Opinión

¿Una revolución desde los ricos?

Por: María del Carmen Vicencio Acevedo

metamorfosis-mepa@hotmail.com

Hace unos días, Carmen Aristegui entrevistó en su programa televisivo de CNN a Carlos Zarco, director ejecutivo de Oxfam-México, a raíz de la publicación del informe “Gobernar para las élites, secuestro democrático y desigualdad económica”, que fue presentado en la víspera del último Foro Económico Mundial, en Davós.

Dicha organización es una filial de Oxfam Internacional, dedicada a la lucha contra la pobreza y específicamente contra la hambruna. Su nombre viene de Oxford, ciudad donde fue creada en 1942. Oxfam integra a diversas organizaciones en cien países, que emprenden programas no sólo de ayuda emergente, sino de desarrollo a largo plazo en comunidades vulnerables, “para encontrar soluciones definitivas a la pobreza, el sufrimiento y la injusticia“. “Formamos parte de un movimiento global, haciendo campaña para poner fin a las reglas injustas de comercio, pedir mejores servicios sanitarios y educativos, y combatir el cambio climático”, señala su portal electrónico.

Reconozco, de entrada, mi desconfianza frente a cualquier empresa dedicada a “labores humanitarias”, al “combate a la pobreza”, a la “cruzada contra el hambre”, y demás. Tenemos bastantes experiencias nefastas, no sólo con nuestros gobiernos (que regalan despensas, cemento, tinacos, etc., para conseguir votos), sino con gran cantidad de fundaciones disfrazadas de benefactoras, que evaden impuestos y lucran con el sufrimiento de la gente, explotando los buenos sentimientos. Sobre el tema, recomiendo el libro de David Garrido Valls “El lado oscuro de las ONG” (Ed. Arco-press), que desenmascara contundentemente las múltiples irregularidades de organizaciones no gubernamentales, que se nutren de las arcas del Estado, para agrandar sus propios capitales, en vez de servir a los indigentes.

Es difícil confiar en una organización que pretende “hacer el bien” si no pone el dedo en la llaga denunciando la lógica capitalista como origen de las tremendas desigualdades sociales en todo el planeta, y si no trata de romper con esa lógica para construir alternativas a este sistema económico-político-sociocultural.

Ahora bien, algo que me llamó la atención de la entrevista de Carmen Aristegui con Carlos Zarco fue precisamente que desde una organización conservadora como Oxfam se esté realizando una crítica bastante severa al capitalismo, a través del informe mencionado:

“El mundo nunca había sido tan desigual: Sólo 85 personas acumulan la misma riqueza que la mitad de la población más pobre del planeta” (…). Esto no puede revertirse porque los congresos están cooptados por las élites. “Cuando la riqueza se apropia de la elaboración de las políticas gubernamentales secuestrándolas, las leyes tienden a favorecer a los ricos, incluso a costa de todos los demás. El resultado es la erosión de la gobernanza democrática, la destrucción de la cohesión social y la desaparición de la igualdad de oportunidades (…).”

Son tres los escenarios que plantea Carlos Zarco: 1) Las dinámicas de supervivencia, impulsadas por altos grados de desesperación de muchos sectores sociales, están provocando una severa ruptura del tejido social. 2) Las clases medias, mejor informadas y con más elementos de crítica, se están sintiendo sistemáticamente excluidas. 3) Sin embargo, hay países en los que se ha logrado revertir la desigualdad, que cuentan con gobernantes y amplios sectores privados “conscientes y comprometidos con el futuro”, que saben que este sistema ya se agotó.

De acuerdo con “Gobernar para las élites”, la desigualdad se ha agravado considerablemente en los últimos 30 años, a partir de la imposición del modelo neoliberal. Esta situación no sólo inhibe el crecimiento económico y debilita la institucionalidad democrática, sino que está poniendo en peligro la vida humana en el planeta. Para revertir esta tendencia, el informe propone acciones muy concretas que contradicen las reglas neoliberales:

1.      Promover una mayor regulación de los mercados; respaldar una fiscalidad progresiva sobre la riqueza y los ingresos y eliminar los paraísos fiscales para evadir impuestos.

2.      Frenar el cabildeo de los ricos sobre la administración pública para obtener favores; es decir, impedir que la capacidad económica corrompa a los gobiernos e influya en los procesos políticos, en menoscabo del bienestar del resto de la población.

3.      Hacer públicas todas las inversiones en empresas y fondos de las que sean beneficiarios, adoptando medidas firmes contra el secreto bancario.

4.      Impulsar la inversión en empresas productivas y terminar con la práctica del enriquecimiento fácil a través de la especulación.

5.      Exigir a los gobiernos que utilicen su recaudación fiscal para proporcionar a los ciudadanos asistencia sanitaria, educación y protección social universales.

6.      Reclamar que todas las empresas ofrezcan un salario digno y las mejores condiciones a sus trabajadores.

7.      Exigir a otras élites económicas que también se adhieran a estos compromisos.

¿Quién le va a poner el cascabel al gato, al menos en México? ¿Qué gobierno se hará cargo de poner frenos tan contundentes a sí mismo y a las élites económicas? ¿Qué empresas asumirán por cuenta propia un compromiso semejante?

Oxfam aspira a convencer a los gobiernos y a los grandes empresarios de que “si el barco se hunde, nos hundimos todos”, pero ¿cuándo hemos visto que una revolución social venga impulsada por los más ricos? ¿Será?

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