
Mientras las autoridades de salud insisten en que nos quedemos en casa para disminuir el impacto de la pandemia, en la cotidianeidad la gente se reúne con sus amigos y se mueve en la calle (en el autobús, en parques y plazas públicas, mercados o centros comerciales, antros, cines y restaurantes…), como si no hubiese ningún peligro. El mensaje que muchos menores reciben con esto, es que “la educación no es actividad esencial, pues las escuelas son las únicas que siguen cerradas”.
Contradictoriamente ahora, no sólo AMLO, sino diversos actores gubernamentales manifiestan la urgencia de un pronto regreso a clases, tanto por salud mental, como para satisfacer diversas necesidades económicas, que han quedado desatendidas.
Las autoridades de salud no dejan de dar recomendaciones e informando sobre las fluctuaciones de la pandemia, la cuenta de los infectados y vacunados, las negociaciones y conflictos con las farmacéuticas, etc. Pareciera, en cambio que la SEP poco se comunica con los docentes y no tiene un plan claro para el regreso a clases.
Poco sabemos sobre estrategias para mejorar las instalaciones escolares, que permitan mayor funcionalidad y comodidad, para resolver los problemas de hacinamiento en los salones, para contar con espacios de juego y bellas áreas verdes que contribuyan a tranquilizar el espíritu o, al menos, para garantizar que todas las escuelas cuenten con agua potable, baños decentes e internet. Las noticias focalizan el craso abandono de los edificios, la vandalización o robo de equipo que han sufrido muchos de ellos. Parece inexplicable que no se haya aprovechado la ausencia de estudiantes para reestructurarlos, o darles un buen mantenimiento, considerando que el presupuesto de la SEP es el mayor de todas las secretarías: 338 mil, 46 millones de pesos.
Poco sabemos, por otro lado, sobre convocatorias oficiales a foros para tomar en cuenta la opinión de los docentes, para que intercambien sus experiencias, compartan alternativas didácticas, propias de contextos adversos, o para que participen en la construcción colectiva de la ‘Nueva escuela mexicana’ (que “es tarea de todos”). Los comunicados de la SEP, al parecer, sólo se refieren a temas burocráticos u operativos (instrucciones verticales): el calendario escolar, los diagnósticos de aprendizaje, recomendaciones sobre el COVID-19, o el llamado a las familias para emprender la limpieza de las escuelas.
Buena parte de los profesores intentan hacer oír su voz, exponiendo (a través de la CNTE) sus exigencias para regresar, señalando la imprudencia de hacerlo ahora y reprochando que la SEP “los deje a su suerte”. La situación se vuelve más compleja y confusa, cuando sabemos que el regreso para las familias “será voluntario”. ¿Cómo atender simultáneamente a unos, en clases presenciales, y a otros en virtuales?
En tales condiciones me pregunto si no sería mejor regresar a la escuela, pero sin alumnos, (al menos hasta diciembre), para que autoridades y maestros tengan tiempo suficiente por un lado para, atender los problemas de infraestructura y, por el otro, para constituirse en comunidades profesionales de aprendizaje, con tiempo para pensar, dialogar y construir juntos la mejor estrategia para cada escuela, considerando su contexto concreto.
Como eso no será, creo que éste es el momento para, al menos, reconocer mejor lo que no tiene sentido, disminuir las exigencias burocráticas, poner entre paréntesis exámenes y libros de texto, para privilegiar aquellas materias que la escuela suele considerar “secundarias”, pero que son fundamentales para mantener sano el espíritu (y que, además pueden desarrollarse al aire libre): hacer ejercicio, jugar, pintar murales, armar tertulias, danzar, construir jardines…
“Perder el tiempo” así, valdrá la pena, si aumentan las ganas de vivir de los participantes.
*Miembro del Movimiento por una educación popular alternativa. maric.vicencio@gmail.com