FIDELIDAD AL TEXTO DRAMÁTICO

Rememoramos la sorprendente satisfacción de la segunda lectura de diversas novelas —la sabrosura de la venganza en Cumbres borrascosas—, el de la tecla con el director escénico Carlos Casas Castillo, en el lobby (Vero Haro dixit) del muy remozado, exteriormente, Pamelón, o sea, el antiguo Jacalón, remoquete atizado por el estudiantado de Actuación en la FB-UAQ, antes de ser distinguido el teatro de cámara con el nombre de Dra. Pamela Jiménez, catedrática de germinal trayectoria, en una Facultad de Artes en continua expansión.
La rememoración tuvo imprevisto e involuntario efecto invocatorio con Río Ánimas. Esta dramaturgia reitera lo bien plantado que se encuentra el literato Edeberto Galindo en Querétaro. Todavía no he conocido obra suya que no haya pasado por reposiciones, en largas y cortas temporadas, y remontajes. Ahora ha sido el caso de la citada, dentro del Ciclo de Invitadas por parte de Arteatral, CUT, a propuesta de CAFUNÉ Teatro, encabezado por Carlos Aguilera Lepe, para obtener el apoyo universitario FOPER 2021.

Río Ánimas fue estrenada en Querétaro por Atabal, Creación Artística, con la dirección escénica de Boris Shoemann, en el hoy Foro Escénico. Ahí estuvo Carlos Casas con uno de los personajes. Ese montaje recorrió, con notable duración, la lengua dentro del estado y el territorio nacional. Entonces el impacto musical, esencialmente el canto acompañado de guitarra por parte de Mariana Vega ‘Mapo’, incluso de la misma directora del ensamble, Ana Berta Cruces Dorantes, y la escenografía de Fernando Flores Trejo, ‘robaron cámara o atención’.
«Permiso para blasfemar, Señor.»
«Concedido.»
Desde allá, desde la punta de la chingada, desde donde había llegado la exasperada imploración, apenas provino el agradecimiento de la última arremangada, con la energía desalentada del postrer aliento de las piltrafas que no alcanzaron la calidad de carroña para los famélicos zopilotes, que más volaban levantados por el viento que por el propio aleteo.
“Río ánimas, la historia de amor más grande del mundo”, del dramaturgo juarense Pilo Galindo. ¿Cuál amor, cuando primero pesa el abandono y la consecuente extinción? Pero a medida que crece la exasperación y menguan los lugareños, bípedos y cuadrúpedos, de ese punto chihuahuense omitido por acuciosos cartógrafos, la energía narrativa del actor Esteban Monroy sulfura para sumarse a coros mundiales frente catástrofes naturales nunca recogidas en las ficciones más alucinadas de la cinematografía y la novelesca más desternillada, en el colectivo pasmo azorado: “¿¡Y dónde está dios!?, …pues chingando”.
La trama romántica empieza de lagrimita y termina con desechable moqueado. Los juramentos de fidelidad y amor eterno están de ‘arrebátame-vida’. Bien machos ella y él, Elida y Felipe, para aferrarse a la última tablita en la tormenta, más ocupados en compartirla que en afianzarla. La firmeza de sus ánimos a sus promesas no cae en el melodrama, mantiene al espectador en ‘quién-cede’, y si no, ¿en-qué-pararán?

De telón de fondo, las incongruencias y las estupideces sociales, políticas y religiosas tan alejadas de la cotidianidad, o peor aún, que tanto la atropellan y la estorban.
La obra teatral de Galindo tiene el encanto de una doble narrativa que transcurre dentro de una dramaturgia. La narración de la vida de unos actores radiofónicos trabajando en una radionovela, con la ventaja, real, de una lectura de atril dramatizada: “Río Ánimas, la historia de amor más grande del mundo”, un remoquete imprescindible para su promoción sensiblera y sensual por parte de la locutora y jefa del equipo. La otra narración se ocupa de la vida de esos actores en ese desangelado sitio, cual umbral del infierno, donde se encuentra Radio Norteña, cuyo gran gancho y gema es “Río Ánimas”, y la carrilla que se atizan locutores y locutoras aludiéndose desventajosamente en los avisos comerciales.
Un nuevo acierto en la dirección escénica de Carlos Casas que bien pasa al siguiente nivel (¡sic!), ahora colaborando con el grupo universitario CAFUNÉ, que ha trabajado con el apoyo FOPER 2021 de la Rectoría-UAQ, una temporada de seis fechas hasta el sábado 18 de marzo.
