Opinión

Victorias y derrotas en la reforma energética

La política y la ciencia

Por: Marta Gloria Morales Garza

El pasado lunes 11 de agosto, el presidente Enrique Peña Nieto firmó, en Palacio Nacional, las leyes secundarias de la reforma energética, en lo que ha sido una especie de acto protocolario que se ha repetido con el resto de las llamadas reformas estructurales.

Como última instancia, los presidentes deben firmar y aprobar las leyes para su posterior publicación en el Diario Oficial; eso, que normalmente es un acto de oficina, en el caso de Peña Nieto se ha convertido en una celebración en Los Pinos o en Palacio Nacional (como el caso de la reforma educativa).

La firma de la reforma energética en Palacio Nacional constituye un acto simbólico en el que Peña Nieto aparece, por un lado, como el feliz promulgador que se siente agradecido por ejecutar dicho acto; y por el otro, le da oportunidad de agradecer a sus operarios el que la reforma haya salido a pesar de los contratiempos. En este caso, a los presidentes de la Comisión de Energía, tanto en la Cámara de Diputados, como en la de los Senadores: Marco Antonio Bernal y Felipe Encina.

Casi tres meses de discusiones y reflexiones y la gran perdedora es, por supuesto, la izquierda: la izquierda parlamentaria, la izquierda no parlamentaria, los de adentro, los de afuera, todos ellos; pues a pesar de que -a diferencia de los últimos años- en esta ocasión participó prácticamente unida, no pudo frenar el avance de dicha reforma.

Entonces, ¿quién gana en este asunto y de qué sirven los espacios parlamentarios? Si bien es cierto que si la izquierda nunca tiene mayoría, nunca podrá ganar, considero que la función de los grupos minoritarios es otra: hacer que los ciudadanos tengamos información de las reformas para construir una ciudadanía más comprometida y mucho más consciente y apoderada. Por ejemplo, en el caso de la reforma en telecomunicaciones, la gran cualidad del senador Corral fue hacer una exposición clara y sintética que cualquiera de nosotros entendiera.

En el caso de esta reforma, la izquierda hizo lo que podía hacer y perdió. Pero ha sacado a la luz información relativa a temas de suma importancia, como la disminución de las utilidades de Pemex, lo cual impactará de forma negativa en otros tres aspectos: la vulneración de los derechos de los trabajadores tras diversos cambios a su contrato colectivo; las modificaciones constitucionales que tienen que ver con los derechos sobre la tierra y los derechos de la propiedad, en relación a las expropiaciones o despojos en las tierras -seguramente de campesinos y productores agrícolas- que interesan a los inversionistas; y las reformas fiscales que permitirán que los inversionistas extranjeros paguen impuestos muy reducidos y gocen de tasas de interés bajísimas, ahora que Pemex ya no está en el juego.

Ahora bien, tenemos cierta certeza respecto a quiénes son -somos- los perdedores, pero… ¿qué hay de los ganadores? Muchos consideran que los priistas son los principales, aunque habría que hacer una lectura de las expresiones de senadores como Burgos durante su participación en las sesiones de la Comisión de Energía: no lucían como triunfadores, quizá porque tienen dudas del impacto de esta reforma.

En cambio, vale la pena recordar las declaraciones del presidente nacional del PAN, Gustavo Madero, quien dijo que la aprobación de la reforma energética era una victoria cultural para su partido. ¿Qué significa esto? Se refiere, básicamente, a las siguientes cuestiones: el PAN nace en 1939, como parte de una gran batalla ideológica de Gómez Morín contra el modelo cardenista de intervención económica. Gómez Morín convence a banqueros, gente de la burguesía, a armar este partido, cuya ideología está en el punto medio entre el capitalismo liberal y el fascismo.

Cárdenas, en cambio, sin ser fascista, se pone en una situación intermedia; es decir, el libre mercado no es suficiente para resolver los grandes problemas de miseria. Por eso la permanente actitud «paternalista». Cárdenas crea un estado estatista, un modelo económico donde el Estado intervenga para controlar la economía: el modelo interventor, que se termina con Miguel Alemán y, sobre todo, con Carlos Salinas de Gortari y los gobiernos panistas.

En ese sentido, el gran triunfo de la derecha -y particularmente de la derecha panista- es que nos dejamos convencer de que la iniciativa privada es mejor que el Estado, que el libre mercado es mejor que el Estado regulado, y esa es una gran derrota para la izquierda.

Y justo ahí reside la victoria cultural del PAN: en la vida cotidiana, la gente realmente está convencida de que el Estado es ineficiente y corrupto, y que la iniciativa privada no lo es.

El de Cárdenas era un modelo de libre mercado para algunos sectores y de control para otros, que eran estratégicos. Eso se acabó. Esa es la gran victoria del PAN y la gran culpa de la izquierda: perdió la batalla cultural contra el Libre Mercado. Ahora, habría que pelear por convencer a la gente de que un Estado debilitado, sin capacidad de injerencia, no es lo que México necesita.

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