Opinión

¡Ya basta de tanta sangre!

Por Jacobo Pichardo Otero

Octavio Paz escribió en el Laberinto de la Soledad que la muerte es el amor más verdadero del mexicano.

Hoy, en este México de más de 50 mil personas asesinadas, no sé qué lectura se pueda hacer del dicho de Paz.

Si bien hay una gran mayoría de mexicanos que se mantienen indiferentes a lo que acontece en el país, hay un sector numeroso de la sociedad que repudia al crimen organizado, a la estrategia de combate al narcotráfico del Gobierno Federal y todas sus mortales consecuencias.

Escritores como Heriberto Yépez han señalado que México en efecto está enamorado de la narcocultura y en consecuencia, de su estela de muerte; sin embargo, han señalado también que lo peor de eso es acostumbrarse a vivir con ella.

No en balde hace años Juan Gabriel escribió en una de sus canciones más reconocidas que no debe caber duda que una verdad irrefutable es que “la costumbre es más fuerte que el amor”.

Si hoy México no está enamorado de la muerte como escribió Paz, si vive terriblemente acostumbrado a ella.

Las decenas de asesinatos diarios difícilmente conmueven a alguien, la prensa, que hace 10 años habría tenido como nota principal el asesinato de veintiocho personas en un solo día y en una misma ciudad, hoy y a diario relegan esa misma información a sus páginas interiores.

Son hechos cotidianos parecen decir, hechos que están ahí por generación espontánea. Ya a muy pocos les interesa saber causas y mucho menos prever consecuencias.

La sorpresa y la indignación en efecto existen, pero son efímeras, duran horas, sino es que minutos.

Y como cada vez son más frecuentes las tragedias, los crímenes y las muertes, ya no hay tiempo para detenerse a analizar cada una de ellas, pues a cada tragedia y cada muerte le sucede una mucho más violenta. El olvido entonces se vuelve casi instantáneo.

Por eso resulta vital en este momento luchar contra el olvido, porque lo que se olvida, fácilmente se normaliza y al poco tiempo se termina naturalizando.

Pero las dos televisoras de este país se aferran a que la conmoción sea pasajera y a que nos conmocionemos porque los casinos lucran con las necesidades afectivas no resueltas de las personas y porque no tienen ni siquiera la amabilidad de tener abiertas sus salidas de emergencia.

Es indignante, sí, que un establecimiento público no cuente con salidas de emergencia o que éstas no están abiertas, pero en este caso ése es un problema secundario.

Lo importante es lo que Televisa y Tv Azteca omiten y lo que nos hacen omitir, que el atentado contra el Casino Royal es consecuencia de un problema social de inseguridad, injusticia y corrupción, un problema de descomposición social generalizada que no ha sido atendido de forma adecuada por parte de los gobiernos.

La indignación entonces debe ser latente en todos los mexicanos y no pasajera, debe ser una indignación con memoria.

No podemos olvidarnos ahora de los 24 hombres asesinados y encontrados en La Marquesa, en el municipio de Ocoyoacac, Estado de México el 12 de septiembre de 2008 por tener presuntos vínculos con el narco.

No podemos olvidarnos de que el 15 de septiembre de 2008 siete personas perdieron la vida en la plaza Melchor Ocampo de Morelia cuando hombres vinculados también al narco hicieron estallar dos granadas cuando más de 18 mil personas daban el grito de Independencia.

No podemos olvidarnos que el 2 de septiembre de 2009 17 jóvenes fueron literalmente fusilados en un centro de rehabilitación de la colonia Bellavista de Ciudad Juárez y que tan sólo 15 días después otros 10 jóvenes fueron igualmente fusilados en la misma ciudad por hombres armados.

No podemos olvidarnos que el 30 de enero de 2010 14 jóvenes fueron asesinados por un comando armado cuando disfrutaban de una fiesta en Villas de Salvárcar en Ciudad Juárez; jóvenes a los que Felipe Calderón llamó incluso pandilleros en un primer momento.

No podemos olvidarnos de las 72 personas encontradas muertas y en fosas en el municipio de San Fernando, Tamaulipas, el 24 de agosto de 2010. ¡62 personas, 62!

No podemos olvidarnos que el 16 de diciembre de 2010 un grupo de hombres llegó a la plaza principal de la ciudad de Chihuahua y asesinó frente al Palacio de Gobierno de esa ciudad a la activista Marisela Escobedo Ortiz, quien se manifestaba pacíficamente, exigiendo la actuación de las autoridades para detener al asesino de su hija Rubí.

No podemos olvidarnos que apenas hace unos días millones de mexicanos fuimos testigos por televisión de cómo toda una sociedad vive con pánico en este país donde el respeto a la vida ya no está garantizado para nadie. No fue apenas el 20 de agosto de este año cuando un tiroteo afuera del estadio Territorio Santos Modelo causó pánico entre los más de 20 mil asistentes y jugadores de los equipos de futbol Santos Laguna y Monarcas Morelia.

No podemos olvidarnos de las decenas de personas asesinadas diariamente ya sea por el crimen organizado o en las refriegas de la guerra contra el narco del Gobierno Federal.

¿Ya se nos olvidó tanta muerte? ¿Ya se nos olvidó vivir sin tanto derramamiento de sangre?

Hoy como sociedad no podemos seguir conviviendo con la muerte, no de esa manera, no podemos seguir justificándola.

La indignación nos debe llevar a movilizarnos, a exigirle al gobierno una estrategia que ponga freno a tanta barbarie y también nos debe llevar a todos nosotros a hacer conciencia y frenar nuestras violencias cotidianas.

No perder la memoria sin duda nos ayudara a no acostumbrarnos a la cultura de la muerte.

¡Ya basta de tanta sangre derramada!

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