Opinión

Una nueva cruzada recorre el país: la nueva derecha mexicana

Por José Luis Ruiz Gutiérrez

 

En diversos espacios y por diferentes analistas, recientemente ha crecido el interés por saber las causas reales de que Felipe Calderón y quienes pertenecen a su círculo cercano, hayan tomado la decisión de llevar a cabo el combate al narcotráfico en el plano militar.

 

Entre las diversas explicaciones, la que más aceptación ha tenido es la de que iniciar una acción de esta extensión se debió a la necesidad de legitimar su figura como Presidente. Nos recuerdan su polémico ascenso como Presidente de la República, subrayando, en varios casos que fue producto de trampas, opacidad, complicidades institucionales y de poderes de facto, así como del uso faccioso de recursos, amén de una campaña de odio que hoy sigue haciendo estragos. Por cierto, hoy reeditado frente a la figura de Enrique Peña Nieto.

 

En otras palabras, el asalto al poder por parte del grupo de Calderón y los grupos empresariales que lo respaldaron requirió, y lo siguen demandado, de acciones que alcancen la categoría de golpes efectistas y efectivos hacia diferentes actores de la sociedad. Por supuesto, en estos actos espectaculares, pero muy inflexibles y severos, los destinatarios no solamente han sido los grupos criminales dedicados a la industria del tráfico de estupefacientes, sino también a los grupos opositores a su administración presidencial.

 

La construcción de un espacio de legitimidad, por más endeble que sea, tiene que pasar por definir los límites y los polos en que se encuentran los contrincantes. Resulta necesario contar con lo que se denomina el espacio de la confrontación. Es un espacio social y políticamente construido. En otras palabras, es la arena política en la que los rivales se enfrentan, pero ese campo de batalla es previamente construido generalmente por uno de los combatientes, especialmente quien, de manera asimétrica tiene la capacidad, las condiciones y el control de recursos que le facilitan poner las reglas del juego, precisar quiénes son los adversarios, el lugar que ocupan, la calificación de los intereses que los mueve y la construcción de una agenda que los delimite, especialmente, de quiénes son los enemigos de una nación y quiénes son los salvadores.

 

Por supuesto, quien tiene esa capacidad para iniciar el juego lleva ventaja, especialmente si logra crear los adversarios adecuados y, si además, éstos se convencen de ser los protagonistas de una nueva historia. La caída del bloque soviético y el fin de la llamada Guerra Fría en la década de los ochenta, marcó también la liquidación de la confrontación ideológica política entre comunismo y capitalismo. Pero también inició una nueva era de confrontación sustentado en la lucha entre la libertad frente al totalitarismo en sus diferentes versiones. Los noventa se inauguran con nuevos enemigos de la libertad y de la democracia.

 

Entre esos nuevos adversarios se encuentran los terroristas, los narcotraficantes y todo actor que realice actividades ilícitas, es decir fuera de la ley. El panorama mundial nos muestra una geografía del conflicto severo donde los principales protagonistas suelen ser esa combinación de criminales y opositores a los regímenes en donde se lleva a cabo el teatro de guerra. Más de 300 conflictos actuales en el mundo se tienen acreditados.

 

Existe, por tanto, un ambiente mundial que acepta que estamos en presencia de nuevas guerras y recientes personajes que ensombrecen y hacen peligrar a las naciones. En este contexto Felipe Calderón se monta para llevar a cabo su cruzada.

 

Una cruzada que precisamente se caracteriza por ser una guerra, como lo fueron las cruzadas en la antigüedad. Un proyecto de poder no sólo para enfrentar a los nuevos enemigos del mundo y de nuestra nación, sino también, de apoderarse de sus bienes, de sus espacios, de sus recursos. Liberar los territorios de esos personajes perniciosos constituye una meta, pero también apropiarse de esos espacios y de sus recursos constituye, sin duda, el objetivo final de toda guerra.

 

No hay duda de que nos encontramos en una guerra. Pero como en toda disputa se requieren de argumentaciones creíbles y persuasivas. Se requiere de una moral que permita no solamente justificar las acciones, sino ampliar el respaldo de aliados para autorizar y aprobar que los actos realizados constituyen el mejor camino y quienes los ejecutan los más apropiados y adecuados.

 

El libro de Rodolfo Montes, La Cruzada de Calderón, describe de manera puntual, el uso del discurso cristiano, especialmente del grupo religioso Pentecostal denominado Casa sobre la Roca, fundada en 1994, para plasmar una argumentación plausible sobre la lucha contra los narcotraficantes.

 

El uso de diatribas y la prédica religiosas como soporte de una acción proveniente de un estado “¿laico?”, como sucede en nuestra nación con Felipe Calderón. Nos conduce el autor del libro a develar las relaciones del poder presidencial con organizaciones religiosas, y también a alertarnos sobre el crecimiento de una nueva derecha mexicana, con rasgos modernos, incluso postmodernos, con vínculos internacionales que se desarrollan en la disputa por las almas que las diferentes religiones del mundo están escenificando.

 

La nueva moral pública que está protagonizando y conduciendo Felipe Calderón se sustenta en esa visión cristiana que interpreta los males como degradación de los valores individuales. Por lo tanto, el trabajo de reconstrucción de la nación y el combate a quienes han fomentado esa degradación de los seres humanos, es decir los traficantes de drogas ilegales, pasan por una cruzada en la reconquista de las almas y del espíritu de las personas y no por la transformación del modelo económico y político de este país.

 

Rodolfo Montes documenta en su libro ese programa de reconquista, su contenido y sus destinatarios. Bajo el rótulo de una Nueva Vida, el periodista nos sumerge en los entretelones de las relaciones que el grupo religioso Casa sobre la Roca desarrolla con la pareja presidencial y diversos funcionarios del gabinete actual. Sin embargo, llama la atención acerca de no considerarlo como un capricho personal el que en su administración se proceda a una especie de reconversión espiritual para seguirle la onda al jefe. Subraya la ampliación del poder que ha exhibido este grupo religioso al dotarle de facultades crecientes en la toma de decisiones en diversas instituciones y políticas públicas.

 

El acceso a recursos económicos y materiales, así como a su intervención en el diseño e implementación de programas como los aplicados al rubro de las adicciones, constituyen ejemplos de la importancia creciente de este conglomerado espiritual, que por cierto no se autoproclaman como tal, sino como asociación civil, evitando de esta manera las restricciones jurídicas que la ley general contempla para las asociaciones religiosas.

 

El discurso recurrente del Presidente y de su esposa en diversos foros de carácter público y político, advierten expresiones bíblicas. Cada vez más se repara en dar a los diferentes problemas de la nación un enfoque que se apoya en la importancia de Dios. Incluso, la explicación de esos problemas se va ordenando a través del cristal cristiano.

 

Nueva Vida constituye no sólo una expresión, sino la fórmula relevante que sintetiza que la misión del Estado es recuperar a quienes han caído en desgracia, y que la reconstitución de una nueva forma de vivir y de entender el momento en que vive, constituye la solución porque el reconocimiento de nuevos senderos, alienta nuevas ilusiones. El papel del Estado es reconquistar las almas perdidas, corrompidas y extraviadas. De hecho, nos remite el periodista, en junio del 2008 se delinearon los aspectos centrales de la Campaña Nacional de Información para una Nueva Vida.

 

Otro aspecto sobresaliente es que se ha desplegado una estrategia amplia para implantar esta Idea Fuerza en la élite política y empresarial y en ciertos segmentos de la población. Estrategia que incluye capacitación amplia y focalizada, apoyo económico, material y logístico a diversas organizaciones e individuos que alienten este proyecto. Bajo el cobijo y respaldo del Estado, sus recursos y sus ventajas, la Asociación Pentecostés diversifica sus tentáculos y adquiere mayores espacios de poder, tanto en las instituciones políticas como en la sociedad.

 

Cuando leo este libro, no puede dejar de recordarme los producidos por Álvaro Delgado quien se dedicó a diseccionar al Yunque, otro grupo político apoyado por la administración de Vicente Fox y que también se esparció por diferentes rincones y puntos neurálgicos de la administración pública. Incluso, me hizo preguntarme si en la cruzada de Calderón estaría contemplada la expulsión de ese otro grupo incrustado y con el que ha tenido enormes diferencias a través de su principal representante como Manuel Espino.

 

La confrontación ideológica entre grupos que se pueden sustentar bajo quienes tienen la Verdad revelada, son acontecimientos que recuerdan las grandes luchas religiosas al interior de instituciones y naciones a lo largo de la historia católica del mundo.

 

Pero lo que entresaco de la lección del libro de Rodolfo Montes, es que nos encontramos frente a la construcción de un nuevo grupo ideológico en el poder que, seguramente está convencido de su misión, pero sobre todo, de imponerse como hegemónico en el quehacer ético de los ciudadanos. Y no es descabellado decirlo de esta manera, ya que este grupo Pentecostés forma parte de una red internacional latinoamericana y europea que nos destaca el autor.

 

La invención de una nueva moral pública pasa necesariamente por comprender el alcance de este grupo y vislumbrar la posibilidad de trascender este sexenio. El autor da pistas de encuentros incluso con priistas.

 

Hay que considerar que uno de los espacios de esta cruzada no es la pobreza, sino las adicciones. El enfoque tiene por supuesto, sus explicaciones, por lo menos en términos hipotéticos. Primero, sus destinatarios son los adictos y sus familias. Los primeros, sobre todo aquellos que pasan por el infierno del consumo de drogas y se encuentran en situaciones de degradación humana, resultan más proclives a ver transformadas sus vidas y ser apoyadas porque ya no tienen nada que perder. Se convierten en redentores, pero sobre todo en parte de un ejército donde su voluntad ha sido doblegada más de una vez. Viktor Frankl, en sus escritos señalaba la importancia de construirle un nuevo sentido a la vida a quienes se han sentido despojos de la condición humana. Los marginales y excluidos constituyen esos conglomerados sociales con mayor aptitud para asumir, nuevos conceptos e ideas que le faciliten reorganizar el sentido de su vida.

 

El drama que viven las familias que cuentan con miembros con problemas de adicciones constituye uno de los focos sociales sobresalientes de este ensayo que se ejecuta para instalar en las conciencias, una nueva virtud. Si esto es así, entonces, seguramente veremos amplios sectores que serán asistidos para disminuirles su sufrimiento y, luego de ser favorecidos, potencialmente se enrolen en una nueva misión que les ha sido asignada. Moviendo las emociones y reconstruyéndoles el sentido de su vida.

 

Si estamos asistiendo ante una nueva expresión política comandada por el propio Felipe Calderón que busca en la fe cristiana y la interpelación moral la redefinición de la conducta política de los ciudadanos, es altamente posible que incrementará su activismo religioso y político como parte de su estrategia en la sucesión presidencial, pero sobre todo, en la construcción de un andamiaje político ideológico que corresponda a la nueva geografía emocional en que nuestro país está inserto, por lo que seguramente buscará trascender sexenalmente.

 

La guerra contra los criminales de la droga se divisa en dos esferas, la militar logística y la configuración ideológica de un nuevo orden basado en la fe y la responsabilidad individual.

 

Es un libro que busca dar incluso explicación biográfica a la conducta actual del Presidente. Remontarse a sus padres, a sus actividades políticas que lo llevan a relacionarse con líderes católicos de otros países, su permanente labor y la inclusión familiar, facilitan entender algunos de los rasgos personales de Felipe Calderón.

 

Esperemos más de estos estudios que se esfuerzan por buscar puntos de enlace entre el pasado y el presente, cimentados en las biografías de individuos que por su lugar en la estructura del poder, son claves para la comprensión de decisiones fundamentales.

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