiva, una parla de todo y, sobre todo, un desprecio a los científicos de la naturaleza, que por otro lado visten igual. La gallardía del antropólogo está implícita en el outfit.
Aunque no vaya más allá de trabajos de campo en la burocracia académica de la aventura, el desplante por los pasillos universitarios revela su paso por lugares ignotos. El problema es que esas tierras caducaron y el clóset del antropólogo actual es obsoleto. La antropología acude cada vez más a la biología molecular.
Los antropólogos de lo que fuera el Tercer Mundo estudian a los aborígenes y los exaltan para que renieguen de la visión europea, del eurocentrismo, pero visten como tal y exponen en congresos de una fuerza anglosajona que es la némesis de Quetzalcóatl.” (http://delargoaliento.net/)
@rivonrl
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