La Casa de Jack: transformar el dolor en arte
Es una película perversa en todos los sentidos, desde quien la vea como una historia del asesino serial más consciente que se ha visto, hasta el crítico discurso del director para quienes juzgan su arte y una demostración de los horrores del infierno en la misma tierra
Por un lado, una descarada película de asesinatos, por otro se vuelve a recorrer el sendero de la Divina Comedia y de manera un poco más subjetiva se lee el testimonio de un director que comparte algunos aspectos personales de su carrera como contador de historias y artista cinematográfico.
Compuesta de varias capas de significado, se estrenó en cines la nueva película de Lars Von Trier, La casa de Jack (The House That Jack Built), la cual marcó el regreso del director danés a las salas del Festival de Cannes 2018, luego de su veto como “persona no grata” de más de siete años.
Una película compuesta principalmente de primeros planos, cuyos movimientos de cámara en mano aportan una sensación de intranquilidad al espectador. La música es un elemento importante, porque se recurre reiteradamente a piezas interpretadas por Glen Gould, tomadas del archivo del artista mientras ejecuta en el piano y da un espectáculo de ademanes.
Es una película perversa en todos los sentidos, desde quien la vea como una historia del asesino serial más consciente que se ha visto hasta el crítico discurso del director para quienes juzgan su arte y una demostración de los horrores del infierno en la misma tierra. Es artística, impactante y reflexiva. Comprende una estructura compleja de al menos tres capas.
Primera capa
Jack (Matt Dillon) es un hombre con una inteligencia destacada, comienza por contar su carrera como asesino en serie a lo largo de 12 años, de 1970 a 1982, en lo que él define como cinco episodios de su vida. Al principio padece Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), que disminuye conforme sus crímenes avanzan. Aprecia el arte y la música.
Durante su narración aparece Verge (Bruna Ganz), quien lo cuestiona sobre los detalles de sus crímenes y sus motivaciones para llevarlos a cabo. Jack es un hombre que acepta su psicopatía y ha logrado pasar desapercibido en la sociedad gracias a sus esfuerzos por imitar las emociones y aparentar ser empático con los demás.
Los cinco episodios detallan la evolución de Jack como asesino y su percepción artística del crimen, ya que él considera cada uno de ellos como una obra de arte. Uno de los objetivos de Jack es construir una casa en un terreno frente a una laguna; sin embargo, ningún material parece gustarle completamente, por eso la construye y demuele varias veces durante 12 años.
Los asesinatos que Jack describe en primera persona colocan a las víctimas como personas estúpidas y prejuiciosas y a él como alguien calmado, inteligente y con mucha suerte. Jack no es el asesino que persiguen un montón de detectives sino un hombre común a quien se le hace demasiado fácil ocultar su rastro ante la incompetencia de las autoridades. “A veces la mejor manera de esconderse es no esconderse en absoluto”, observa Jack.
Segunda capa
El filme es una relectura de la Divina Comedia. Es un oxímoron que comienza con la conversación de Jack y Verge fuera de campo, donde el asesino le dice si puede contarle los episodios de su vida. Hacia el final se resuelve que esa conversación la tuvieron momentos después de que Jack comenzara su viaje al infierno.
Verge es la referencia moderna del poeta Virgilio y Jack es la trasfiguración de Dante, quien convirtió el dolor de la ausencia de Beatriz en arte. Jack hace de su sufrimiento una forma más extraña de arte, una obra que solo el reconoce y disfruta. “El arte es muchas cosas”, le dice Jack a Verge, a lo que este le responde: “muy conveniente e inusual”.
Mientras Jack avanza por su historia, también desciende en el infierno. Verge es Virgilio y es Caronte, guía a Jack hasta el séptimo circulo, pero antes le muestra, hasta el noveno, lo más profundo que puede ir el mal.
Existen múltiples referencias a la Divina Comedia, tanto en pinturas que aparecen durante las escenas hasta pistas en la conversación; como cuando Jack le comenta a Verge lo frustrante que debió ser no terminar La Eneida (obra inconclusa de Virgilio, quien murió antes de terminarla). La casa que Jack construye y demuele de cuando en cuando es una metáfora de la obra inconclusa del poeta griego.
La representación de La Barca de Dante, de Eugène Delacroix, con Jack y Verge a bordo es preciosa y cínica. Jack busca el material perfecto para su casa, todo le parece demasiado simple, desea que su hogar sea también una obra de arte. Finalmente, Jack sucumbe ante la tentación de cruzar el lago de fuego que está en el noveno círculo, con la intención de retomar la escalera que en otros tiempos estuvo como vía de regreso al paraíso. Perece cuando intenta escalar hasta el otro lado.
Tercera capa
La Casa de Jack es una suerte de testimonio del director donde narra su evolución como artista y las problemáticas que ha enfrentado como cineasta. Lars Von Trier ha sido criticado en muchas ocasiones por su forma de hacer cine, por sus propuestas y hasta por sus ideales. En 2011, el Festival de Cannes, lo declaró “persona non grata” debido a que bromeo al decir que comprendía a Hitler y simpatizaba un poco con él.
En La casa de Jack el director incluye tomas de archivo sobre el Führer y otros líderes fascistas del mundo. Su discurso está enfocado a la idea de Jack de que el mundo necesita iconos, ideales que se materializan en hombres que no son comprendidos pero que son necesarios. Esta secuencia en especial sirve a modo de explicación para las problemáticas en las que se metió el director por su específica forma de ver la historia.
La película aborda la forma de ver el arte, de concebir el amor y de hacer cine. Los continuos cambios de formato del fotograma en la cinta aluden a la evolución del arte cinematográfico. El debate con Verge reflexiona sobre el verdadero sentido del arte y la función del amor en el mundo.
Lars Von Trier explica el proceso creativo mediante una metáfora que hace Jack de su propio sufrimiento. Detalla que un hombre que camina al lado de dos faros alcanza su clímax de placer cuando está frente a alguna de las luces. En cuanto se aleja, el sufrimiento aumenta y en el punto medio, donde la luz es muy escasa, el sufrimiento es insoportable; lo cual obliga a ser creativo nuevamente y comienza el andar para hacer una nueva obra de arte y alcanzar la luz del siguiente faro.